Cae control militar y el contrabando ilegal de gasolina y diésel hacia Brasil no se detiene; en Desaguadero hay tratos al contado y por teléfono.
Frontera. Los conductores hacen fila en los surtidores a partir de las 16:00 en Quijarro
Roberto Navia | El Deber
Cae control militar y el contrabando persiste
Tráfico. La transferencia ilegal de gasolina y diésel hacia Corumbá, que sale desde Quijarro y Puerto Suárez, no se detiene. Ambos productos son trasladados en tanques de vehículos y también en lanchas
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En Puerto Quijarro, frontera boliviana con Brasil, los volúmenes de gasolina y diésel que llegan a los dos surtidores del pueblo se agotan hasta las 11 de la mañana. Miembros de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) en la zona y de la Fuerza Naval, admiten que saben que los conductores de los motorizados revenden el producto, al doble del precio, en el apetecido mercado brasileño, pero también lamentan sentirse con las manos atadas para combatir el contrabando hormiga, una actividad con la que el presidente de Bolivia, Evo Morales, pretendió justificar el decreto del ‘gasolinazo’ que él mismo revirtió la última noche de 2010.
El anuncio que hizo el Gobierno de fortalecer la presencia militar y de la Aduana para frenar el contrabando de combustible en la frontera con Brasil no sólo que no se ha cumplido sino que se ha reducido la cantidad de efectivos que durante el 2010 custodiaban la frontera.
“Ahora nos encontramos un poco disminuidos porque estamos licenciando a nuestras tropas. Toda esa gente que el año pasado se ha ocupado de ese trabajo (luchar contra el contrabando) está por irse a sus casas. Tenemos patrullas que trabajan hasta con un 50% menos”, reveló el capitán de navío de la Fuerza Naval de Quijarro, Juan Carlos Fiorilo Saavedra, quien dijo que tiene un plan listo para revertir la simple tarea que ahora realizan y que se limita a evitar el caos en la compra de combustible, hasta que puedan llegar a convertirse en agentes capaces de frenar el contrabando.
“Quiero sistematizar todo el proceso de expendio de combustible porque hay muchos conductores de vehículos que compran gasolina y la revenden en Brasil. Eso ocasiona largas filas y desabastecimiento”, admitió el comandante de la Fuerza Naval de Quijarro.
En Quijarro funcionan dos surtidores y en Puerto Suárez uno. Entre los tres reciben un promedio de 50.000 litros diarios de gasolina y diésel. Más del 50% de este combustible, a decir del comandante Fiorilo, y del funcionario de la ANH David Chamavilla, es comprado de los surtidores para pasarlo ilegalmente a los consumidores en el vecino país, donde el precio oficial de la gasolina es de Bs 10 el litro y ellos compran a Bs 7.
Para cambiar esta realidad que cada vez gana mayor terreno, el comandante Fiorilo propone al Gobierno hacerse responsable directo del control de combustible, desde que se deposita en los surtidores hasta que llega al consumidor.
“Yo tengo la experiencia de Cobija. Ahí trabajé en el Comando Conjunto Amazónico que es el que se hace cargo de todo el proceso”, sostiene el jefe militar, que lamenta que el Comando Conjunto del Plata (que fue anunciado para que opere en Santa Cruz y sus fronteras) no tenga la misma fuerza que su par Amazónico.
Pero hay otro dato que arroja el hombre fuerte de la Naval fronteriza. “Para mover nuestras unidades requerimos combustible, no tenemos presupuesto y así es difícil. El que incurre en contrabando tiene diferentes rutas para sacar el combustible y nosotros no podemos movernos mucho”, dice Fiorilo, en su oficina de la segunda planta de un edificio blanco.
El contrabando hormiga de combustible no tiene cabezas visibles, si bien es un secreto a voces que gran parte de quienes hacen las filas para adquirir el diésel y la gasolina luego los pasan a Corumbá.
