El salto inexplicable…


Cayetano Llobet

cayetano-5_thumb Habría que imaginar una escena: el grupo más duro del FMI presiona a Evo Morales y éste no tiene más que ceder al chantaje internacional. Como tal escena no se ha producido, sigo sin entender lo que ha pasado en la mente del gobierno.

Un gobierno que ha logrado la totalidad del poder, que no tiene ninguna oposición viable, por lo menos a la vista, un gobierno cuyas “formas democráticas” no le generan ninguna observación internacional, que ha mantenido fundamentalmente su base plebiscitaria y su legitimidad popular a pesar de una mala gestión, pero con un discurso populista y despliegue mediático convincentes, se lanza, sin anestesia, a la medida que es la fórmula mágica para ser impopular de la noche a la mañana: el gasolinazo. Pero además, decide hacerlo con cifras que superan y en mucho, las medidas de Jaime Paz, de Banzer, de Goni, considerados como la quintaesencia del neoliberalismo y sacrificadores sistemáticos de las clases populares.



El Vicepresidente, supuesto maestro de la retórica gubernamental y anunciador de la medida, “explica” que es el contrabando la causa y añade que no se puede seguir beneficiando a los “privilegiados que tienen cinco o seis coches de lujo”… ¡más infantil, imposible! Primero, porque está confesando públicamente la inutilidad del aparato estatal para combatir el contrabando, después de que fue el mismo gobierno el que desplegó todo un escenario teatral posesionando en la frontera nada menos que a un General para encabezar esa lucha. Más ridículo todavía, si son ciertas las denuncias hechas sobre la cantidad de contrabando de combustible que hacen las propias Fuerzas Armadas a la frontera con Brasil. Certifica, además, el fracaso de la política de nacionalización y su consecuencia: la falta de inversión. ¿Cómo aumentar la producción sin inversión, sin exploración y explotación? Es como esperar ganar el premio gordo sin comprar un número de lotería.

En un canto a la impotencia, el Presidente llega a afirmar, en mensaje nacional, que es tan problemático el problema del contrabando que han podido detectar a bebés “llevando diesel en mamaderas y en termos” (sic)!!!! Tan ingenuo y candoroso como el cartel en una marcha: “Evo neoliberal, vete a Cuba”.

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Si la racionalidad del capitalismo ortodoxo obligaba a la medida, es absurdo que la adopte el gobierno que ha venido maldiciendo esa ortodoxia. Tampoco es la austeridad y la necesidad de sacrificio las que justifican la suspensión de la subvención a los hidrocarburos: ¡sólo la compra del avión de Evo representa el 10% del total de esa subvención! ¿Qué tal?

Pero pretender no ver que el impacto es directo sobre las clases populares más pobres, es adoptar una ceguera voluntaria. El gobierno creyó que todo lo que hacía sería aprobado por el pueblo. Se olvidó de algo elemental: a las clases populares no les importa la escasez de Tribunal Constitucional, de Corte Suprema o la escasez de Justicia: les importa la escasez y la carestía del pan, del azúcar, de la harina, del arroz. ¡Ese mismo arroz por el que las mujeres hacen cola desde las cuatro de la mañana mientras Evo le regala cincuenta toneladas a Hugo Chávez!

Evo, además, en lugar de desplazar responsabilidades (lo que parecía al no estar presente en el decretazo), las asume personalmente, lo que equivale a dar un salto al precipicio: nadie más que él es visto como el autor de la mayor agresión al bolsillo del pobre. En estas circunstancias, lo de neoliberal es un adorno. Lo otro, lo que le están gritando, lo de “traidor”, ¡eso es lo grave!