Senador chileno habla del mar. Hernán Larraín es el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Chile.
Líder político de la UDI Fue electo senador por primera vez en 1994 y reelecto en 2002. Entre 2004 y 2005 fue presidente del Senado de Chile. Es uno de los líderes más destacados de la Unión Demócrata Independiente (UDI)
Carlos Morales Peña
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Santa Cruz | El Deber.- Es uno de los principales asesores del presidente chileno, Sebastián Piñera, en materia de política exterior. Exjefe de la ahora oficialista Unión Demócrata Independiente (UDI), Hernán Larraín es el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Chile. Larraín advierte que la opción para resolver la demanda marítima boliviana no incluirá una fórmula con soberanía boliviana en el Pacífico. También explicó los alcances de una reforma a la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA), hoy amenazada por los propios Gobiernos que, dueños de amplias mayorías, muestran tendencias autoritarias.
-¿Cómo está la salud de la democracia en América Latina?
-Creo que, desde la década de los 90, la región está viviendo un periodo de mucha fuerza democrática. Luego de algunas décadas de dictaduras y de Gobiernos de facto de distinto sello, hubo un despertar del valor de la democracia en la región y un compromiso por fortalecerla de forma muy significativa. Hay que recordar que en 1991 ya se hizo un primer compromiso a escala regional por la democracia, que fue seguido de varios esfuerzos que se cristalizaron en 2001 en Lima (Perú) con la firma de la Carta Democrática Interamericana aprobada por la Asamblea General de la OEA.
Eso nos da una señal muy positiva sobre el compromiso para defender la democracia y no sólo frente a un escenario de ruptura, sino que ya se ve la necesidad de prevenir el debilitamiento de los distintos regímenes. La verdad es que, hoy por hoy, salvo el caso de Cuba, no existe en la región ningún régimen autoritario. Cuando se produjeron quiebres, rápidamente se intervino. Como fueron los casos de Ecuador y Honduras, que generaron crisis importantes en la región que desataron repudios internacionales que frenaron los procesos de quiebre de la democracia.
Por eso, en el lado positivo, creo que hay una conciencia muy significativa de que la democracia es el régimen político que queremos para nuestro continente. No obstante, lo que no advertimos en ese momento es que se hizo todo para prevenir las acciones que se daban desde fuera de los sistemas para romper con los Gobiernos establecidos, y no advertimos que parte del debilitamiento de las democracias podía provenir desde los Gobiernos establecidos. Por eso, uno se pregunta si estamos haciendo los esfuerzos máximos dentro de la Carta Democrática para prevenir las amenazas contra el sistema. Honduras es un buen ejemplo. Hubo muchas señales de que podía pasar algo y no se hizo nada para impedirlo. Por eso, hay que ver este proceso de una forma distinta. La Carta Democrática debe condenar de forma enérgica tanto cuando haya una amenaza de ruptura como cuando se dé un proceso de deterioro que pueda llevar a un quiebre al final. Hemos escuchado cómo en Venezuela, Nicaragua e, incluso, Bolivia se están dando pasos que van socavando lenta pero sostenidamente el ordenamiento democrático. Sea porque se violan derechos humanos o se vulneran libertades fundamentales, hay señales fuertes de deterioro de la democracia. ¿Qué hace la comunidad internacional al respecto? Nada. ¿Qué hace el sistema interamericano? Nada. Sólo discursos políticos, pero no hay instrumentos para intervenir sobre estos procesos graduales, hacer un control y una evaluación sobre lo que pasa en los distintos países.
-¿Qué hacer frente a esta situación?
-Primero es que la resolución de 2001 no es un tratado internacional, por lo que no tiene la misma fuerza jurídica. Además, la Carta Democrática incorpora demasiadas áreas dentro de la noción de democracia. Por ello, hay que precisar los conceptos para saber que estamos hablando de lo mismo. Hablamos de democracia representativa en un Estado de derecho que se preocupa de la defensa de los derechos humanos, que se ocupa de procesos electorales libres, abiertos e informados, y que busca asegurar la preeminencia de las libertades fundamentales. Estamos propiciando que la Carta se convierta en un tratado, con mecanismos concretos de seguimiento de los países. Hay distintas fórmulas, pero una es contar con un relator que vaya informando sobre lo que está ocurriendo o establecer una comisión observadora permanente de la democracia en la región. Cuando surja una luz amarilla, se harán recomendaciones a los países para que corrijan estas situaciones. Creo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos debe asumir una mayor responsabilidad, porque muchas veces se inhibe de intervenir por razones políticas.
