Índice de los Editoriales de Periódicos
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El Día: Lucha Contra la Corrupción
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El Día: Tan lejos de El Cairo
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El Día: Plan de gobierno Evo-Álvaro
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El Día: Bolítica
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El Día: La gran encrucijada
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El Día: La nueva Ley de educación
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Los Tiempos: LA DESPENALIZACIÓN DEL AKULLIKU Y DE LAS DROGAS
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El Deber: Una nueva era para el Comité pro Santa Cruz
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Cambio: Otro mundo es posible
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La Prensa: Un censo certero y transparente
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El Diario: Costo de vida, contrabando y escasez
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El Mundo: Garantía
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Opinión:
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Clarín, Argentina: La degradación de la función pública
El Día: Lucha Contra la Corrupción
¿Es o no es Verdad?
No puede parecerme mal que el Gobierno haya declarado el 8 de febrero como Día de Lucha contra la Corrupción. Puede ser una oportunidad para sensibilizar al país sobre este hecho que envenena a muchos sectores sociales y que su ponzoña se derrama por todo el mundo. Más bien me sumo al propósito gubernamental refrescando algunas ideas, por demás conocidas pero cada vez más olvidadas.
Antes de desarrollar el tema de la corrupción quiero decir que, a muchos no nos pareció tan apropiado celebrar el Día Nacional – ¿o plurinacional? – del Acullico, pues la costumbre de mascar coca no es ni nacional ni plurinacional, pues no se practica en el Oriente boliviano. Además, las estadísticas revelan que el acullico ha ido perdiendo practicantes, incluso en zonas altiplánicas. Aunque haya que mencionar con acendrado indigenismo, la excepción de los neo acullicantes masistas que se hacen fotografiar mordiendo una hoja sagrada para demostrar la autenticidad de sus orígenes autóctonos.
Pero volvamos a la lucha contra la corrupción, una peste que se ha agravado en los últimos tiempos y que envenena desde las alturas del Gobierno, hasta los sectores de escasos recursos. Esta plaga no se fumiga como el mosquito del dengue. ¿Es que no tiene remedio? Veamos. La corrupción se puede prevenir, en cierta medida, desde la familia y de la escuela con la educación de la conciencia moral, así como desde la recta administración de la justicia. Aunque, en las condiciones culturales, incluso religiosas, en que se desarrolla nuestra sociedad, resulta difícil, cada vez más difícil, que la familia conserve y transmita los valores morales fundamentales que entendemos como buenas costumbres. Pero hay que trabajar en este sentido.
En cuanto a lo que entendemos, en sentido amplio, como vida pública tampoco es fácil que los tribunales sean justos cuando el mismo Gobierno los ha politizado (léase, corrompido). Cuando el Gobierno habla de luchar contra la corrupción, no debe excluir al sector público, responsable en gran parte de los graves atentados contra el bien particular y el colectivo. Basta enunciar unas cuantas palabras, sin necesidad de alargarse en describir su significado. Para entender lo que quiero decir: narcotráfico, soborno, contrabando, prevaricación, perjurio, falso testimonio, delación, falsedad, difamación, injuria, estafa, lavado de dinero, (me quedo corto) y otros mil delitos tipificados en el Código Penal.
He omitido, a sabiendas, por simple respeto al discreto lector, todos aquellos crímenes nefandos que avergüenzan a la sociedad moderna. En todos esos pozos negros se encuentran la malicia personal y la perversión institucional. Pero si la Justicia institucional hace diferencias, castigando, incluso con exceso, al adversario político y tolerando la maldad de sus correligionarios, estaría dando pruebas de una repelente hipocresía. A modo de aterrizaje recordaré que todavía existe un factor coadyuvante a las dos instituciones (familia y justicia) en la auténtica lucha contra la corrupción, y que llamamos sanción social. Es el castigo, no legislado, que la sociedad impone al inmoral, al corrompido, quitándole la confianza la amistad y la reputación.
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El Día: Tan lejos de El Cairo
Enfoque Internacional
La escena duró apenas unos segundos en pantalla, un destello breve que nos cinceló en la retina la imagen de miles de personas protestando en las calles de El Cairo. La situación era descrita por la engolada voz de un locutor cubano, quien sostenía que la crisis del capitalismo había hecho estallar la inconformidad en Egipto y que las diferencias sociales hundían al Gobierno.
Apenas mencionó que un ciclo de casi 30 años se estaba desmoronando en solo una semana, justo allá, en un país donde la historia se mide con números de cuatro cifras, se acuña en trozos del tamaño de milenios. La alusión entre nosotros a la prolongada estancia en el poder de Hosni Mubarak fue -como advierte el refranero popular- mencionar "la soga en casa del ahorcado", insinuar que en nuestro propio patio un autoritarismo de cinco décadas también ha excedido su fecha de caducidad. Tal vez para evitarnos esa comparación, los medios estatales se mostraron cautelosos con las noticias que llegaban desde el norte de África. Nos administran a cucharadas la narración de los sucesos, sin hacer hincapié en todos los motivos que empujan a un pueblo a poner límite al mandato personalista de un octogenario. A pesar del sigilo periodístico, otros fragmentos de lo ocurrido llegaron hasta nosotros a través de las redes alternativas de información, de las perseguidas antenas parabólicas y la escurridiza Internet.
