Atrapados en el círculo


Cada fin de semana repito una promesa y reincido en su incumplimiento. Y me siento mal. De verdad que quisiera sentir la satisfacción de la promesa cumplida, pero la realidad cotidiana que me golpea a diario no me lo permite. La promesa no es otra que la de llegar a esta Urupesa urbana que se pasea cada lunes por Página Siete con notas que nada tengan que ver con la coyuntura política nacional. “¡Está de buen tamaño dedicar tantas páginas a las disputas políticas!”, me digo, convencida que hay otras historias que merecen ocupar este privilegiado espacio. Pero incumplo la promesa, obligada por las circunstancias marcadas por otro golpe a la democracia. Otro abuso de poder. Otra bofetada a la ciudadanía. Y van miles. Y no los puedo ignorar, ni callar.

maggy_talavera Maggy Talavera / Periodista – Urupesa urbana / Página 7

Basta un repaso a los hechos registrados la semana que termina, marcados por el sello prepotente del Gobierno central y de los ahora subordinados funcionarios de los otros poderes o reparticiones del Estado, para comprender la imposible tarea de romper el círculo vicioso que me lleva a repetir, lunes tras lunes, un libreto que apenas varía en un par de datos menores. Nombres, tal vez; o tipificación de delitos, quien sabe. Pero la trama principal del libreto sigue siendo la misma: las imposturas de un gobierno que usa el ropaje de la democracia para acabar con ella, ante la mirada complaciente y cobarde de unas mayorías que no alcanzan a comprender que lo que está en juego son sus propios pellejos. ¿O acaso alguien aún cree estar libre de caer en la “lista negra” de “enemigos del cambio” que a diario actualiza el Poder central?



Que lo digan los potosinos, la mayoría de ellos adherente del MAS y artífice de sus triunfos electorales, hoy transferidos a la nómina de “conspiradores” que suscribe el mismísimo Presidente Evo Morales. Ya lo sintieron antes en carne propia los indígenas del Oriente boliviano, militantes del “proceso de cambio” que abanderó el MAS para llevar al poder a Morales: de ser considerados “soldados” en el proceso, pasaron a ser descalificados como “vendidos a la derecha” y, ¡peor todavía!, al “imperialismo”. Si así trata el MAS a quienes construyeron su triunfo electoral, ¡imagínese cómo trata a los que siempre se opusieron a sus pretensiones de llegar al poder! Pero el tema de fondo ahora no está tanto en los nombres que engrosan esas “listas negras” del oficialismo, sino en las medidas antidemocráticas que insiste en imponer el Poder central.

Figuran entre esas medidas la posesión de un nuevo Tribunal Electoral ajustado a los intereses del partido oficialista; la presión sistemática sobre la Justicia y el Ministerio Público para que operen como instrumentos de control político del MAS, y no como órganos administradores de justicia; la presión también sistemática y burda sobre la Policía y las Fuerzas Armadas, que hace ya un par de años dejaron de ser servidoras del Estado (entendido éste como la suma de gobernantes y gobernados) para convertirse en operadoras políticas del MAS; y el chantaje exitoso sobre las elites y dirigentes de todos los sectores de la sociedad civil que, motivados más por intereses sectoriales o individuales, claudican en sus reivindicaciones a cambio de prebendas o del perdón de sus trampas y pecados.

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Lo curioso es que todos se quejan luego del abuso de poder del Gobierno central y de los dirigentes de su instrumento político, el MAS. Lamentan la suerte de Bolivia y dicen que “nos merecíamos mejor suerte”. No faltan los que se rasgan las vestiduras y hasta se autocalifican de “mártires” o “víctimas” de ese Poder central abusivo y castrador. Y dicen, “vendrán tiempos mejores”, “los días del MAS están contados”, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Puro blablabla. Palabras vacías que se lleva el viento. Mientras tanto, las imposturas del oficialismo van ganando terreno, acallando voces, encarcelando ideas, mutilando sueños, favorecido cada vez más por la inacción de una ciudadanía que se esperaba sea radical, como la soñó hace poco Carlos Hugo Molina, o que dé paso a una cuarta versión, como la imaginó Pablo Javier Deheza.

Ni lo uno ni lo otro. Esas ciudadanías siguen adormecidas, o por la desidia o por el miedo. Tanto hace. Pero gracias a este adormecimiento es que ni yo, ni usted, ni muchas otras personas más, podemos salir de este círculo vicioso que nos atrapa y ahoga, y no nos permite llenar estos privilegiados espacios de reflexión con otras historias que nada tengan que ver con la política y con sus hijas menores.