Hay que darle mayor fuerza de acción. A esto hay que añadir reformas del Estado que actúen como contraparte de estos esfuerzos que se dan a escala internacional. Éstas deben apuntar a la transparencia en el acceso a la información pública para que la ciudadanía sepa lo que está ocurriendo. Hay que trabajar estas transformaciones a través de los distintos países.
-Bolivia y Chile avanzaron en la negociación de 13 puntos de su agenda bilateral. Sin embargo, el litigio entre Santiago y Lima por los límites marítimos ante el tribunal de La Haya obliga a esperar. ¿Cómo observa Ud. este proceso?
-Creo que el acercamiento entre ambos países se está haciendo con mucha altura y apertura.
Los presidentes Michelle Bachelet y Evo Morales iniciaron un diálogo a través de esta agenda de 13 puntos y establecieron una comisión de vicecancilleres, que la ha estado siguiendo para avanzar en su cumplimiento. El presidente Sebastián Piñera ha profundizado esa misma línea de trabajo, porque para nosotros ésta es una política de Estado y ha seguido perseverando en el desarrollo de esta agenda.
¿Qué se puede esperar de este proceso? Yo creo que mucho. Los temas se están discutiendo con mucha sinceridad y sin ningún límite. Eso permite la franqueza que genera confianza sobre hasta dónde se puede llegar en esta materia.
No todo ha sido color de rosa. Por ejemplo, la comisión técnica llegó a un acuerdo sobre el Silala. Después, sin embargo, Chile lo ratifica pero Bolivia no, lo cual fue una mala señal. Porque si la comisión técnica llega a acuerdos que después no son ratificados, se pierde el esfuerzo que hacen los equipos diplomáticos.
Ahora, los presidentes han encomendado a los cancilleres tomar esta agenda y tocar todos estos temas. Esperemos que se alcance una solución que sea satisfactoria para Bolivia pero que también sea viable y factible para Chile. Ésta no será un ciento por ciento para Bolivia, pero es que la solución no puede ser en blanco y negro, o 100 o cero, porque, entonces, no estaríamos ante una conversación, sino ante una imposición. Cada país tiene su perspectiva, sus antecedentes y sus razones. Pero entre cero y 100 hay 99 puntos, espero que logremos ese punto en el que Bolivia sienta que avanza y que Chile pueda tomar decisiones que sean viables. Desde luego, modificar tratados para Chile es complejo, porque nosotros tenemos todas nuestras fronteras definidas por tratados. Cuando uno abre una ventana, no sabe cuál puede ser el efecto dominó que se pueda dar en los demás. Allí hay una dificultad mayor para dar plena satisfacción a Bolivia.
-¿Está de acuerdo con un plebiscito o referéndum?
-No. Creo que la democracia representativa puede hacerlo. Cuando uno introduce estos instrumentos, se presta para mucha demagogia y mucho populismo. Los plebiscitos son instrumentos que se utilizan en regímenes donde no hay Congreso, es decir, donde no hay democracia. O en comunidades locales porque ahí hay una relación más directa entre la decisión y el efecto que puede tener sobre la gente. Si instauramos el referéndum sobre temas que son centrales, no sólo se presta para el juego del Ejecutivo de turno, sino que también deja a la oposición en una situación muy disminuida. Esto altera la democracia y fortalece en exceso al Ejecutivo.
-¿Están dadas las condiciones para que se dé ahora un salto cualitativo con soberanía para Bolivia?
-No, no están dadas las condiciones. “Soberanía” no es una palabra que nosotros podamos pronunciar en el marco de las negociaciones con Bolivia. Hay fórmulas que no conllevan soberanía y que se están explorando, eso es algo posible. Hay que ver qué mecanismos podemos utilizar para ese fin. Sin embargo, veo muy difícil que se llegue a una solución del tema con soberanía.
Además, yo creo que en 30 años más las fronteras no van a existir entre los Estados. Hoy son muros que separan. Mañana sólo habrá separaciones de nacionalidades, no de Estados. Veamos si no el ejemplo de la Unión Europea. Ellos se integraron y suprimieron esas barreras, y países como Suiza o Austria, que no tienen soberanía marítima, funcionan como Estados plenos.
Eso es lo más importante. El esfuerzo es transformar estas conversaciones hacia una integración total de los países en todos los planos. Nuestras economías son complementarias y debemos dejar de pensar en nuestros países como islas. Ojalá avancemos en esta senda y evitemos que el pasado nos siga dividiendo.
Perfil
Líder político de la UDI
Fue electo senador por primera vez en 1994 y reelecto en 2002. Entre 2004 y 2005 fue presidente del Senado de Chile. Es uno de los líderes más destacados de la Unión Demócrata Independiente (UDI), que, hoy, forma parte del Gobierno del presidente Sebastián Piñera.
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