La prudencia oficial no pudo evitar que nos sobrecogiéramos con la vista aérea de la plaza de Tahrir que vibraba al ritmo de la espontaneidad, cuando por estos lares hace muchos años que esa franqueza no se percibe en la sobria y gris plaza de la Revolución. Era inevitable que, al observar la muchedumbre manifestándose con pancartas, termináramos haciéndonos la pregunta que aquel locutor de corbata a rayas quería alejar de nuestras mentes. ¿Por qué en Cuba no ocurre algo así? Si nuestro Gobierno es de más vieja data y el colapso económico se ha convertido en elemento inseparable de nuestros días, ¿qué evita que emprendamos el camino de la protesta cívica, de la presión pacífica en las calles? Egipto ha venido a sacudirnos en nuestra mansedumbre y el arrojo de otros nos ha enfrentado con nuestra apatía, en esta nación donde el tiempo se mide en efeméride "revolucionarias", se acuña en los folios amarillos de la burocracia.
La teoría de pueblos valientes y pueblos cobardes es, en el menor de los casos, simplista. No hay una genética de la rebeldía como tampoco se puede predecir en qué momento la inconformidad alcanza su punto de ebullición. Esta isla larga y estrecha ha nutrido desde 1959 las especulaciones, las barajas de copa y espada, los tableros de Ifá y hasta los cuartetos rimados, de analistas, cartománticos, babalaos y profetas. Ante estos augurios de un futuro que no acaba de llegar, millones de cubanos han resumido su actitud cívica en un vocablo moroso: esperar.
Acarician el espejismo de la solución rápida, de acostarse un día en un Estado sin derechos y levantarse al otro en una Cuba democrática. Cuando el tiempo de aguardar se prolonga más allá de lo previsto, muchos deciden conjugar el verbo emigrar u optan por las breves y lacónicas sílabas de "callar".
Pero lanzarse a las plazas no, pues ese asfalto retinto de las avenidas pertenece -y así nos dicen desde pequeños- a los revolucionarios, a Fidel Castro y al Partido Comunista. Nos han hecho creer que protestar en público contra los despidos masivos, el alto coste de la vida o para exigir la renuncia de un Gabinete son gestas que emprenden otros, acciones que solo son posibles fuera de nuestras fronteras nacionales. Nos han quitado las calles, nuestras calles. En aras de impedir que una multitud tome las aceras y grite al unísono ¡qué se vaya el presidente, qué se vaya!, activan los mecanismos ocultos del control, los resortes del miedo. El engranaje de la vigilancia que no conoce de crisis económica ni de recortes se cierne constantemente sobre nosotros.
Ahora mismo está en vilo, ajustando sus agentes, sus autos, sus leyes, para evitar el contagio que puede venir desde el Este. Pues aunque El Cairo queda muy lejos, hay demasiadas analogías entre los cubanos y esos rostros que vimos reunidos en la marcha de un millón. Ellos gritaban contra Mubarak, pero del lado de acá de la pantalla muchos sentimos que nos emplazaban a nosotros, que nos hacían sentir avergonzados de nuestra inercia.
Yoani Sánchez es periodista cubana y autora
del blog Generación Y. En 2008 fue galardonada
con el Premio Ortega y Gasset de periodismo.
El Día: Plan de gobierno Evo-Álvaro
Tribuna
El año pasado conocimos el “PLAN DE GOBIERNO MAS-IPSP (2010-2015) Evo-Álvaro” al que habría que añadir el Conejo, la Reina de Corazones y Alicia para estar en el país de las maravillas.
Según el Vicepresidente, “es un programa de Gobierno sólido, consistente, fundamentado”. “Un programa de industrialización acelerada, con tiempos largos, medianos y cortos, de diversificación de la economía y de potenciamiento del Estado”, afirmación dudosa tanto por la receta estatista de su ejecución, como por el débil sustento financiero del programa, basado en recursos que serían generados por la ya fracasada nacionalización de los hidrocarburos y en ausencia de inversión extranjera, económica y tecnológica.
Hay que reconocer que hay aspectos destacables; el Plan recoge importantes iniciativas en lo referente a planes de infraestructura y energía y se valora la educación técnica en un país huayraleva. Pero su debilidad y error es su enfoque estatista, se asigna al Estado el rol de empresario y productor, propio del capitalismo de Estado y se desconoce la iniciativa individual y el mecanismo de mercado, que además forma parte de la practica social del boliviano y especialmente del andino. El programa en su ideología identifica como enemigo al capitalismo y la propiedad privada y esto recuerda los famosos programas comunistas: Primer Plan Quinquenal de Stalin: siderurgia, energía, petróleo y electricidad y el Gran Salto Adelante de Mao, con sus comunas; que lograron la hambruna y muerte de millones de personas y el fracaso económico, además de desastrosos daños ambientales.