Al otro lado de la frontera tampoco hay receptores identificados del tráfico de combustible y para encontrarlos hay que ‘bucear’ entre los recovecos de la ciudad de Corumbá donde se estima que son unas 3.000 las personas que se dedican a esa actividad.
EL DEBER tuvo acceso a información que desvela cómo es que opera el rentable negocio del contrabando hormiga de combustible. Una de las fuentes es un hombre que se dedica a esta actividad y que decide abrir la boca porque él cree que no se trata de una labor ilegal y que de ninguna manera el tráfico de los carburantes causa desabastecimiento como lo ha señalado el primer mandatario.
En el patio de la casa de esta fuente informativa hay bidones de plástico de diferentes medidas. “Ahí vacío la gasolina que saco del tanque de mi vehículo”, confiesa. Pero su labor se inicia mucho antes, por lo general, a las 16.00 del día anterior a la compra, cuando se sube a su vehículo y se dirige a uno de los dos surtidores que hay en Puerto Quijarro para ganar un espacio en una fila que a las 8:00 del día siguiente, cuando empiecen a vender la gasolina y el diésel, se extenderá a lo largo de 350 metros y donde habrá por lo menos 200 motorizados más.
Después, él se va para su casa, se pone un camisa sucia y un pantalón corto, se tiende debajo de su vehículo para destapar el tanque de combustible y vaciar el líquido a uno de los envases de plástico que tiene para tales menesteres. “Yo vendo el producto a Bs 6 el litro, con esa ganancia hago estudiar a mis cuatro hijos”, dice, y aclara que entre sus clientes no sólo están brasileños, sino también bolivianos que necesitan del combustible porque en horas de la tarde en los surtidores no se encuentra ni una gota de gasolina.
Pero otros prefieren cruzar con sus motorizados hacia Corumbá donde venden el litro a Bs 7 en unos garajes que funcionan como una especie de almacenes donde expenden, además, otros productos. Por vía acuática también se trasladan carburantes.
La gasolina o el diésel son camuflados en barquitos de pesca y trasladados en lanchas y los esperan al otro lado de la bahía, en Brasil.
El administrador de la Aduana de Quijarro, Róger Bacallanos, dijo que en la frontera el control de expendio de combustible está supervisado por la Policía, con la ayuda del Ejército y bajo fiscalización directa de los delegados de la Agencia Nacional de Hidrocarburos.
“Entendemos que los ciudadanos brasileños vienen en sus autos, como si fuera de paseo, y compran el combustible clandestinamente en algunas calles, a escondidas (…). En esta frontera noso-tros (la Aduana) no hemos sido invitados a desempeñar un rol en la venta de combustible”, aclaró la autoridad.
Por su parte, el ministro de Defensa del Estado Plurinacional, Rubén Saavedra Soto, dijo que no es evidente que las Fuerzas Armadas hubieran carecido de capacidad para contener el contrabando de combustibles y que, al contrario, con sus propios medios económicos y operativos han brindado apoyo a la Aduana Nacional para el cumplimiento de sus funciones, como ser el control del contrabando.
El ministro agregó que se han logrado avances en cuanto a la confiscación de combustible y alimentos y que es necesario comprender que la lucha contra el contrabando es competencia legal de la Aduana Nacional y que las FFAA sólo apoyan.
Existe microtráfico en pueblos intermedios
El comercio al raleo de los combustibles no sólo ocurre en los pueblos fronterizos.
EL DEBER evidenció en un recorrido que en núcleos urbanos de San Julián, San Ramón, San Ignacio de Velasco y San Rafael la gasolina y el diésel se venden en algunas casas particulares, en botellas de plástico, a Bs 5 el litro.
Quienes venden ambos carburantes colocan letreros y una mesa con bidones. Los que los compran por lo general son los mototaxistas o algún conductor de vehículo de cuatro ruedas que se ha quedado sin combustible y que no puede conseguirlo de un surtidor porque se ha agotado o prefiere evitar las filas.
