Autonomías en broma y autonomías de verdad


Dominicus

autonomía ok Con el debate de la llamada ‘ley marco’ de las autonomías, sigue el bla, bla autonomista de unos y de otros, en medio de lo que a esta altura ya es una gigantesca burla. De autonomía de verdad no hay nada, todo no deja de ser frases hechas. El centralismo es cada vez más secante, pero ni los unos ni los otros dicen la verdad. Los partidarios del centralismo lo disfrazan de mil maneras y los aspirantes a autonomistas se autoengañan y nos hacen creer en algo inexistente.

Si no se trata de crear unidades estatales nuevas (como la ahora formada para ubicar a un ex ministro del régimen y que se encargará de fronteras y regiones), igual se tiene un centralismo muy fuerte en lo económico, que es al final lo que manda. El sistema Sigma del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas permite –con solamente apretar un botón– congelar cualquier cuenta municipal o prefectural en todo el país desde la sede de Gobierno. Si a un ‘autónomo’ le pueden congelar sus cuentas instantáneamente, ¿de qué autonomía estamos hablando? La autonomía significa el uso propio de recursos y la capacidad de sostenerse por sí mismo, nada de eso hay. Lo ideal sería que las cuentas de las ahora gobernaciones y de los municipios sean de verdad autónomas y liberadas del antipático Sigma, pero obviamente sujetas a control. Para eso están los órganos de fiscalización y la Contraloría, pero no se corta el manejo de cuentas de un día al otro, porque tan sólo eso ya es la negación de la autonomía.



Otro capítulo risible de las autonomías es el concerniente a las fuerzas del orden. Al nuevo gobernador de Santa Cruz le dieron un bastón de mando, pero ¿a quién mandará? Tal vez mande a su séquito burocrático, pero luego su mando efectivo es casi nulo. El gobernador no manda ni a un policía raso. Si por otro lado se le ocurre crear un cuerpo autónomo de seguridad enseguida se lo prohibirán. Otra burla…

Miren en cambio lo de Arizona en EEUU, aunque no compartamos esa actitud. Allí el gobernador se plantó ante una ley federal migratoria y aunque no le gustó el caso ni a Obama ni a su Gobierno, debieron quedarse sin hacer nada. Guste o no, se respeta la autonomía soberana del estado de Arizona. Un caso local de decisión propia, sea cual sea el tema, hubiera provocado la intervención de cualquiera de los nueve departamentos.

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No nos engañemos. Lo de las autonomías, al menos hasta ahora, sigue siendo en Bolivia una cruel broma.

El Deber