Luego de las elecciones realizadas el año 1989 se vio que un organismo electoral confiable e independiente era el requisito indispensable para fortalecer el sistema democrático. Es que las trapisondas de la llamada “banda de los cuatro” se habían hecho demasiado evidentes y se advirtió que la ingerencia partidaria en la Corte Electoral no era lo más adecuado para dar credibilidad al sistema ante la ciudadanía.
Por ese motivo se ideó la fórmula de los “notables”. Es decir, mediante un acuerdo político realmente histórico, se decidió conformar una Corte Electoral con la participación de ciudadanos sin militancia política alguna y de incuestionables cualidades éticas y personales. Baste nombrar al meritorio periodista Huáscar Cajías. Se trató, sin duda, de una oportuna inyección de aire fresco a las instituciones democráticas.
El sistema funcionó y desde esa época la Corte Electoral tuvo una actuación impecable con pequeños problemas que no llegan a desdibujar el conjunto. No hubo manipulación y todos aceptaban de calladitos y sin chistar los resultados. Una muestra clara de la idoneidad de quienes conformaron las sucesivas Cortes.
Lamentablemente ahora estamos transitando en sentido contrario y lo que se está haciendo es crear un “Tribunal Supremo Electoral” totalmente dependiente del actual gobierno y que, como es previsible, tendrá como única función asegurar la permanencia en el poder del MAS.
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El MAS está utilizando el “rodillo” (su mayoría parlamentaria) en forma abusiva acomodando en el Tribunal a sus correligionarios para asegurar la reproducción de su poder. Las cosas llegan a extremos grotescos con candidatos “indígenas” que no hablan idiomas originarios y se valoriza más la experiencia sindical que los méritos y la formación académica. Sin duda existen indígenas que tienen una sólida formación académica pero no se trata de eso. De lo que se trata es de que sean afines al MAS. Esa es la cualidad suprema.
El MAS ya tiene un Órgano Judicial que le es funcional o por lo menos sumiso y por eso se inmiscuye en aspectos electorales y pretende la destitución de diputados opositores para reemplazarlos por oficialistas.
El establecimiento de un Órgano Electoral al servicio del gobierno significa la estocada final, el golpe de gracia para un sistema democrático que si bien adolece de imperfecciones siempre será preferible al imperio de un sistema totalitario que poco a poco se está expresando de una manera cada vez más abierta y acelerada en la Bolivia del presente.
El sistema democrático se basa en la confianza de la gente en sus instituciones. El MAS, al parecer no se está dando cuenta que la pérdida de confianza en el Órgano Electoral ocasionará la pérdida de su propia legitimidad y después de eso todo puede ocurrir.
Como siempre, el dirigente “campesino” y senador Isaac Ávalos ha planteado la cosa de manera descarnada: los miembros del Tribunal Supremo Electoral deben ser afines al “proceso de cambio” (es decir al MAS), y frente a eso no hay nada más que decir.