El éxito de cualquier programa de gobierno está en el enfoque y el entorno en que se aplica: El programa del MAS, parte de la idea que el actor principal del desarrollo es el Estado y vale la pena aclarar que el Estado en Bolivia es el Poder Ejecutivo a cargo de todos los poderes, la cúpula gobernante y un creciente numero de servidores, elegidos por el solo mérito de responder a sus jefes. Son estos funcionarios de baja calificación e ínfimos salarios, quienes manejaran burocráticamente las empresas del Gobierno, decidiendo qué es lo mejor para el país y para la gente, definiendo o inventando los mecanismos para hacerlo o buscando apoyo de sus amigos ideológicos: cubanos, iraníes, venezolanos; quienes en su país fracasaron en todo, menos en montar excelentes aparatos represivos.
Esto nos lleva a pensar que este será otro plan más, de los muchos que se han escrito en la historia del país, pues más importante que el programa es el ambiente en el que se aplica. Este Plan, que habla de una economía plural, tiene que ejecutarse en un ambiente de inseguridad jurídica y física, que aleja y desalienta a los productores e inversionistas. Un ambiente, con recetas ideológicas que desajustan las fuerzas de la economía, como aquella de prohibir las exportaciones y regular precios, que han logrado disminuir la producción de alimentos. Y al final cuando todo va mal, cuando el desabastecimiento se agudiza, se crean empresas estatales como Emapa, remedio que resulta peor que la enfermedad. Se creó una burocracia que compite en forma desleal, usando recursos públicos y ventajas arancelarias, con el sector comercial nacional, de lejos más eficaz, que la nueva empresa capitalista del Estado plurinacional.
Si algo se pudo aprender y confirmar innumerables veces a lo largo del siglo XX es que el desarrollo, la prosperidad y la armonía social son la consecuencia de la seguridad jurídica, las inversiones, el mercado, la educación, la colaboración internacional y la libertad para desplazarse, asociarse, producir y consumir. De contar con un Estado sólido, promotor del desarrollo mediante incentivos en infraestructura y logística y proveedor de un marco de seguridad jurídica y física para que los actores económicos tomen sus decisiones en un marco de regulación, que busca salvaguardar la sociedad y el medio ambiente.
Necesitamos un Plan Nacional de Desarrollo Nacional y Planes Departamentales, que sean una guía para la acción del Estado y una referencia para los actores económicos. Un Plan que responda al actual contexto histórico, político, económico y ambiental de la humanidad y con la urgencia de tomar en consideración el desafío del cambio climático y la bomba poblacional. Un Estado reducido y sólido en su rol regulador, generador de políticas públicas y garante de una estructura institucional que da sustento y previsibilidad a estas políticas.
Un programa de desarrollo sostenible con enfoques de sustentabilidad y tecnologías adecuadas que aumenten la productividad y la producción, ahorren combustibles, materias primas y reciclen los desechos. Un programa que confíe en las personas y su capacidad de tomar decisiones y asumir riesgos en un país y una economía libre.
El Día: Bolítica
El objetivo que tenemos no es mantener sino superar en un 10% todo el trabajo que se ha realizado durante el 2010, eso significa incrementar el número de operativos que consiguientemente derivaría en el incremento de incautaciones’".
Fernando Amurrio
Comandante departamental de la FELCN
Se dice que: El narcotráfico sigue campeándose en el país. En el mes de enero se ha incautado 350 kilos de cocaína en Santa Cruz, según la Policía Antinarcóticos".
A Bolivia le falta cooperación en la lucha antinarcóticos y consideramos que sus esfuerzos son insuficientes e incluso nulos en algunos frentes para frenar el narcotráfico en su territorio".
Informe oficial
DEPARTAMENTO DE ESTADO DE EEUU
El Día: La gran encrucijada
Bajo el Penoco.
Otra vez ha vuelto el rumor de un nuevo gasolinazo y el Gobierno lo niega, pese a que son los ministros, el vicepresidente y también el jefazo, los que ayudan a generar estos comentarios, porque no hacen otra cosa que insistir en la necesidad de elevar los precios de los carburantes. Sus quejumbrosos análisis se acentúan en la medida que aumenta el precio del barril del petróleo, que con altibajos, idas y venidas, otra vez anda bordeando los 100 dólares. Eso obliga a los nacionalizadores plurinacionales a apartar más platita para comprar gasolina, GLP, diesel y lubricantes y evitar que también haya filas en los surtidores. Los genios del Gobierno estaban seguros de que los ingresos generados por la venta de gas alcanzarían para importar alimentos y es por eso que arremetieron contra el aparato productivo del oriente boliviano y en el mejor de los casos, lo ignoraron. Ahora están en una gran encrucijada: o compran azúcar, harina y arroz (y en breve será pollo, huevo, carne, leche) o compran gasolina. O las colas las hace la gente en las pulperías de Emapa o las hace en las gasolineras. No hay otra.
El Día: La nueva Ley de educación
Editorial
Con el inicio del año escolar se ha puesto en evidencia –al menos en Santa Cruz- que la nueva Ley de Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez demorará un buen tiempo antes de ser aplicada como corresponde por el sistema educativo boliviano. En los hechos, ha sido una sorpresa para la ciudadanía que un importante porcentaje de directores de establecimientos educativos desconozca los pormenores de la nueva normativa sobre la educación. Por otra parte, ha causado preocupación y confusión entre educadores y padres de familia el que no se haya difundido de mejor manera la mencionada Ley, llamada a revolucionar la educación en el país, pero que hoy por hoy es una incógnita.
