Róger Cortés Hurtado
Los tres párrafos que vienen a continuación, entre comillas y en itálicas, los escribí y se publicaron a principios de mayo para evaluar las tendencias que mostraban las elecciones de abril.
“La nueva realidad, ratificada por los resultados electorales (…) predispone a que se multipliquen las disputas por excedente y por poder ya que cada nuevo núcleo gubernativo habilitado con la elección se moverá en la lógica de tratar de acumular ambos al ritmo más intenso y acelerado posible”.
“También dará la oportunidad de que se aprecie que la gobernabilidad no puede ser administrada mediante el control de sumas simples de militantes y aliados, ya que la nueva dinámica puede alterar las líneas tradicionales de mando y adopción de decisiones, tensionando la disciplina (interna) de las organizaciones políticas y también de las representaciones sociales por demanda y exigencias de grupos de base y del electorado.
La pugna entre la tónica centralizante del Órgano Ejecutivo y la demanda del ejercicio y la ampliación de competencias por parte de casi todas las nuevas instancias descentralizadas tiende a ser el elemento dominante de las próximas coyunturas”.
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“Los resultados (de) la votación del 4 de abril revelan cinco principales corrientes que tienen posibilidad de actuar como contrapeso a las decisiones y acciones gubernamentales: la acción espontánea y autodeterminada de masas populares; movimientos sociales regionales, (…), bloques empresarial-cívicos con capacidad de convocatoria y movilización popular; facciones internas del IPSP/MAS y el MSM. En cuanto a la segunda, está aumentando lenta pero sostenidamente la frecuencia en que movimientos sociales regionales se confrontan con políticas gubernamentales.
Una parte de esos conflictos incluye el choque entre sectores y movimientos de grupos sociales empobrecidos que disputan recursos naturales (tierras, yacimientos de diversa naturaleza, bosques, etc.) y su variante más riesgosa es la del incremento de contradicciones entre campesinos e indígenas, cuyo avance es el que entraña más riesgos aunque por ahora sea esporádica y secundaria.
La rudeza de (los) choques entre diversos socios de la coalición gobernante ubica a este tipo de confrontación en un plano cada vez más destacado, en contraste con la debilidad creciente de la oposición política tradicional. Diversos episodios preelectorales y algunos duros contrastes para el oficialismo —como el de Achacachi, Yapacaní y otros— anuncian que la lucha interfaccional tendrá un peso creciente”.
La séptima marcha indígena realizada en junio durante más de un mes y luego el conflicto de Potosí ratificaron que las tendencias observables, semanas antes de que existiera ninguno de estos conflictos, son reales, tienen una base clara y fácilmente verificable, y que, en consecuencia, los agentes estatales, munidos de todas las facilidades para informarse, pudieron y pueden actuar oportunamente para prevenir que los conflictos estallen.
En vez de echar quejas lastimeras de que cada problema no resuelto nos costará tantos y tantos puntos del crecimiento económico y de los planes de desarrollo, está al alcance de sus dedos tomar decisiones. ¿Qué se los está impidiendo? Una particular forma de ceguera, posiblemente relacionada con el hecho de que la mayor parte de estos funcionarios se sienten parte de una nueva clase dominante cuya mayor preocupación es aposentarse en ese dominio, fulminando, si pueden, a todo lo que oponga resistencia a tan sublime meta.
Los Tiempos – Cochabamba