Evo Morales tiene una particular afición a meterse donde no lo llaman y opinar sobre los asuntos internos de otros países llegando a referirse al estado físico de sus presidentes. Es así que consideró que Alan García está cada vez más gordo, que el presidente de Honduras no es democrático y, además, se alegra que “500 mil” estadounidenses hayan muerto en Irak.
Sin embargo hasta ahora no se le ha escuchado una sola palabra sobre el problema de los mapuches en Chile. No se refirió al tema cuando estaba de presidenta su protectora Michelle Bachelet y tampoco lo hace ahora con el derechista, Sebastián Piñera. Lo que ocurre es que en ocasiones Evo se muestra totalmente pragmático y en la actualidad se está preparando con Chile un acuerdo que posibilitaría que Bolivia obtenga un enclave, sin soberanía por supuesto, en el puerto de Iquique. A cambio Bolivia daría a Chile agua y gas. En la Cancillería boliviana por el momento se está evaluando el impacto político que tendría un acuerdo de este tipo.
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No son austeros pero si desubicados
No se trata tan solo de que el presupuesto aprobado para la Asamblea Legislativa sobrepasa los límites de lo racional y entra al terreno de lo grotesco, más aún cuando se proclama a los cuatro vientos que estamos en una etapa de austeridad, una austeridad que por todas las evidencias solo rige para la gran mayoría de los bolivianos pero no contempla a esa nueva casta masista.
Pues bien, ocurre que la gran mayoría de los asambleístas tenían un nivel de desconocimiento del presupuesto, mayor aún del que tienen respecto de otros temas que son aprobados en esa instancia legislativa. Literalmente estaban en la luna y como ha se ha hecho costumbre a la mayoría masista, se limitaron a levantar la mano para aprobar lo que se les ordenaba.
Que no se le vaya a ir la mano
Ya lo habíamos anunciado. Bandas delincuenciales conformadas por policías están actuando al más puro estilo de Calamarca o del más reciente Blas Valencia. Esto lo sabía muy bien el ministro de Gobierno, Sacha Llorenti pero se lo tenía muy bien callado para no despertar susceptibilidades en una institución que se muestra tan quisquillosa. Es así que con un gran sentido de la oportunidad, solo tuvo que dar la instrucción para que en Santa Cruz cayeran cuatro oficiales, no suboficiales o policías rasos, que formaban parte de una de esas bandas.
Naturalmente el asunto le sirvió mucho, tanto a él como al comandante de la Policía, Oscar Nina, para mejorar su imagen muy deteriorada por los casos de Caranavi y Uncia. Sin embargo ya le están llegando señales de que no debe patear demasiado el avispero por cuanto en la Policía saben muy bien de donde llegó la orden para reprimir a los bloqueadores de Caranavi sin importar los métodos.