Fuimos los primeros en advertir que se venía la medida del “gasolinazo”, y a pesar de que los voceros del gobierno se empeñaron en negarlo en los últimos días (minando los últimos restos de la apocada credibilidad oficial) el “paquetazo” es hoy una realidad. El precio del diesel se ha incrementado por decreto en un 83%, de 3,72 a 6,80 bolivianos; la gasolina de bajo octanaje, la de uso masivo, 73 por ciento, pasando de 3,74 a 6,47 bolivianos el litro; mientras que la gasolina de alto octanaje tiene un aumento del 57 por ciento, subiendo de 4,79 a 7,51 bolivianos el litro. Los efectos sobre la canasta familiar -vía precios o escasez- serán terribles, configurando un verdadero ataque a la economía popular. Lo cierto es que esta medida pone en evidencia que no existe la solvencia financiera tan mentada por el ministro Luis Arce, y que lo que tenemos actualmente es una grave crisis fiscal. La adopción de esta medida es la demostración más palpable y contundente del fracaso de la política económica, de la engañosa Evonomics. Pero esta medida también es algo más: con la excusa de evitar el traslado del aumento de los combustibles a los productos básicos, el gobierno anunció la implementación de los “precios justos” para todos los alimentos, es decir, el salto cualitativo a una economía controlada. El socialismo está a las puertas y por la vía del desastre. Junto al control de precios se anuncia el congelamiento de tarifas, lo que tendrá efectos catastróficos en varias cooperativas de servicios básicos, particularmente en el sector electricidad, donde la denominada “tarifa solidaria” ya había generado un multimillonario desfinanciamiento. Este es un momento decisivo para el gobierno del MAS, que puede significar tanto el paso a una economía virtualmente planificada como una seria desestabilización social. Este es el regalo navideño de Evo Morales para todos los bolivianos.