En su momento, la promulgación de la Ley de Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez provocó agudas críticas de la Iglesia Católica y de un sector de maestros urbanos, fundamentalmente porque se la presentaba como una normativa que caracterizaba a la educación como laica, centralizada y antiimperialista, y también porque en algunos aspectos no había sido consensuada. Aun así, la idea de acabar con la educación alienada, sometida, subordinada, para dar paso a una educación revolucionaria, liberadora ante todo, aparecía como lógica consecuencia de la coyuntura política por la que atraviesa el país. En todo caso, mostraba más facetas positivas que negativas.
Conviene recordar que una de las causas del fracaso de la Reforma Educativa de los años noventa residía en que los maestros no fueron tomados en cuenta en el proceso. La insuficiente gestión hizo el resto. El Gobierno del Estado Plurinacional, en una coyuntura política y social aparentemente favorable a sus propósitos, promete hacer buena letra con la nueva Ley de la Educación. Sin embargo, está cometiendo los mismos errores del pasado y se han dado señales de una aplicación de la ley reñida con la eficacia. Por ello, la opinión pública está en su pleno derecho de expresar descontento con este proceder que tergiversa la expectativa generada por la ley en su promulgación.
En la Ley Educativa, el maestro tiene un rol decisivo en la “transformación” hacia la liberación del pueblo boliviano. No obstante, ahora mismo se está constatando que los propios directores de establecimientos educativos no conocen lo suficientemente la ley. Vistas así las cosas, qué se puede esperar de los maestros de base si los supuestos responsables del proceso no han hecho suyo el instrumento de la liberación. La nueva normativa sobre la educación incorpora el rol fiscalizador de la participación social comunitaria. Un aspecto importante que todavía no se ha abordado como corresponde.
El Gobierno debería ser más claro en lo respecta a una de las funciones fundamentales del Estado que señala la Constitución: la educación. Resulta frustrante que no se socialice una ley de suya trascendental para el proceso de cambio que se pretende impulsar. Como si ello no fuera suficiente, es probable que los educadores conozcan muy poco del contenido de la Ley de la Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez. Luego, si no se la aplica como debe, la citada ley se convierte en un simple saludo a la bandera, mientras que la educación boliviana toma un rumbo de incertidumbre y confusión, que poco de bueno dicen del rol de las autoridades nacionales responsables.
Resulta frustrante que no se socialice una ley de suya trascendental para el proceso de cambio que se pretende impulsar en la educación.
Los Tiempos: LA DESPENALIZACIÓN DEL AKULLIKU Y DE LAS DROGAS
Mientras Estados Unidos parece encaminarse a abrir el debate sobre la legalización de las drogas, a Bolivia la frena para legalizar el akulliku
Durante las últimas semanas, dos noticias aparentemente muy distantes entre sí pero relacionadas por múltiples factores han atraído la atención de quienes ven con preocupación el futuro de la guerra contra las drogas, sus pobrísimos resultados y sus muy negativas consecuencias. La Cancillería boliviana y su intensa campaña para revisar la Convención Única sobre Estupefacientes aprobada en Viena en 1961 fue protagonista de una de ellas. Y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y unas declaraciones suyas en las que reconoció la necesidad de abrir un debate sobre la legalización de las drogas fue la segunda.
El primer tema, el relativo a la demanda boliviana, fue motivo de especial atención en Europa, adonde se dirigió la mayor parte de los esfuerzos diplomáticos de nuestro país. El objetivo era que los países europeos dejen de secundar la posición estadounidense, que no se opongan a una revisión de la Convención de Viena y abran así la posibilidad de que en la Organización de las Naciones Unidas se inicie un proceso de revisión de las prohibiciones que pesan sobre las drogas, sus precursores y materias primas.
La demanda boliviana era en realidad muy modesta. No aspiraba más que a que la práctica del akulliku, tan común entre gran parte de la población nacional, deje de considerarse un delito. No se pedía que se retire la hoja de coca de la lista de productos interdictos ni tampoco se exigió, por lo menos no explícitamente, que se levanten las prohibiciones que pesan sobre la exportación de productos elaborados con hoja de coca.
El resultado de las intensas gestiones diplomáticas desplegadas para recabar apoyo a esa causa no fue el esperado. No se logró que Estados Unidos quede solo y aislado en su rechazo a la demanda boliviana ni que el número de países que la apoyan engrose. Fueron 16 los países que se opusieron a la despenalización del akulliku (entre ellos Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Alemania, Francia, Suiza, Suecia y Dinamarca además de otros de menor peso diplomático) y sólo dos (Uruguay y Ecuador) los que se pronunciaron oficialmente de manera favorable. Todos los demás optaron por el cauteloso silencio.
Mientras esas fichas diplomáticas se movían alrededor de la convención de Viena, en Estados Unidos, el país que con más tenacidad se opone a la revisión de la convención, se dio otro paso más hacia la desmitificación del tema. Aunque los principales medios de comunicación no le dieron la importancia que merece, excepto la revista Time, Barack Obama afirmó que "la legalización de las drogas es un tema enteramente legítimo de debate", con lo que terminó de poner el asunto en la agenda política estadounidense.
