Conflictividad social, fragmentación e (in)capacidad de la COB

María Teresa Zegada*

Maria_T_Zegada_C-110x110 Si bien la Central Obrera ha comenzado a recuperar cierta capacidad movilizadora, no logra recobrar su protagonismo y menos imponer sus demandas como en el pasado.

Como todos sabemos, existe una serie de explicaciones estructurales que provocaron su reflujo en la década de los 80, pero también hay otros elementos que dan cuenta de su actual debilidad y dificultades de conducción de la creciente conflictividad social, más bien caracterizada por la fragmentación y sectorialización de las demandas.



La recuperación y actual presencia de la COB se explica básicamente porque interpela directamente a las necesidades de la economía familiar y a la pérdida de poder adquisitivo de los sectores sociales con el incremento de precios de los productos de primera necesidad -entre ellos los pasajes-, y demanda un incremento salarial acorde con la nueva realidad; es decir, se sube en la cresta de la ola de las crecientes necesidades sociales y de las demandas, e intenta llenar el vacío de aglutinación de demandas en un momento de alta fragmentación de la conflictividad social. Sin embargo, la Central Obrera no logra los exitosos resultados del pasado, primero, por la ausencia de una dirección política con una visión clara de su rol en el actual proceso y de la imposibilidad de trascender los meros intereses sectoriales de sus afiliados.

En segundo lugar, porque existe una importante presencia de dirigentes oficialistas en el seno no sólo de la COB sino también de varios de sus sectores afiliados que, mediante mecanismos de cooptación, neutralizan o atenúan la conflictividad desmovilizando a sus sectores y minimizando su impacto. En otras palabras, al interior de este organismo existen una serie de dispositivos oficialistas que conducen a la pérdida de autonomía y capacidad de interpelación y acción estratégica.

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Pero también parece haberse producido una transformación en la mentalidad de la otrora gloriosa clase obrera que priorizaba los bienes colectivos y la revolución social, y que no se dejaba amedrentar por las amenazas de descuentos por días de paro; mientras en la actualidad la mentalidad de los sectores obreros parece sustentarse sobre lógicas individualistas y funcionales a sus intereses particulares, no como sector ni como clase, sino como individuos.

En una entrevista, Óscar Olivera (un histórico dirigente fabril cochabambino, que también lideró la Coordinadora del Agua), afirmaba dos cosas que resultan fundamentales para explicar el actual desempeño de los sectores obreros, la primera que las dirigencias habrían sido cooptadas por el Gobierno y, por tanto, habrían debilitado sus propios discursos e identidades, como sucedió con la Conalcam; la segunda, que la clase obrera también se habría impregnado en estas últimas décadas de la lógica neoliberal, pues reconocía que la mística, la lucha por un mundo nuevo que selló la ideología de hace unas décadas, ya no encuentra un asidero en los jóvenes obreros que reemplazaron la cultura obrera colectiva que ponía la radio en las puertas de sus casas para reunir a los compañeros de trabajo o de barrio, por la cultura del walkman y el individualismo, afectando la comunicación y la construcción de objetivos comunes.

Con todo, la propia conflictividad irá buscando sus derroteros.

*Socióloga

Página Siete – La Paz