Descontrol urbano


Ingrid Wichtendahl

WICHTENDAHL_thumb1 Es evidente que Santa Cruz de la Sierra es desordenada, sucia y estresante para sus ciudadanos que tienen hábitos y valores de orden, limpieza y belleza ambiental. En realidad la ciudad es un muestrario de informalidad y desacato a las normas municipales con construcciones irregulares, ocupación del espacio público, lotes baldíos, profusión de letreros, ruidos molestos, basura, etc.

También es ostensible el descontrol en su crecimiento ya que en las últimas tres décadas la ciudad ha sido sometida a un proceso de “loteamiento depredador” con un fin únicamente especulativo que ve en el suelo urbano una simple mercancía y que reproduce la precariedad urbana en zonas cada vez más alejadas, las que por supuesto no disponen de las mínimas condiciones de habitabilidad. Este sistema que favorece sólo el interés de los especuladores de la tierra compromete la viabilidad de su desarrollo al aumentar cada día la demanda de obras públicas y servicios.



Lo que no es apreciable a simple vista pero que constituye una temeridad es el descontrol en las edificaciones y funcionamiento de las actividades económicas ya que el Gobierno Municipal no ejerce ninguna acción para fiscalizar la calidad y la seguridad de los edificios, la responsabilidad de los operadores que intervienen en el proceso y las garantías de los usuarios frente a posibles daños y vicios de la construcción. En el caso de las actividades económicas el Gobierno Municipal ni siquiera otorga una licencia de funcionamiento sino que únicamente se ocupa de cobrar una patente sin ninguna previsión en cuanto a las condiciones de seguridad, urbanísticas y ambientales de los locales donde funcionan.

En este marco de descontrol urbano y consecuente producción de informalidad los planes o acciones de ordenamiento que se emprenden no pasan de ser buenas intenciones y, o soluciones espurias, esporádicas e intrascendentes que no proponen ninguna política urbana significativa. Un ejemplo es la limpieza de los mercados que en vez de ser una práctica habitual es un evento que hace noticia.

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No es exagerado decir que el Orden Urbano en la mayoría de los casos es sólo tinta y papel, ya que en general ni las autoridades hacen cumplir ni los ciudadanos cumplen la normativa urbana. Esta actitud desnuda una realidad preocupante que induce a pensar que la estructura institucional establecida para el otorgamiento de licencias de construcción, funcionamiento de actividades económicas o uso de suelo sería sólo un montaje institucional ya que en la práctica estas licencias tienen muy poco o ningún efecto ordenador en la producción de la ciudad y muchas veces son utilizadas como un mecanismo de exacción por funcionarios inescrupulosos.

Por ejemplo la ordenanza 049/2006 que reglamenta las sanciones a las contravenciones urbanas, de tanto en tanto se la desempolva para amenazar la demolición de una creciente lista de obras infractoras. Es bueno aclarar que esta ordenanza fue dictada hace cuatro años con un propósito determinado: iniciar la regularización masiva de las construcciones (Ley 2372, Art. 13) y la fiscalización permanente y eficaz de la edificación a partir de: a) la base de datos del catastro multifinalitario que se creía que iba a cumplirse, b) modificar el procedimiento de aprobación de las construcciones y urbanizaciones en dos etapas: primero la aprobación provisional del proyecto y luego, previa inspección, la aprobación definitiva de la obra para su registro catastral y extensión del Certificado de Habilitación como ocurre en cualquier ciudad del mundo, c) cobro de multas a través de procesos coactivos para que sean cargadas al inmueble d) elaboración y aprobación de un código técnico de la construcción y e) la otorgación de la licencia de funcionamiento de actividades económicas.

Entonces se preveía que con la aplicación sostenida de las sanciones y de las otras medidas descritas, más educación ciudadana permanente, se disuadiría al ciudadano de contravenir el orden urbano. Lamentablemente todo lo programado fue ignorado y la ciudad sigue construyéndose, creciendo y funcionando… a la buena de Dios.