Nueva era…


MarceloOstriaTrigoMarcelo Ostria Trigo

Seguramente, el ‘gasolinazo’ y su retroceso han marcado el límite político entre el antes y el después de una era, la que comenzó en 2006; se ha presentado un nuevo escenario, con actores en ascenso y otros en el ocaso. La propia revolución –si es que es tal el llamado ‘proceso de cambio’– devorará a sus hijos, repitiéndose, en muchos, el destino de Georges Jacques Danton.

Ya no tiene tanta relevancia la controversia sobre el fallido aumento de los hidrocarburos del 26 de diciembre que desató las protestas populares. Se trata de un hecho político –el del retroceso del 31 de diciembre– que muestra una nueva realidad: carencia de respaldo suficiente y de consistencia, lo que va a marcar, desde ahora, el incierto futuro político de un estado de cosas que, por cinco años, predominó en el país.



Si esto se aprovecha en el buen sentido, es decir, si se aprende del mensaje ciudadano que fue muy claro –“no es posible sembrar nabos en las espaldas del pueblo”–, podríamos entrar en una era de moderación y de tolerancia. Esto conlleva el abandono de la soberbia y de la falsa idea de que todos los demás están equivocados, menos los que tienen el poder. De otra manera, con la insistencia en el predominio de los supuestamente buenos sobre los que se cree que son los enemigos, el camino será áspero y peligroso. Aceptar las lecciones que da el pueblo y reconocer limitaciones propias, es consustancial a la convivencia armónica de la ciudadanía. Y esto, en efecto, es parte de la vida democrática.

La tentación de aferrarse a un estilo pendenciero y de menosprecio al oponente exacerba maliciosamente la pugna política; pugna que sólo es deseable si hay respeto mutuo y consideración. La insistencia en devaluar a quienes discrepan con el modelo oficial, con pocos felices sobreentendidos, es una conducta y no una defensa ideológica. Liberales y capitalistas son términos tomados como invectivas. Pero hay respetables opiniones –iguales que las de los llamados progresistas o revolucionarios– que muestran esa otra línea de pensamiento político, lo que da sentido a la comparación de sistemas y propuestas. Esta tentación de ofender, y el afán de demonizar a todo lo opuesto, lleva al disparate y a la exhibición de un sectarismo ciego; sectarismo que siempre resulta provocador.

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Por otra parte, se insiste en darle apellido a ciertas cosas; ciertamente apellidos equivocados. Se mencionó que la subvención a los hidrocarburos fue una medida ‘neoliberal’. ¡Vaya insistencia en mostrar errores conceptuales! Las subvenciones del Estado son formas de intervención en la economía, lo que va a contramano con la libertad de mercado. Pero, así las cosas, se van acuñando frases y disparates.

Lo que viene es inevitable. Nuevas fuerzas, no necesariamente opuestas al régimen o favorables a la oposición, han ganado terreno con el ‘gasolinazo’ y su resultado: el retroceso. Éstas mostraron su vigor y capacidad de convocatoria para la protesta. Pese a cualquier argumentación, esas nuevas fuerzas saben que la movilización –un estilo de los últimos diez años en el que confían– es efectiva, y, seguramente, la van a ejercitar. Se ve ya la secuela: el pedido de cambio de ciertos ministros, y esto sólo será el comienzo.

El panorama, desde el retroceso del ‘gasolinazo’, se presenta ahora con ostensibles diferencias. Habrá que esperar, sin embargo, que la concertación sustituya a la imposición tan propia de los regímenes autoritarios.

El Deber