El alquimista del presidente


Jaime Aparicio Otero

jaime_aparicio Cuando el presidente de Bolivia y a la vez de la Federación de Productores de Coca, por cierto muy popular en Europa por su calidad de indígena mítico, se coronó como redentor del imperio incaico en las ruinas de Tihuanaco, vendió una imagen colorida, con vestimentas y ritos atávicos (aunque pasó por alto que Tihuanaco, Inca y Aymara fueron tres civilizaciones distintas), que se inmortalizó en la portada del New York Times.

A partir de ese momento, el ícono del indígena victorioso, adornado como Karsai con un traje fabricado por una diseñadora de modas, anticapitalista y reivindicativo de la exclusión a la que los indígenas fueron sometidos, por los españoles primero y por los criollos después, fascinaría a una izquierda latinoamericana que cayó en manos de personajes como Ortega, Galeano o Maradona.



El ritual telúrico de su inauguración en la presidencia tuvo como sumo sacerdote al líder espiritual aymara, Valentín Mejillones, nombre que parece robado de un cuento de Melville y luego castellanizado. Este amauta fue el que ofició los rituales incaicos, prefabricados días antes, para reconocer, a nombre de los indígenas andinos, el poder de su nuevo cacique.

Lo curioso de este asunto es que Mejillones, además de sumo sacerdote del nuevo poder, resultó ser alquimista.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

En efecto, ahora sabemos que cuando la policía antidrogas allanó una casa en un populoso barrio de El Alto se encontraron con una modesta fábrica de cocaína "top of the line", donde tenían producidos 240 kilos de cocaína. ¿Quién era el dueño del próspero negocio y cocinero del producto? El mismísimo amauta Valentín Mejillones, ayudado en esta tarea por su hijo y una pareja de colombianos de apariencia no muy amable.

Todos ellos fueron encontrados con "las manos en la masa", como se dice en la jerga policial. Parece que los agentes antidrogas seguían una pista internacional y no se imaginaban que en la redada caería un líder religioso aymara poderoso, quien entregó el bastón de mando aymara y la corona del poder en el templo de Kalasasaya al nuevo presidente boliviano.

Así nos enteramos que Mejillones de día purificaba las almas de los funcionarios gubernamentales, mediante complejos sahumerios y evocaciones ancestrales, y en la noche purificaba cocaína mediante complejos procesos químicos, para elevar el ánimo de sus clientes en Brasil, Chile y Europa.

Por otro lado, Mejillones es conocido por divulgar ideas esotéricas, que Morales y su canciller toman como dogmas para impresionar a ONGs europeas, referidas a las bondades de las culturas ancestrales frente al capitalismo agonizante; a las grandes cualidades morales aymaras y a una frugalidad ancestral que les induce a aspirar a pocos bienes materiales y a vivir bien con lo mínimo posible. Mejillones también convenció a las autoridades, ante la mirada atónita de los antropólogos, que este año el gobierno debía festejar oficialmente el "año nuevo aymara número 5.518".

Todo eso demuestra un talento místico innegable en Mejillones, pero también vastos conocimientos químicos, como los alquimistas de la Edad Media, no para transformar la piedra filosofal en oro, sino, en este caso, para transformar la coca en cocaína, que vale más que el oro.

Cuando le preguntaron al jefe de policía si sabía que se habían metido con el encargado de la salud moral de la nomenclatura gubernamental, el policía, sabia y escuetamente, respondió que "desconocía las actividades espirituales" del purificador.

Los Tiempos – Cochabamba