Se puede concluir que estamos en tiempos de las paradojas y las contradicciones. Mientras el presidente estadounidense hace la afirmación precedente, su burocracia se empeña en mantener lo más conservador de la política de esa nación. Y en Bolivia no podemos avanzar en la legalización del akulliku, que es una propuesta mucho menos pretenciosa que la de legalizar las drogas, entre otras cosas, por el funcionamiento de esa maquinaria burocrática encargada de la lucha contra las drogas en Estados Unidos. Así, nos encontramos ante un nuevo fiasco que, en todo caso, debería ayudarnos a diseñar nuestra política exterior con menos entusiasmo que pragmatismo.
El Deber: Una nueva era para el Comité pro Santa Cruz
Falta poco para las elecciones en el Comité pro Santa Cruz. Por las declaraciones de los contendores, se observa que los principios comunes de ambos son la necesidad de recuperar la credibilidad de la institucionalidad cruceña, mayor inclusión social, el diálogo como medio para superar conflictos y el control de las entidades gubernamentales -en sus distintos niveles- para que se concreten necesidades legítimas de la región. Estos principales aspectos marcan la pauta de los dos candidatos.
Tal como expresamos en un anterior comentario editorial, la entidad cívica debe adaptarse al momento actual o corre riesgo de extinción. No se trata en el Comité, además, de formar ningún tipo de ‘gobierno’, ni moral ni de ninguna otra naturaleza.
Los gobiernos -central, departamental y local- están y estarán en manos de gente elegida por el voto popular. El Comité funge como mecanismo que aglutina a la sociedad civil organizada del departamento, pero de ninguna manera su cabeza refleja la votación mayoritaria del pueblo cruceño. Es producto del consenso (o mayoría) de una suerte de voto corporativo expedido por cada una de las entidades locales que lo forman. El Comité es representativo sí de éstas, pero no tiene –ni debe tener- ninguna capacidad de gobernar. Su misión es vigilar que se haga lo mejor por y para Santa Cruz. Cuando así lo hizo, el Comité brilló y luchó gallardamente –con éxito- para conseguir legítimas demandas. Cuando el ente se introdujo en la política interna solamente cosechó problemas. Asimismo, en muchas ocasiones el Comité sirvió de mero trampolín figurativo para quienes saltaron de lo cívico a la pugna por el poder para transformarse en políticos. La realidad es la realidad. Los hechos así lo demuestran.
Los tiempos cambian, las instituciones también deben hacerlo. El Comité pro Santa Cruz no puede ser una excepción. Si se insiste en mantenerlo como una reliquia del pasado, languidecerá irremediablemente.
La estructura del Comité fue buena por décadas. Estaban representadas las llamadas ‘fuerzas vivas’ de una región pujante, cada vez más exigente de progreso y de justicia. Hoy tenemos nuevos actores sociales, nuevas circunstancias y nuevos desafíos. Hay que adecuarse a ellos. También hay que ubicarse en el sitio -importante- que le cabe al Comité como fiscalizador vigilante de las necesidades y pedidos regionales. Para gobernar y participar en política, reiteramos que hay otros con legitimidad consagrada en las urnas, no en los pasillos de algunas instituciones. Eso es así, guste o no.
Si el Comité entra en una nueva era bajo estas sanas premisas de readecuación, puede tener aún una larga vida. Caso contrario, cabe promover una reflexión sobre si se debe continuar insistiendo en sostener una institución sexagenaria -y con glorioso pasado- que ha sido superada por el tiempo presente. En lo particular, creemos en la necesidad de contar a futuro con una entidad cívica fuerte pero permanentemente orientada a los temas específicos que le corresponden, sin manipuleos ni juegos de intereses de logias, sectores o lo que fuere. Si es así, la era que pronto se iniciará en el Comité pro Santa Cruz abrirá caminos propicios para la nueva institucionalidad cruceña. Si no ocurre de esa manera, la selectiva elección venidera -sea quien sea el que la gane- tendrá sabor al último canto del cisne.
Cambio: Otro mundo es posible
Era el año 2001, el primero del nuevo siglo, en ese tiempo el neoliberalismo comandado, alimentado, mimado por Estados Unidos y Europa, parecía no tener rival organizado que lo enfrentara.
Sus políticas impuestas desde las embajadas y los organismos financieros ponían y ponen al planeta al borde del abismo.
Pero algo cambiaba en el mundo, no era un cambio precisamente visible, pero se sentía que por debajo de las sociedades se estaba gestando una reacción.
El neoliberalismo campeante organizó un evento por de más soberbio, en el sentido de la exclusión; en Davos (Suiza) se reúnen los gobiernos neoliberales con sus empresarios, que uno nunca sabe si son los jefes de gobierno o los beneficiarios de las políticas económicas y sociales. No importa, el caso es que en América Latina, en Porto Alegre, surge una respuesta global organizada que responde a Davos con una consigna inapelable en su sentido de justicia: otro mundo es posible.
Esta frase resume nuestras frustraciones generadas por el neoliberalismo, tan reñido con la condición humana.
