Santos toma distancia de Uribe


santos uribe "Soy el presidente de la unidad nacional, llegó la hora de la unidad", dijo Juan Manuel Santos en su primer discurso como presidente electo. "Demos la vuelta a la página de los odios, de la división. A Colombia le llegó la hora de la unidad". A pesar de que le dedicó el triunfo, desde el primer momento Santos marcó distancias con el presidente Álvaro Uribe. En su mensaje al país, subrayó que gobernará con una línea muy distinta a la de su antecesor.

Santos dirigió palabras elogiosas a Uribe, a quien calificó como "uno de los mejores mandatarios en 200 años de vida republicana". Sin embargo, tomó distancias al remarcar que respetará y reforzará las instituciones y la autonomía del Congreso, del poder judicial y de las Cortes, todo lo contrario que encarna Uribe, quien acosó al poder judicial y a los críticos de su Gobierno. “Trabajemos juntos para fortalecer las instituciones. Mi gobierno buscará recuperar el equilibrio y la armonía entre los poderes”, subrayó el presidente electo.

Santos obtuvo una votación histórica con más de nueve millones de sufragios (69 %), superior a las de Uribe en 2002 y 2006, lo que le otorga un mandato con vida propia, que le permite emprender un camino con rasgos personales sin romper con su antecesor. El escrutinio se realizó con total limpieza, sin cuestionamientos y con gran celeridad (en menos de una hora ya se tenía contabilizado el 90% de la votación), lo que da mayor valor moral al triunfo de Santos.



Está claro que Santos aspira a ser el heredero de Uribe pero no a quedar mediatizado por su figura. Los titulares del lunes de los dos principales diarios de la capital, “Llegó la hora de la unidad” (El Tiempo) y “Es la hora de la Unidad (El Espectador), resaltan que Santos quiere aglutinar a toda Colombia. Con la propuesta de un ‘Gobierno de Unidad Nacional’, marcó desde la segunda vuelta la primera diferencia con Uribe, invitando a los opositores Partido Liberal y Cambio Radical a su coalición de gobierno. Oferta que repitió en su primer discurso como presidente electo y que extendió a Antanas Mockus y al Partido Verde. De hecho, considera que su victoria supone un punto y aparte en la historia de Colombia.

“No puede haber un divorcio entre Ejecutivo y rama Judicial. ¡No es sano para el país! Restableceré el diálogo entre el Gobierno y los jueces, por el bien de Colombia y sus instituciones. Me reuniré con las altas Cortes para restablecer ese diálogo dentro del respeto por la independencia de los poderes y trazar una hoja de ruta que nos permita trabajar juntos por el país”, dijo el presidente electo.

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Santos hereda una muy mala relación entre el poder ejecutivo y el judicial por los graves enfrentamientos que Uribe sostuvo con el Tribunal Supremo y la Corte Constitucional que rechazó su segunda reelección, el llamado choque de trenes institucional. Por ello, anunció que su propósito es “restituir la armonía entre los poderes”.

Santos inicia un nuevo estilo de gobernar, basado en la conciliación y el entendimiento institucional. Lo remarcó en su discurso de la noche del domingo: “Como decía Franklin Delano Roosevelt, el arado de la democracia sólo puede ser efectivo si es tirado por tres bueyes de similar tamaño que caminen en la misma dirección. Necesitamos un Congreso fuerte y deliberante, y una Justicia fuerte, autónoma y eficaz. ¿Qué puede esperar la Justicia de mi gobierno? Respeto, colaboración y autonomía. Trabajemos juntos por una democracia moderna, fuerte, con partidos sólidos, ya sea para apoyar la obra de gobierno o para hacer una oposición constructiva”, remarcó.

La analista María Jimena Duzán comenta a La Vanguardia que con Santos hay “un cambio de estilo y una nueva manera de hacer política, lo cual es ya muy bueno, pero hay que esperar para comprobar que si el cambio real. Uribe era un camorrero por naturaleza. Santos es como un príncipe con buenas formas, que dice respetar la separación de poderes. Sin embargo, propone que la fiscalía esté bajo el mando del ejecutivo, con lo cual podrían morir las investigaciones que se siguen a Uribe y a sus colaboradores más cercanos. Con esa reforma, la fiscalía ya no sería parte de la rama judicial, pasaría a ser parte del ejecutivo. Santos sería el jefe de la fiscalía”, subraya Duzán.

El columnista conservador Juan Manuel Ospina señala que Santos no cambiará el fondo de la política de seguridad democrática de Uribe, pero sí la forma. Con Santos habrá una transición al posuribismo. El presidente electo tiene identidad propia: fue un aliado de Uribe, pero no su criatura”.

“Uribe ha sido guerrero, frentero, poco diplomático. Santos es más tranquilo. El cambio será de talante”, dijo el columnista liberal Ramón Elejalde.

El analista León Valencia, director de la Fundación Nuevo Arco Iris, comenta a este diario que “Santos tiene un duro dilema. O se compra las peleas de Uribe con la Justicia, con los países vecinos y los casos de corrupción, o toma distancia y comienza un lento distanciamiento del presidente. La racionalidad política indica que Santos no debería asumir como propias esas peleas, y menos ahora que tuvo una fuerte votación y los parlamentarios uribistas se le han unido. Valencia recalca que Uribe sabe que se irán cerrando en torno a su círculo íntimo las investigaciones de vínculos de congresistas con paramilitares y del espionaje político a jueces, partidos y periodistas. Si Santos gasta su tiempo en obstruir a la Justicia para proteger a Uribe, puede hipotecar parte de su gobierno”.

Aunque se distancia de Uribe, Santos no admite matices en la continuidad de la lucha para acabar con la guerrilla. En su discurso fue muy explícito al proclamar: “A las FARC se les agotó su tiempo! ¡Colombia está saliendo de su pesadilla de secuestros y violencia! Mientras insistan en sus métodos terroristas, no habrá diálogo y las seguiremos enfrentando con toda la dureza y firmeza. Hemos sido contundentes contra los terroristas y los narcotraficantes, ¡y lo seremos más todavía! Repito: ¡A las FARC y a los violentos se les agotó su tiempo! ¡Los colombianos saben bien que yo sé cómo combatirlos!”.

La Vanguardia – Barcelona