Juan Claudio Lechín
En lo que va de año, el gobierno del presidente Chávez ha dejado podrir ciento cincuenta mil toneladas de comida. A primera vista, el número parece absurdo. Pero la prensa venezolana sigue encontrando containers con leche en polvo degradada, arroz con gorgojo, harinas hongueada0s, carne vacuna agusanada y pollos descompuestos.
Medido en containers de veinte pies, este desperdicio ocuparía treinta kilómetros de largo. No es poca cosa y representa el 20% de la comida adquirida por PDVAL, la institución gubernamental encargada de paliar el hambre en Venezuela.
Descuidar algunas toneladas de alimento sería reprobable aunque comprensible (en países con débil institucionalidad); pero ciento cincuenta mil toneladas carroñas ya no son el traspié administrativo de un funcionario sino que aparece como una política de Estado premeditada y que esconde un propósito definido: la toma del poder absoluto en manos del presidente Chávez. Lo del alimento podrido es uno de los engranajes de una compleja estrategia que busca vaciar el país de opositores, actuales o potenciales, con el fin de controlarlo.
Otra tenaza es la erradicación de la empresa privada. Cuando el gobierno importa víveres subvencionados, debilita al sector alimenticio privado y luego lo nacionaliza. En lo que va de año se han nacionalizado doscientas once empresas. Tan indiscriminada es esta ofensiva que hace unos meses falleció durante su huelga de hambre, Franklin Brito, un pequeño emprendedor que protestaba porque el gobierno le había quitado sus pocas tierras. Pesaba 34 kilos cuando expiró.
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Otra línea desarmadora ha sido crear una burguesía leal al gobierno, la “boliburguesía”, favoreciendo a aliados, familiares y socios con el tipo diferencial de cambio (un multimillonario negocio especulativo), tratos con el gobierno y comisiones por adquisiciones, como fue el caso denunciado por Sadous sobre la venta de carne argentina a Venezuela.
Otra táctica en este plan, es hacer compras millonarias a otros países a cambio de apoyo diplomático, como con España; para sellar alianzas como con Irán y Rusia; y también repartir créditos “generosamente” a países pobres con el fin de someterlos. No son técnicas nuevas. Ya Hitler las aplicó. Comprando condicionó a Austria, Checoslovaquia y Polonia antes de realizar el Anschluss y emprender las invasiones que detonaron la Segunda Guerra.
El ciudadano venezolano, asfixiado por estas y otras ofensivas de la estrategia del presidente Chávez, empieza a emigrar por miedo al régimen, por la escasez alimentaria, el 33% de la inflación, la proscripción de la empresa privada, la falta de oportunidades, no recibir divisas ni pasaporte y la represión a las libertades públicas. Acosar y reprimir al ciudadano hasta el hartazgo fue un método utilizado por Fidel Castro para botar a cientos de miles de cubanos de su patria, sobre todo a opositores. Con el mote de “gusanos” y ganando el silencio internacional, criminalizó al pueblo que había condenado al éxodo. Siguiendo esta metodología de limpieza poblacional, el gobierno venezolano está presionando al autoexilio. Sabe que a menos gente mayor control. Lo importante no es el pueblo sino el petróleo.
El Comercio – Lima