El PMDB y las elecciones brasileñas


Jaime Paz Zamora.

Considerada una potencia emergente, el Brasil se perfila como uno de los grandes protagonistas del siglo XXI. De ahí el liderato ya casi emblemático del presidente José Ignacio Lula Da Silva que proyecta al mundo la imagen y la realidad de un país creíble y serio con crecimiento económico sostenido, múltiples posibilidades y significativo desarrollo social e institucional. De ahí también que el proceso electoral brasileño en curso que tendrá su segunda vuelta el próximo 31 de Octubre atraiga la atención más allá de sus fronteras en una dimensión nunca antes vista.

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A fin de introducirnos adecuadamente en el Brasil político nada mejor que acercarnos a la realidad y accionar del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) al que paradójicamente los análisis tienden a secundarizar a pesar de constituir desde hace mucho tiempo la variable de ajuste principal de la política y la gobernabilidad del país. Conformado a fines de los 60 y durante los 70 como Movimiento Democrático Brasileño aglutinador de las fuerzas y lideratos democráticos en oposición a los gobiernos militares logra presionar-negociar con estos la transición, impulsar la restauración democrática a inicios de los 80, ganar elecciones y organizar gobierno a la cabeza de José Sarney ante la muerte sorpresiva de Tancredo Neves, e instalar la Asamblea Nacional Constituyente bajo el liderato de Ulises Guimaraes, dando nacimiento a lo que se vino a denominar la Nueva República.

Desde entonces hasta hoy es casi imposible comprender la democracia brasileña sin comprender al PMDB. Todos los presidentes desde 1985 a esta parte con excepción del último, Ignacio Lula Da Silva, surgieron de sus filas aunque no hayan sido sus candidatos, salvo Sarney. El actual candidato Serra y su líder histórico el ex presidente Fernando Enrique Cardoso se separaron a finales de los 80, como expresión del centro izquierda democrática, para conformar el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB). Su gravitación tectònica como fuerza mayoritaria en el parlamento con la presidencia de ambas cámaras y su presencia cualitativa y cuantitativa en los estados y municipios de la federación hizo que Lula después del primer año de gestión un tanto indefinida comprendiera, como lo había hecho antes Cardoso, que la sostenibilidad del rumbo programático de su proyecto pasaba necesariamente por una alianza de gobierno de largo aliento con el PMDB que no solo mantiene aun con varios ministros en su gabinete sino que proyecta en un acuerdo electoral de apoyo a la candidatura de Dilma Rousseff. De nada le valieron las voces disonantes en su partido y el alejamiento de importantes dirigentes y organizaciones políticas de base. Por el contrario generó las condiciones para decir con claridad a los que lo quisieren escuchar entre propios y extraños que como presidente estaba dispuesto a gobernar no solo para el Partido de los Trabajadores (PT) sino para todo el Brasil. Es el momento en que su liderato alcanza la proyección histórica que hoy ostenta.

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Más allá del apelativo que debieron adoptar como parte de la negociación con el régimen militar que buscaba poner límites a la dispersión política, el PMDB no es en sentido estricto un partido, aunque sea el mayor de los que existen en Brasil. En realidad se trata de una gran coalición de lideratos estaduales y municipales con amplia convocatoria regional y local, políticamente adheridos al sistema democrático constitucional representativo. Bajo esta sombra democrática amplia coexiste la más variopinta gama ideológica desde el centro hasta la derecha. El ex presidente José Sarney y actual senador, un tanto delicado de salud, ejerce un liderato histórico referencial compartido de alguna manera con la presencia moral del también ex presidente Itamar Franco.

En la primera vuelta electoral del pasado 3 de Octubre, la información y el análisis se centraron de manera dominante en el accionar del presidente Lula como cabeza y motor de la campaña de su candidata personal Dilma Rousseff y en el perfil de su oponente José Serra que no logró velocidad de crucero en ningún momento hasta el extremo que Marina Silva del remoto estado del Acre en la frontera norte con Bolivia y Perú resultó la gran sorpresa como candidata del Partido Verde (PV). Los reflectores una vez más no estuvieron sobre el PMDB que sin embargo repitió su mayoría en el senado y llegó detrás del PT por contados escaños de diferencia en diputados. A pocos días de la segunda vuelta del domingo está claro que el resultado dependerá tanto de los votantes de Marina que llamó públicamente a un voto de conciencia, cuanto de los del PMDB cuya disciplina estará condicionada a la convocatoria de lideratos más estaduales y locales que nacionales.

Lo más interesante de la realidad política brasileña es que sea Dilma Roussef la ganadora, como las encuestas parecen decirlo, o sea José Serra, ambos necesitarán para garantizar gobernabilidad y sostenibilidad de gestión un sólido acuerdo parlamentario o de gobierno con el PMDB. Pero aún más interesante es el hecho que a nadie en el Brasil le parecería extraño que esto sucediera, por lo que si alguna certidumbre podemos abrigar es la de que el PMDB de una u otra manera formará parte del futuro esquema de poder en el país más grande del continente.

¿Variable de ajuste de gobernabilidad? ¿Termostato para evitar recalentamientos? ¿Flotador para regular las aguas? ¿Colchón neumático de sustentación? Lo que se quiera. Pero este fenómeno nos lleva a otro más profundo que recorre hoy transversalmente a Latinoamérica. ¿Puede la izquierda gobernar sola de manera sostenible y no traumática, o sus posibilidades como factor de cambio están condicionadas a la conformación de un espectro amplio de gobierno con el centro derecha democrático? Esta última fue la opción del presidente Lula en sus dos periodos; la del socialismo chileno en su alianza con la Democracia Cristiana, y antes la de la izquierda boliviana, que encabezó de 1989 al 93 el gobierno del Acuerdo Patriótico. De visita en Madrid los pasados días el jefe de gobierno del D.F. de México Marcelo Ebrard, uno de los posibles candidatos del PRD en las próximas elecciones presidenciales fundamentó similar alternativa como la más viable para la izquierda mexicana.

Jaime Paz Zamora

Ex Presidente de Bolivia