Una boliviana construye viviendas de botellas de plásticos y de vidrios; ya realizó el sueño del techo propio en México y Argentina en su lucha contra la pobreza.
Aporte. De Bolivia a México. La pobreza no tiene límites. Una pareja, con ocho hijos, ahora ya vive en una casa segura. Ingrid Vaca Díez se la hizo realidad
Roberto Navia, El Deber
Las casas de botella de Ingrid salen de las fronteras del país
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Viaje. La boliviana realizó el sueño del techo propio en México y Argentina.
La noticia de que una mujer boliviana está construyendo viviendas de botellas de plásticos y de vidrios se expandió por Sudamérica y más allá. Ingrid Vaca Díez de Casal empezó a poner los primeros cimientos de esta su cruzada en 2006, cuando se propuso hacer realidad el sueño del techo propio a los más necesitados, utilizando material descartable. Lo hizo en uno de los barrios más pobres de Warnes.
Ahora, sus casas salen de la frontera boliviana. Acaba de llegar de México -donde un matrimonio, con ocho hijos, por fin duerme bajo un techo propio- y ya se alista para construir una iglesia y un comedor para pobres en la turística ciudad de Cancún. Eso es sólo una muestra de lo que ha conseguido. Ella, una mujer entregada a los favores sociales desde que tenía ocho años, ha levantado otra de sus obras en Argentina, donde ya tiene planificado edificar 20 viviendas a partir de octubre, y todos los días recibe invitaciones para implantar sus proyectos en Uruguay, Colombia, Venezuela, Perú, Honduras, Paraguay y Chile.
“La pobreza no tiene límites”, dice, sentada en el comedor de su casa cruceña, con su computadora portátil ante sus ojos para revisar los más de 2.000 cibermensajes que le llegan a diario. Algunos le preguntan incrédulos si eso de las casas de botellas es verdad o ciencia ficción.
Pero tan reales son sus casas que Ingrid ha conseguido, sin cobrar un peso, cambiar la vida de otras personas, y la de ella misma. Por ejemplo, como lo hizo en Bolivia, donde construyó cuatro casas en Warnes y una en Montero. En México hizo que el sol de la esperanza vuelva a brillar por la ventana de la casa de los esposos Pedro Valeriano e Isabel Méndez, y de sus ocho hijos. Ahora, ellos ya no temen que del cielo caigan gotas gruesas ni soplen los vientos del norte, porque su vivienda de botellas es resistente a las inclemencias del tiempo.
Su ejército oficial de constructoras lo conforma un ruedo compuesto por ella y otras cuatro personas, que se denominan ‘mujeres albañiles empiezan el reto’. Aunque, a la hora de la verdad, a la cadena de constructores se suman los dueños de la vivienda, los vecinos y otros curiosos que no quieren perderse la experiencia de transformar una montaña de botellas de plástico y de vidrio (rellenadas con arena y tierra), que incluso fueron recogidas de la basura, en un chalé con dos dormitorios, un living-comedor, una cocina y un baño, que nada tiene que envidiar a ésos que hay en las casas levantadas con ladrillos.
Ingrid sostiene que las botellas tienen una magia particular. Cuando una casa se termina, ahí no muere el proyecto, esa vivienda empieza a ser visitada por un montón de gente y eso hace que la cadena solidaria siga, sin límites. Además, los hijos de los padres propietarios de la casa aprenden albañilería y las hijas reciben cursos de cocina y repostería para que tengan con qué ganarse la vida.
Pero haber dado el salto al exterior no hubiera sido posible sin la red social Facebook, a través de la cual la gente que está interesada en otros la contacta y se organizan para esperarla con todos los materiales para levantar una nueva obra.
Como un ejemplo de que ella pilotea su cruzada utilizando los avances tecnológicos basta con husmear una de sus cuentas de Facebook, en cuyo encabezado ha puesto el siguiente texto: Si algunos pudieran ayudar con las calaminas para la casita de Olga, necesitamos el techo urgente, se los agradecería. Tenemos que terminar la casita, ya que tienen ocho niños y dos nietos que cobijar. ¿Se imaginan con este frío cómo lo están pasando? Vaca Díez tiene tres profesiones. Es auditora, ingeniera comercial y abogada. De albañilería y construcción aprendió con su abuela, esa mujer sabia que para agradar a la nieta le construyó un horno de barro. “Yo vi que ella mezcló greda, tierra, paja y heces fecales de caballo. Todo lo hizo podrir durante 15 días y después le echó azúcar, melaza y engrudo de harina de yuca”, explica.
Todo ese conocimiento ella lo aplica ahora. De hecho, es el material que utiliza para revocar. Ingrid es también autodidacta de construcción civil.
Desempolva aquel recuerdo de cuando tenía ocho años. Entre sus compañeras de escuela, allá en Warnes, donde nació, formó el grupo al que llamó Las buenas samaritanas, para asistir a niñas de escasos recursos con alimentos y remedios. Fue allá en Warnes donde también creaba juguetes de greda que ella hacía secar al sol. En ese lugar donde está asentado el barrio Alfredo Vaca Díez (le pusieron el nombre de su padre) fue donde Ingrid mostró la primera casa de botellas terminada en octubre del 2007. Desde entonces, la noticia de que una boliviana construye viviendas de botellas se expandió por todo el continente, y más allá.
Sus frases
“Me he tenido que crear tres cuentas en el Facebook porque cada una sólo me permite tener 5.000 personas agregadas”
“La vida me ha dado mucha ganga. No tuve en abundancia, pero sí lo suficiente para formarme y dedicarme a servir”.
“Al venirme de Warnes a Santa Cruz, a estudiar secundaria, dije que algún día iba a regresar para ayudar”.
“Si yo pudiera encontrar organizaciones y gobiernos que me ayuden, ¿cuántas viviendas podría construir?, ¿Se imaginan?”