El pecho a través de los años


escote El gusto por un tamaño de pecho determinado, así como la manera de resaltarlo o esconderlo varían de una cultura a otra y con frecuencia cambian dentro de una misma sociedad. Desde los orígenes de la humanidad el arte prehistórico registra la ambigüedad de los imaginarios humanos, que han preferido tanto los senos voluminosos como los pequeños e incluso los pechos planos.

En efecto, ya en el arte rupestre se representan mujeres con pechos voluminosos, a menudo con vientres redondos y caderas anchas, junto a otras de pechos pequeños o apenas marcados. Pero no sabemos nada acerca del sentido erótico que se atribuía a uno y otro tamaño.

Las mujeres de la Grecia antigua le prestaban atención al pecho ya que lo sujetaban con una banda de tela. Pero el pecho no debía ser un elemento erótico ya que las estatuas de la época nos han transmitido la imagen de los pechos firmes pero modestos. Tampoco en las cerámicas existen representaciones eróticas que muestren caricias o besos en esta parte del cuerpo femenino.



Estaban locos estos romanos

Los romanos también mostraban indiferencia por los pechos. La gran novela erótica de Petronio, El Satiricón, no habla de los pechos de las mujeres. Ovidio, en Arte de amar, dice que hay que cubrir los pechos planos y sólo mostrar los perfectos, pero que es el hombro desnudo el que le despierta el deseo de besar, no los senos.

Los frescos de Pompeya representaban mujeres en posiciones eróticas, pero sus pechos no solían estar visibles y cuando aparecían eran pequeños y discretos. De modo que el busto tampoco se consideraba erótico en aquella ciudad de la antigua Roma.

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Parece que hubiera sido con el cristianismo cuando el pecho de la mujer cobra el aspecto erótico, seguramente a través de los moralistas, que afirmaban que “de ninguna manera había que permitir que las mujeres mostraran partes de su cuerpo” por temor a que indujeran a los hombres y a ellas mismas al pecado.

De los pintores del Renacimiento a las Pin-ups de Hollywood

En el Renacimiento, los pintores representaban pechos femeninos con mucha frecuencia y los escritores competían en ingenio para halagarlos en sus textos. Después los senos se liberan y adquieren importancia, como lo demuestran las pinturas de Tiziano, Rubens, Fragonard o Boucher.

La Revolución Francesa le fue favorable a los pechos, que se llevaban libres bajo telas transparentes; y durante el imperio napoleónico se crearon vestidos que los mostraban y realzaban. Pero la burguesía, que sin embargo los prefiere grandes y maternales, va a encorsetarlos hasta finales del siglo XIX.

Es la mujer del siglo XX la que pone de moda los senos pequeños y los cuerpos esbeltos y deportistas: lo que lleva a borrar los atributos clásicos de la maternidad.

Los soldados americanos de la Segunda Guerra Mundial lanzaron a la moda la chica pin-up de formas muy generosas. El cine de Hollywood tomó el relevo e impuso a las actrices de pechos opulentos. Pero el busto pequeño no se deja abatir y en el último tercio del siglo regresan con fuerza.

Hoy los gustos son variados: la cirugía ofrece la posibilidad de aumentar y de reducir los pechos, lo mismo que los sujetadores, que sirven tanto para realzar como para camuflar el busto.

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