Álvaro y su gato


¿Somos un país pobre o un país rico?; el Gato de Cheshire se va diluyendo paulatinamente hasta quedar solo su sonrisa tan característica, de burla, de engaño

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“Somos amos de las palabras que callamos y esclavos de las que pronunciamos”, dice un conocido adagio popular que debiera ser conocido por el vicepresidente Álvaro García Linera aunque como intelectual de fuste que se considera, es probable que mire con desdén estas expresiones que resumen la experiencia cotidiana y reflejan una sabiduría que si bien no proviene de profundos filósofos no por ello son menos sabias.



Resulta que recientemente García Linera proclamaba con altanería que gracias a una supuesta buena gestión del actual gobierno, poco menos que podríamos compararnos a un emirato árabe por la cantidad de recursos que tenemos. Afirmaba que los dos aviones que pretende comprarse Evo Morales para su uso personal son una bicoca y que los recursos disponibles, tranquilamente permitirían convertir a BoA, la aerolínea gubernamental, en la primera del continente.

Ofrecio una inversión anual que alcanzaría a los 3 mil 500 millones de dólares durante los próximos cinco años. Si nos atenemos a estas expresiones deducimos que no nos está yendo nada mal y que el anuncio hecho por Evo Morales de que al finalizar su gestión podríamos compararnos a Suiza o Japón estaría a punto de ser realidad.

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Sin embargo, nuevamente nos vemos confrontados con la realidad, con esa realidad que nos la ha encarado el mismo vicepresidente a contramano de las ficciones que nos dibujaba hasta hace poco.

¿En que quedamos? ¿Somos un país pobre o un país rico? ¿Es cierto que el Estado Plurinacional tiene muchos más recursos que la miserable y depauperada República del pasado?

La incógnita, paradójicamente, ha sido despejada por el propio vicepresidente García. Ocurre que somos un país pobre, tan pobre como lo éramos antes y en consecuencia, los aumentos salariales deben seguir al mismo nivel que en el pasado; ese pasado que ingenuamente creíamos superado por obra y gracia del “proceso de cambio” y por la virtudes innatas de un “guía espiritual” que de manera tan oportuna nos ha otorgado la providencia para redimirnos luego de inmisericorde explotación neoliberal.

Todo fue cuento. Los fabulosos y beneficiosos contratos para explotar e industrializar los recursos ferrosos del Mutún. Fueron fábula también los anuncios para industrializar los hidrocarburos que se hacían en medio de ruidosos actos que congregaban a las “organizaciones sociales” convocadas para agradecer que el destino nos haya deparado un líder tan iluminado y visionario.

Hay una metáfora en el sabroso libro “Alicia en el País de las Maravillas” del inglés Lewis Carroll que matiza muy bien esta situación. El Gato de Cheshire se va diluyendo paulatinamente hasta quedar solo su sonrisa tan característica, hasta quedar solo la burla, el engaño.

Hemos aprendido a ser escépticos y en esto no hay la menor mala fe. Ocurre que hasta ahora en lo único que el gobierno ha demostrado eficiencia es en la propaganda a su favor y en la desarticulación de la oposición política, acudiendo a una serie de marrullerías, estratagemas y recursos de los más canallescos.

A parte de eso, seguimos en lo mismo. Somos un país pobre que no puede dar un aumento decente a los trabajadores. No ha cambiado ni siquiera el discurso gubernamental: “Eso es todo lo que tenemos”. García Linera, dixit.