Daniel A. Pasquier Rivero
Repensando lo importante y no sólo lo urgente. Porque las tensiones vividas, especialmente desde el 2008, nos tienen medio obnubilada la mente. Y no es para menos, las acusaciones pululan por doquier, hay cientos de perseguidos sin causa judicial alguna, los noticieros han convertido lo central del día el leer la lista de quienes tienen que ir a La Paz convocados por el Control Político y no por el Poder Judicial, sigue el interminable recuento de enfrentamientos con saldos trágicos y casi siempre sin responsables, etc. Como consecuencia de la violación sistemática de los derechos humanos por un poder político cada vez más omnipresente se da paso a una sociedad que va mostrando simultáneamente signos de cansancio y de temor. Lo que para unos es democracia transparente para otros es el camino a la dictadura de caudillo y de partido.
Mientras tanto la violencia se apodera de las calles, fenómeno comprensible cuando falta, primero, autoridad. La Gobernación no coordina con la policía porque ésta pasó a depender directamente del Ministerio de Gobierno y mientras no se resuelva la pugna por el control del gobierno departamental “autónomo” no parece que vaya a mejorar la situación. Peor, cuando el camino “bolivariano”, ha convertido a “Venezuela más letal que Irak” (The New York Times), el 2009 fueron 16.000 civiles víctimas del crimen contra 4.644 en un país en plena guerra, y muy por encima de la declarada guerra al narcotráfico en México.
Pero la violencia también está haciendo añicos la familia, los crímenes pasionales, los abusos de pareja, el maltrato de niños/as están en pantalla a cualquier hora del día. Las pandillas pasan de mil. Los colegios reportan constantes atropellos al niño y adolescente sin que hasta ahora se salga del discurso. Los datos reportados por Voces Vitales (entrevista en Letra Chica) son escalofriantes: más del 60% de los menores sufren acoso escolar; el nivel del daño físico y psicológico en muchos casos es irreversible, sin descartar suicidios y hasta el asesinato, como el caso de un niño de 9 años en Senkata. Las peleas y las palizas, sin justificativo alguno, pasan la factura.
¿Acaso los niños/as no asisten a un centro educativo? Por los resultados, parece que no: van a la escuela, algo muy distinto. Se cumplen horarios, se cuidan de exigir uniformes pero, ¿se toman el tiempo en enseñar y practicar valores que hacen a la dignidad y la convivencia humana? La escuela es, aunque se repita lo contrario, tanto o más influyente que la familia en la educación de la niñez y juventud, por el poco tiempo que se pasa en familia frente al que se pasa con profesores y compañeros; por la falta de preparación de los propios padres; por el impacto de las condiciones de pobreza en la que se debaten alrededor del 50% de las familias en el país (hasta el 85% en el campo), por la destrucción familiar originada en la migración de uno o ambos progenitores. La incorporación de modelos de conducta ajenos a nuestra realidad, vía Tv en primer lugar, hace que cada día se descubran barbaridades en la relación adulto-menor o entre menores.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
La Declaración Universal de los Derechos Humanos debería ser parte fundamental de la curricula durante toda la etapa escolar para crear conciencia ciudadana, donde el respeto a los derechos y el reconocimiento de los deberes humanos además tendrían que practicarse tanto como las matemáticas o el lenguaje. ¿Pasaron por la escuela el que apuñala al vecino, el que toca bocina sin motivo, el que insulta al peatón porque no cruza a carrera la calle, los que se vuelcan a insultar al viejo/a “de tal” desde un taxi o una vagoneta último modelo, que igual tiran cáscara de guineo, pañales desechables o una botella por la ventanilla? ¿Y los que con casco y fusil disparan a quemarropa a un ser humano después de someterlo a vejámenes y torturas (Caranavi), y para los encapuchados?
Es hora de parar la mentira. La esperanza en las nuevas generaciones exige que las autoridades, las instituciones y las familias asuman con responsabilidad cada uno su papel. La construcción de una mejor sociedad exige que el gobierno, especialmente el local, tome cartas en el asunto. El discurso de lo cruceño, no debe referirse sólo a la autonomía, hay que analizar con preferencia los contenidos educativos, la calidad de los maestros (conocimiento y conducta). Trabajar constantemente una “cultura de paz” en vez de hacer la vista gorda ante la cultura de la violencia. Una sociedad compenetrada con los principios democráticos será un baluarte frente a cualquier intento de hoy o de mañana de atropellar tanto libertades individuales como colectivas, y lo hará mucho mejor que un líder en solitario. La verdadera tolerancia a la diversidad tiene que nacer en la escuela y en la familia, y eso será posible sólo en un marco de radical respeto a la igualdad de los seres humanos.
La cultura cruceña recuerda al “combo” habitual en el comercio, donde ingredientes distintos suman para ofrecer un gusto, una imagen; partes que suman y pretenden unidad. Nuestra cultura la componen valores y aportes ético estético culturales variados y distintos, expresión de ese abigarrado conjunto de ciudadanos de distinto y lejano origen que conforman irreversiblemente Santa Cruz. Ya son afirmaciones de vivencias locales, mostrando la compleja composición social del cruceño siglo XXI, buscando una síntesis integradora y comprensiva del todo. Tratan de ser parte de “lo cruceño” con pleno derecho, frente a “lo tradicional”, por lógica, sea algo conservador y a veces reductor. Es la hora de cuidar, de atender la educación como fundamental en la construcción de ese mundo mejor al que todos aspiramos; cuesta cambiar, pero en la medida en que la mente, el conocimiento, y con ello los sentimientos y las sensibilidades estén abiertas a incorporar lo distinto, el cruceño se habrá abierto a nuevos horizontes y Santa Cruz como sociedad saldrá fortalecida.
El Día – Santa Cruz