Desde América Latina decimos que puede haber un mundo sin hambre, un mundo sin analfabetismo, un mundo en el que los seres humanos no mueran de enfermedades fácilmente prevenibles, un mundo en el que los indígenas sean considerados personas de pleno derecho, un mundo en que los jóvenes tengan existencia como personas que deben tomarse en serio, un mundo en el que las mujeres tengan plenos derechos ciudadanos y puedan vivir con creatividad y libres de todo tipo de violencia.
Éstas y muchas otras demandas pusieron al sistema capitalista frente a algo nuevo, la respuesta a su abuso y depredación ya no venía de países liberados y bloqueados, como Cuba, venía de movimientos sociales que habían decidido reunirse para discutir las miserias neoliberales sin que medien poderes estatales.
Tampoco estaban convocados por las Naciones Unidas y sus poderosas y millonarias conferencias y convenciones, no. Ahora estaban las organizaciones sociales autoconvocadas, no estaban alojados en impolutos hoteles de cinco estrellas, estaban en carpas o aulas de escuelas.
Así, desde aquel no tan lejano primer Foro Social Mundial de 2001, hemos llegado al undécimo. El mundo evidentemente ha cambiado en el sentido en que los análisis de los foros dijeron que marcharía.
El cambio climático, una gran preocupación de los movimientos sociales, ha empeorado la salud de todo el planeta y, como se dijo tantas veces, el imperio no lo ve, no le interesa, ni siquiera sabiendo que será parte de la destrucción, como el suicidio premeditado y ambicioso del rey Midas.
En estos diez años han habido muchos cambios políticos, el neoliberalismo cada vez pierde más gobiernos afines a sus intereses, que son reemplazados por gobernantes con clara conciencia social y afinidad con los más pobres de sus países.
En lo económico, si bien el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue teniendo peso en muchas decisiones, la realidad está cuestionando su rol desde su interior.
En el campo social hay también profundos cambios mundiales, los otrora pasivos pueblos y naciones indígenas cada vez tienen mayores roles en la política mundial, y sus propuestas tienen impacto en grupos no indígenas comprometidos con el cuidado del planeta y los derechos humanos.
Las mujeres cada vez tienen la voz más alta, no porque la eleven, sino que son mejor escuchadas por los líderes y actores sociales.
Hoy los países más fuertes de América Latina -Brasil y Argentina- están siendo gobernados por mujeres democráticamente elegidas y comprometidas con los postulados de que otro mundo es posible.
Es sintomático que este undécimo foro se lleve a cabo en África, justo en un momento en que el imperio neoliberal está perdiendo el control sobre esta importante región.
Desde el candente Sahara atlántico, los saharauis hasta el Yemen de la península arábica, los pueblos se están rebelando a esos gobernantes prohijados y alimentados por los imperios capitalistas. Es posible que el foro inaugurado ayer concluya con otra realidad, mucho más afín a la lucha que mueve a los pueblos.
Algo importante de los últimos foros mundiales es la presencia de nuestro presidente Evo Morales Ayma, que no va para hacer puntos con los movimientos sociales, va invitado por ellos porque desde hace unos años es un indiscutido líder para estos movimientos a escala mundial. Algo que los medios de la derecha son incapaces de ver y sentir. En esta ocasión, la presencia del Presidente de todos los bolivianos lleva la voz de la Madre Tierra, de los derechos humanos, de los pueblos que se alzan frente el imperio, porque los pobres y marginados del mundo saben qué clase de enemigo gratuito tienen en Davos.
Ayer en Dakar, más de diez mil personas marcharon por las avenidas de esta emblemática ciudad. Así como hace diez años en Porto Alegre iniciábamos un cambio con esperanzas, hoy en África inauguramos otro momento de cambio que comienza en las arenas del Sahara y tiene como marco las pirámides de Egipto.
Esperemos que dentro de diez años el Foro Social Mundial esté reunido en algún punto del planeta evaluando los avances de una década en que el mundo vio que el Vivir Bien es posible, porque ése es el mundo que queremos.
Es posible que el foro inaugurado ayer concluya con otra realidad, mucho más afín a la lucha que mueve a los pueblos. Desde América Latina decimos que puede haber un mundo sin hambre ni enfermedades prevenibles, un mundo donde el Vivir Bien es posible.
La Prensa: Un censo certero y transparente
El recuento debe responder a bases técnicas que garanticen sus resultados. Lo político o etnoculturalista debe ser expurgado de lo demográfico.
El levantamiento de un Censo Nacional debe hacerse cada diez años a fin de establecer los datos precisos sobre las variaciones en la demografía nacional, cambios que se ajustan a un invariable ritmo de ascenso. El censo de 2001 nos demostró que el crecimiento vegetativo de nuestra población se registraba en porcentaje superior al de muchos países. Llegábamos casi a los ocho millones de habitantes, de los cuales más de cinco vivían en las ciudades y sólo poco más de tres millones en poblaciones rurales.
Desde entonces y hasta la fecha, seguramente se ha ensanchado mucho más la brecha entre la población urbana y la rural. No bajó, sino aumentó la migración campo-ciudad, fenómeno común en casi todo el mundo de hoy, sobre todo en países de alto desarrollo que emplean tecnología de punta en la producción agropecuaria, reduciendo al mínimo la demanda de mano de obra campesina, por lo que la gente de comunidades rurales se traslada a las ciudades.
