Hernán Cabrera Maraz
Lo que menos existe y lo que menos se ha cultivado en Santa Cruz es una cultura de los derechos humanos en todos los niveles de la sociedad civil, en las instituciones del Estado, en las estructuras del poder y en los medios de comunicación social. Y los ejemplos que desnudan nuestra hipótesis son contundentes.
El hecho de que un conductor de un vehículo ni bien pasa un segundo mientras espera el semáforo, alguien de atrás toca la bocina y empieza a gritarle una serie de improperios. El policía que procede a detener con violencia y sin respetar los procedimientos legales. El gendarme municipal que decomisa productos y golpea a los comerciantes. El profesor que golpea y castiga a sus alumnos por alguna situación minúscula. El servidor público que no atiende con calidez y apremio algún trámite de un ciudadano, y de paso pide coimas. El productor y el campesino que chaquean sin medida ni clemencia y destruyen los bosques, mientras las instituciones se lavan las manos, y nuestros niños se enferman por la contaminación. El transporte público que “acarrea” a los usuarios y los traslada como carga. El militar que tortura y maltrata a los conscriptos. Las personas adultas mayores que no conocen sus derechos y son tratados como objetos en los hospitales. El violador que ultraja y destruye dignidades y honores de las niñas. El fiscal y el juez que no administran justicia con valentía y celeridad. Los centros de salud atestados de enfermos y sin medicamentos. Los medios de comunicación que manipulan la información y controlan la realidad y a los actores. Las vidas humanas que se pierden en los atracos, robos, accidentes de tránsito, en las peleas, en la droga. La juventud que no encuentra espacios para su desarrollo integral, pero si tiene a su alcance cientos de boliches y prostíbulos. Los indígenas que son utilizados políticamente y que no son consultados para la explotación de sus recursos naturales. Los impostores que a nombre del pueblo tildan de traidores y enemigos a los que no piensan igual que ellos. Los trabajadores que son explotados y ganan un sueldo miserable, y los derechos laborales que son pisoteados. Los niños de la calle que hacen malabares por unas cuantas monedas. Las mujeres que sufren la violencia intrafamiliar y que son discriminadas.
En fin, el rosario de vulneraciones a los derechos humanos es muy largo, y que constata que la misión para exigir su cumplimiento y vigencia es intensa, ardua y compleja. Que además es responsabilidad del conjunto de la sociedad y de sus instituciones, tanto públicas como privadas. En la Constitución Política los derechos humanos están ampliamente contemplados, difundidos y reconocidos en un catálogo que va del artículo 13 al 76, que recoge casi todos los instrumentos internacionales, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Americana de Derechos y Deberes, el Pacto de los Derechos Civiles, Políticos, Económicos y Culturales, el Convenio 169 de los Pueblos Indígenas, y muchos otros. Todos ellos ratificados por el Estado boliviano y en plena vigencia.
Algunos dirán que en el papel todo se puede decir, claro que sí, pero dependerá de cada uno de los órganos del poder político, social, gubernamental, departamental y municipal, cumplir y hacer cumplir cada uno de los mandatos constitucionales. Además de los retos de la radio, periódicos, canales de televisión para que se conviertan en aliados importantes en la construcción de una cultura de los derechos humanos, que implica no solo el disfrute individual y colectivo de acceder a la salud, educación, a la justicia, a empleos, al desarrollo, a la vivienda, al agua, sino el de consolidar una ciudadanía plena, segura y digna. “Los derechos humanos expresan el reclamo por un ethos de justicia que no sea impuesto de manera coercitiva sino que pueda ser incorporado a la vida cotidiana, como parte de la estructura motivacional de las personas. Todo esto a través de procesos de intercambio y diálogo entre sujetos considerados iguales, sobre la base de un reconocimiento mutuo de su dignidad en tanto seres humanos”, afirman las sociólogas Maria Inés Pérez y Alicia Szmukler.
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Ahora es el momento de los derechos humanos, no hay término medio hacia esta meta, ni pretextos para no asumirlos totalmente. Así como dijo en agosto de 1963, Martín Luther King: “Ahora es el momento de resucitar a nuestra Nación de las arenas movedizas de la injusticia hacia la roca sólida de la hermandad. Ahora es el momento de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos e hijas de Dios”. En Bolivia, hoy es ese momento.