Oficio, de ladrillero a quemador de coca


Hay decenas de obreros que ponen a prueba sus energías para quemar hasta la última hoja. Son decenas de jornaleros que por un par de días cambian la quema de ladrillos por la coca o así espantan al desempleo.

image Dos obreros alimentan con gas el horno de la última quema de coca en 2010, en las alturas del municipio de Sipe Sipe. – José Rocha Los Tiempos

Por Katiuska Vásquez – Los Tiempos – 2/01/2011



Oficio: “Quema coca”. Son decenas de jornaleros que por un par de días cambian la quema de ladrillos por la coca o así espantan al desempleo. Unos llegan con alguna experiencia: estuvieron antes en una o dos quemas. Eso los fortalece a la hora de respirar el primer estallido de humo que sale del horno: la humareda los vuelve invisibles, lo inunda todo a 50 metros a la redonda. Pero, por más cenizas que salgan ellos se quedan inmóviles atrincherados en los ojos del horno, aferrados a los lanza llamas y finalmente logran domar al fogonazo.

Este primer triunfo es apenas una recompensa por las largas jornadas que les restan. Quemar unas 100 mil libras de coca les lleva tres días en los que no se duerme. Hacen turnos pero igual el cansancio los ronda: estar en vela y soportar el frío nocturno no es fácil aunque la paga sea buena –comparada con otros jornales- unos 250 bolivianos al día, con comida.

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Muchos se rinden al amanecer. Los más cansados se entregan al sueño ahí mismo entre la montaña de bolsas plásticas en la que se guardaba la coca. Pero, el éxito de la quema depende de no darle tregua al fuego: hay que atizar el horno y sacar las hojas quemadas. Los carretilleros son tan requeridos como las garrafas con gas: ellos extraen las cenizas humeantes y las arrojan en los senderos. Ello permite que la quema sea uniforme y que las hojas que están en la superficie del horno desciendan hasta los leños que se colocan en la base para acelerar la incineración.

Campamento

Por la estancia y la naturaleza del trabajo se arma un pequeño campamento, que esencialmente, consiste en una cocina: en la que se prepara una sopa de fideos o tallarines, para calmar el hambre de los quemadores. Alrededor están las herramientas: barretas, carretillas, lanza llamas, garrafas, gafas, guantes y barbijos. Todo se utiliza en la incineración.

Además, del humo los quemadores deben soportar la temperatura del horno. Unos intentan proteger sus ojos con gafas y sus manos con guantes. Pero, otros prefieren despojarse de todo eso y enfrentar el calor y la polución a puro pulmón.

En 2010, este ritual se ha repetido varias veces, las necesarias, para quemar casi un millón de libras de hojas de coca chapareña, yungueña y peruana decomisadas por la Dirección de Control de la Hoja de Coca e Industrialización (Digcoin), cuando eran desviadas al narcotráfico.

Según el responsable de Digcoin de Sacaba, Reinaldo Ledezma, este año ha sido el más alto en incautaciones- comparando con 2008 y 2009- “sólo nos falta 20 mil libras para un millón, en el depósito principal de Sacaba. Pero, en el interior del país debe haber un millón de libras más”.

Incinerar cada libra demanda unos 75 centavos de bolivianos y el trabajo corre por cuenta de un contratista que es el que se encarga del transporte hasta la quema. La intensión es que la coca decomisada el 2011 vaya a la planta industrializadora.

HACEN HORNO ÚNICO PARA QUEMAR COCA

Un experimentado ladrillero construyó un horno único y especial para incinerar coca. Héctor Urey, su creador contó que después de participar en varias quemadas y sopesar el calvario que implicaba deshacerse de tantas libras de hoja de coca decidió encarar un proyecto pionero: un horno especial para quemar la milenaria hoja.

Hace unos tres meses terminó de construirlo, en las alturas de Sipe Sipe. Está hecho con 11 mil adobes. Mide 36 metros de largo por ocho de ancho.

El constructor volcó toda su experiencia de ladrillero en la obra. Además, del tamaño el horno tiene 46 boquillas, que sirven para alimentar de fuego y a la vez de respiraderos. Para cada incineración el horno utiliza unas 20 garrafas de gas licuado de petróleo y 30 obreros, que atizan las hojas día y noche, durante tres jornadas.

En su primer mes de funcionamiento en este horno se ha incinerado al menos la cuarta parte de toda la coca quemada en 2010, unas 250 mil.

El pasado 28 de diciembre pasó incineró 4.236 bolsas con 140 mil libras.