Entre nosotros ocurre al revés: no se produce a escala de mercado en el agro, siendo el minifundio altiplánico una de las causas que obliga a los ?originarios? a dejar sus lares y buscarse la vida en las ciudades (La Paz, El Alto y Santa Cruz, principalmente). La excepción es la zona de Santa Cruz, donde impera la empresa agropecuaria que produce para el mercado interno y externo.
Entre lo urbano y lo rural se dan especificidades que urge remarcar, como el hecho de que el primer espacio corresponda no sólo a ciudades del eje troncal y subtroncal del país, también a las capitales provinciales. Cualquiera que visite estos municipios comprobará enseguida que sus poblaciones son mayoritariamente mestizas. Lo indígena, tanto en lo étnico, lingüístico y cultural, es asociable sólo a las comunidades de originarios o ?ayllus? que, con poblaciones cada vez más reducidas, subsisten en diferentes áreas del altiplano. A igual categoría corresponden los pueblos ?indígenas? del oriente boliviano, circunscritos a ostensibles minorías demográficas, toda vez que la mayoría de sus miembros emigraron a la capital cruceña o capitales provinciales de ese departamento. Son realidades a tomar en cuenta por quienes preparan el Censo de 2011, cuya realización se anuncia hasta marzo del presente año.
El recuento debe responder a bases depuradamente técnicas que garanticen la confiabilidad de sus resultados. Lo político o etnoculturalista tiene que ser meticulosamente expurgado de lo demográfico. Esto último entraña fiel estadística cuantitativa: tantos habitantes en las ciudades y pueblos, y tantos en las comunidades indígenas. Obviamente que esta limpieza debe abarcar a preguntas erróneas, como aquellas alusivas a la pertenencia étnico?cultural del censado, cuya finalidad no era otra que inflar las cifras correspondientes a tan ya minoritaria categoría racial.
Un censo 2011 transparente y certero. Es lo que sin duda exigirá el pueblo boliviano. Sobre todo, aquellos que temen que se haga lo contrario, porque el rumbo hegemónico que sigue el Gobierno les hace temer alteraciones estadísticas que perjudiquen a las autonomías regionales y municipales, beneficiando a las autonomías indígena?originario?campesinas. No en vano la Ley Marco de Autonomías que el Gobierno promulgara en su momento perforó con este último enclave a las autonomías regionales.
El Diario: Costo de vida, contrabando y escasez
Después de que la momentánea política del Gobierno fue suprimir la subvención a la gasolina, al diésel y a los carburantes, ahora volviendo por los caminos andados aplica la subvención a todos los productos básicos alimenticios, como azúcar, maíz, leche y otros. Según la nueva ministra de Desarrollo Productivo, Teresa Morales, esta subvención deberá quedar sin efecto tan pronto como los precios tiendan a bajar. Según ella el alza de precios y la carestía obedecen a trastornos climáticos y a reflujos mundiales de escasez.
Empero, es válido considerar que si tales factores tienden a prolongarse las subvenciones no podrán levantarse, haciendo cada vez más ficticia y contraproducente la economía nacional. Las subvenciones del Estado sirven para paliar el presente, pero a cambio del atraso y de la falta de desarrollo que nos agobia o, como diría el habla popular, “pan para hoy, hambre del día siguiente”. Uno de los principios comprobados de la economía política, es que la injerencia del Estado en la materia no asegura soluciones duraderas ni positivas.
La falta de los componentes de la canasta familiar no sería tan dramática si se suprimiera en gran medida el contrabando. En estos días el remedio para el Gobierno es la subvención, dejando de ser el contrabando el discurso repetido hace pocos días. En las fronteras del país el contrabando sigue campeando a vista y paciencia de la Aduana Nacional, de la Policía y de las Fuerzas Armadas. En la localidad de Desaguadero, a poca distancia de la sede de Gobierno, centenas de quintales de azúcar, harina y arroz por día se siguen internando al Perú sin control alguno, mientras el pueblo padece por su escasez más aquí de la frontera. Una de las razones de la inacción oficial parece obedecer a que los portadores del contrabando pertenecen a los denominados movimientos sociales.
A partir del “gasolinazo”, la subida de precios del mercado en general se mantiene inalterable, aunque la medida fue revertida. Este fenómeno golpea en mayor medida a los sectores menos pudientes en vista de que el comercio minorista, tiendas, etc. han subido de hecho, entre otros, los productos lácteos y los de consumo casero, cuando éstos todavía no habían desaparecido. Uno de estos casos es el del pan que por la vigilancia se mantiene en 40 centavos en las zonas populares, aunque con menor peso, pero a partir de Sopocachi hacia el Sur de la ciudad hace rato que la misma unidad cuesta 50 centavos.
Si es evidente que los insumos alimenticios han mermado considerablemente generando las consecuencias conocidas, no hay otra política que promover la ampliación de las áreas cultivables -estimadas como ociosas nada menos 15 millones de hectáreas-, otorgando incentivos que no signifiquen subvenciones y dando seguridad jurídica a todos quienes se dedican al rubro, sin discriminar regiones ni personas. Otro aspecto que no se puede dejar de señalar es el de la politización del campo. En el Altiplano el despoblamiento es impresionante y quizá irreversible, incrementado desde el año 2006 por el “empoderamiento” político del campesinado, haciendo que éste considere más rentable su acomodo en la burocracia que en las faenas agropecuarias gracias a las directivas del Gobierno y a los movimientos sociales.