María es una muchacha de 19 años. Está parada a un costado de la carretera asfaltada, en San Julián. Ahí se pone todas las tardes y su tarea es vender el combustible que su esposo ha comprado del surtidor el día anterior. “En este pueblo no hay trabajo, la plata que gana mi marido no alcanza y yo tengo que ganar algo”, dice la madre de dos hijos.
En San Rafael también hay quienes venden la gasolina al raleo. Nosotros cumplimos una función importante porque hemos salvado a varios conductores que se han quedado sin combustible en medio camino”, sostiene un vendedor que se siente orgulloso del trabajo que hace.
En Puerto Suárez este tipo de comercio se lo hace de manera subterránea. La venta no es abierta como en otros pueblos.
Opinión
Yo solo no puedo hacer nada
Vidal Chamavilla / ANH en Quijarro
El cupo al que puede acceder diariamente una persona es de Bs 120, ya sea de gasolina o diésel. Cada día hacen fila 250 conductores. Yo solo no puedo controlar el contrabando, necesito apoyo de la Alcaldía, de las FFAA, de Tránsito y de la Aduana. Casi todos de los que vienen a adquirir el combustible luego lo van a vender a los brasileños. Eso lo sabemos nosotros. Desde el pasado lunes ya no hay presencia en el surtidor de efectivos de la Fuerza Naval, debe ser porque están licenciando a los soldados. Normalmente enviaban a un oficial y a seis policías militares. A veces a ellos no les hacían caso y las largas filas se rompían y se generaba un caos. Yo no sé cómo es que consiguen comercializar el producto mediante el contrabando. Pienso que los que se dedican a esa actividad deben tener sus caseros que están esperando el combustible. En esta región somos dos los oficiales de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH).
Desde adentro
– En Puerto Suárez y Quijarro, el combustible al sector particular se vende los lunes miércoles y viernes y al transporte público los martes, jueves y sábado.
– Un conductor no puede cargar más de Bs 120 de combustible. Esa es la instructiva que tienen los funcionarios de los surtidores y la que hacen cumplir los representantes de la Agencia Nacional de Hidrocarburos.
– La Fuerza Naval de Puerto Quijarro por ahora en lo que más se concentra es en evitar que en las filas que se dan en los surtidores, no haya caos. Los patrullajes en la frontera son limitados porque la institución no cuenta con el suficiente combustible para poner en marcha a sus motorizados y especialmente las lanchas, puesto que son las que demandan más consumo de gasolina.
– Ronny Roca Dorado, presidente cívico de San Ignacio de Velasco, pide que no esté permitido vender gasolina a los niños que llegan con bidones en carretilla porque dice que hay adultos que los utilizan en el microtráfico de combustible.
En Desaguadero hay tratos al contado y por teléfono
Tráfico. Los comerciantes no tienen freno alguno por parte de la Aduana en la frontera con Perú porque, no hay control. El diésel, la gasolina y el GLP son los ‘productos estrella’
Inesperado. Un camión cisterna que transporta combustible, con placa boliviana, fue visto en territorio peruano. La Aduana no logra consolidar una fiscalización
M. Chuquimia. Desaguadero, El Deber
El comercio que se genera dos veces a la semana, el trabajo agrícola en el campo y el contrabando de mercaderías peruana y boliviana, son las tres principales actividades de los comerciantes que dan vida a Desaguadero, población fronteriza en el occidente del país y que está a 112 kilómetros de la ciudad de La Paz.
Martes y viernes, después del denominado ‘gasolinazo’, comerciantes bolivianos exhiben su mercadería en las calles de Desaguadero; los compradores, en su mayoría son peruanos, el cruce de un país al otro no tiene mayor problema, puesto que no existe control en ninguno de los dos lados.