El Mundo: Garantía
El Gobierno en su conjunto y en particular el vicepresidente García Linera, han comprometido su garantía en sentido de que en el curso del año no se producirá una elevación en el precio de los carburantes, en particular el diesel y la gasolina.
Ese hecho puede lograr el efecto tranquilizador que las autoridades esperan luego de la violenta reacción que se produjo al finalizar el año pasado, cuando el pueblo se volcó a las calles, en especial en la sede de gobierno, para expresar su protesta por una medida que afectaba directamente a los intereses de las clases mayoritarias.
Sin embargo, el compromiso de las autoridades abre una cantidad de interrogantes que resulta difícil comprender, si la medida antes mencionada no deja de hacerse efectiva de alguna manera.
El decreto que puso en vigencia el incremento, conocido como el gasolinazo, fue seguido de una serie de explicaciones, en la mayor parte racionales, como aquellas de evitar que el país siga ofreciendo subvenciones que no van precisamente a favor de las personas que mostraron su oposición al gasolinazo.
Inclusive después de la abrogación de la medida, el Presidente del Estado, en sus visitas a diferentes comunidades, se preocupó por explicar las virtudes que tenía ese decreto, pero que fue revertido por complacer la voluntad popular que según sus expresiones, es su tarea prioritaria.
Otro de los elementos que fue puesto en evidencia y que tampoco se ha podido revertir, es el que se relaciona como el contrabando de carburantes, ya que si bien se han tomado algunas precauciones, el problema se mantiene vigentes y las ventajas económicas que lo promueven no han dejado de ser atractivas; creemos que tratar de poner orden en esa situación representaría todavía un costo mayor.
Una nueva medida en el campo de la provisión de hidrocarburos dio lugar a la movilización y la preocupación de los ciudadanos que, en particular en la sede de gobierno, comenzaron a formar largas colas para aprovisionarse de carburantes, en atención a que el Gobierno había dispuestos el cierre de algunas estaciones de servicio, aunque después se dio la explicación de que se lo hizo porque las mismas no extendían las correspondientes facturas por la venta.
Una nueva versión surgida a continuación del hecho antes anotado daba cuenta de que una medida, posiblemente parcial, sobre la elevación de precios de los carburantes, coincidiría con las fiestas del carnaval, para atenuar las reacciones de la población.
La verdad de la situación radica en que el Gobierno dictó una medida para corregir algunos errores que se arrastraban desde gestiones anteriores y que merecían ser atendidos de una manera inmediata; como lo dijimos, la decisión no prosperó y se lamentaron las reacciones.
Hoy se presenta la situación de que la ciudadanía se ha visto seriamente afectada por la medida, se han elevado los precios de los artículos de la canasta familiar y en particular el azúcar que ha dado lugar a situaciones particulares de encarecimiento, ocultación y la correspondiente escasez.
La decisión gubernamental para resolver el problema fue la creación de Emapa, una empresa que se pensaba, podía resolver el problema en especial para los barrios populares, porque había necesidad de formar colas, guardar espacio desde el día anterior o desde las primeras horas y otros sacrificios que no hace la totalidad de la ciudadanía; sin embargo, esa solución mostró las debilidades de la administración estatal, ocultó los productos, elevó los precios y provocó la expansión de la carestía a otros rubros. Podemos ver así que garantizar que no habrá gasolinazo no es la solución, las garantías del Gobierno debería ir por otro lado.
Opinión:
Clarín, Argentina: La degradación de la función pública
Algunos de los más altos funcionarios del Gobierno nacional han adoptado la costumbre de ejercitar la actividad de críticos y replicadores de lo que los medios publican, saliendo al ruedo del debate de un modo que parece olvidar su condición e investidura al tiempo que degrada el ejercicio de la política y de la función pública.
Es el caso particular del jefe de Gabinete Aníbal Fernández, actuando como vocero principal del oficialismo en cotidianos denuestos al periodismo y la oposición, y del canciller Héctor Timerman, también habituado a extenderse en comentarios políticos impropios de quien está al frente de la política exterior argentina. Ambos ministros dedican un tiempo de sus actividades habituales y una parte importante de su exposición pública a opinar sobre notas y títulos periodísticos, coberturas informativas y opiniones, con frecuente utilización de lenguaje agresivo y calificativos de grueso calibre hacia periodistas o políticos que no les simpatizan. Así ocurre con las intervenciones partidistas del Canciller y con decisiones como la de discriminar el acceso a la prensa en actos oficiales. Del mismo modo, el jefe de Gabinete apela a la red social para proferir insultos y agresiones con obsesiva atención hacia este diario. En el menor de los casos, son intervenciones desafortunadas e irresponsables reñidas con la investidura de los funcionarios. Pero existe también un componente de abuso de poder en esta clase de campañas persecutorias, gestos de intolerancia y hostigamientos contra medios y periodistas independientes.
Algunos altos funcionarios del Gobierno nacional han adoptado la costumbre de descalificar las críticas olvidando su condición e investidura y degradando la política y la función pública.