Esta falta de inspección en el lado boliviano, alienta y estimula a los contrabandistas que no tienen mayor conflicto para llegar con productos bolivianos a los mercados peruanos. Diésel, gasolina, gas licuado y ahora azúcar, son los ‘productos estrella’ de los comerciantes inescrupulosos.
La oferta de compra de productos está hasta en las calles de Desaguadero, donde se exhibe incluso el número de teléfono al que se puede llamar para cerrar el trato; pero la compra o venta, en el caso de azúcar, afrecho, afrechillo o torta de soya, no es por quintal, compran por tonelada. Todo comercio es ‘al por mayor’.
“No somos pueblo de contrabandistas”, afirma vehemente el alcalde de esa población, Lucio Flores Huayta, y para probar sus afirmaciones firmó un acuerdo con la Aduana para brindar un espacio dentro el pueblo donde se construya un recinto aduanero y exista control de la mercadería que entra y sale.
Pero las evidencias, por el momento lo desmienten, porque la actividad de martes y viernes genera un gigantesco movimiento económico y en el que trabajan pobladores y forasteros, niños y adultos.
De hecho, las balsas y las conocidas ‘bicitaxis’ son las que más trabajo realizan; los contrabandistas las prefieren a la hora de llevar cantidad; el precio es por carga, los ‘pilotos’ ponen el precio, que puede ir desde los 10 soles, unos 25 bolivianos, hasta los 50 soles, unos 125,5 bolivianos, dependiendo de la carga.
Ellos trabajan sin tiempo, consiguen su cliente y desde el depósito hasta ‘el muelle’, no se detienen, un pequeño control municipal no impide su paso, ellos simplemente gritan el nombre de la dueña o dueño de la mercadería, los dos agentes municipales que están en la oficina, esperan, llega el dueño, les entregan el dinero establecido, mientras su carga ya está en las balsas que también alquiló. Todo este mecanismo no deja huellas, porque nadie pide recibo ni factura.
En el caso de los combustibles, el precio difiere de un lado al otro entre contrabandistas. El peruano que cruza a Bolivia a comprar diésel, gasolina o gas, paga a precio ‘de frontera’; los comerciantes peruanos explicaron que en el caso del gas, pagan 20 soles, más Bs 20 por cada garrafa (unos Bs 70), una vez en el lado peruano, esa misma garrafa sube y el precio es en función al tipo de cambio.
En la frontera también se siente la escasez de azúcar
Desde la escasez de azúcar en los mercados bolivianos, la incógnita es dónde va esa mercadería; en el mercado de Desaguadero-Perú, la venta es dificultosa, los comerciantes aseguran que el producto está escaso y se vende por kilo.
Su precio es de siete soles, unos Bs 17,50 el kilo, lo que en Bolivia cuesta a Bs 5,30, según el informe de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa). Existen dos tipos de azúcar, la morena y la blanca; la primera tiene un precio de seis soles, unos Bs 15.
El precio puede bajar en función de la existencia del producto; los peruanos aseguran que la azúcar nacional no está llegando y por eso recurren a comprar la boliviana, pero creen que pronto llegará y el precio será de tres soles (unos Bs 7,50).
Por otro lado, el plan Santa Bárbara, que fue anunciado hace dos semanas, debe esperar el visto bueno del Presidente, que recibió el proyecto en la última reunión de lunes, cuando se reunió con el Alto Mando Militar.
Detalles
– Denuncia. El alcalde de Desaguadero, Lucio Flores, señaló a sus paisanos de la cercana localidad de Guaqui como los responsables del contrabando de combustibles que llega hasta su pueblo; dijo que el único y más efectivo control está ahí con el Regimiento Ingavi, pero que no hace nada.
– Control. Al mediodía, cuando los comerciantes bolivianos retornan de Desaguadero, el control es ‘estricto’, porque revisan cédulas de identidad, mercadería, piden papeles de lo que se está internando, e incluso fiscalizan si los minibuses llevan demasiado peso.