Respuesta a la tragedia es el mito la maldición de la víbora. Historia: En 2010, la cholita Sirena anunció a los vecinos sobre el desastre de la zona.
Aparición: don Teo muestra el lugar donde apareció la víbora de metro y medio
“Es culpa de la maldición de la víbora Sirena”, afirmó doña Carmen Mamani, una de las mujeres damnificadas que, sentada sobre la acera, al ver los escombros recordó que una cholita les amenazó con “hacer desaparecer la zona”.
“Eso es cierto”, afirmó con absoluta seguridad, y Victoria Quispe, una de sus vecinas que se encontraba a su lado, corroboró ese dato a La Prensa y a algunos trabajadores de la Alcaldía paceña.
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Las dos mujeres de Callapa descansaban en una acera de la avenida Periférica, a una cuadra de su vivienda derrumbada el pasado sábado.
“Fue el año pasado en la fiesta de la zona, en junio, cuando ella (Sirena) visitó la zona”, contó Carmen mientras paseaba la mirada sobre las casas derruidas y la avenida agrietada.
En seguida, Victoria cortó el relato de Carmen: “Es que nadie la quería por su apariencia, los chicos se separaban de su lado, no querían hacerla bailar y sólo sus amigas la hicieron tomar (cerveza) en una de las quintas, hasta que se emborrachó demasiado. Fue a tocar casa por casa para que la alojen y nadie la recibió. Todos la botaban”.
DESCRIPCIÓN. “Sirena es una cholita que vende frutas en el mercado Rodríguez y que hace cuatro días no aparece. Es joven, de unos 25 años”, detalló Cármen, quien además la describió “como una mujer blanca, rara, con cara pequeña y ojos rasgados, como de la víbora”.
Además, Victoria relató que “su piel parecía con escamas, como el de la víbora, y cuando uno le tocaba, parecía mojada, como la gelatina”.
Ambas aseguraron que por ello a todos los vecinos les dio miedo alojarla. “Tocó a una vecina y ella le dijo: ‘¿Tú quién eres para que te aloje?, no te conozco. Otra le gritó: ¡Cómo te voy a alojar, tan fea que eres, das miedo!
Todos la trataron muy mal y ella se fue llorando y maldiciendo: “Ahora van a ver todos. Nadie me quiere alojar… Se van a acordar de mí, todo su pueblo se va a destruir, ya no va a existir. Todos van a llorar igual que yo estoy llorando por una casa. Van a ver… mis hijos los van a inundar”, recordaron las vecinas todavía asustadas y arrepentidas por el maltrato que dieron a Sirena.
Carmen aseguró que Sirena es hija de una víbora, por eso tiene esa fisonomía, ya que una noche, en su pueblo, a su mamá la enamoró un joven guapo: “Durmieron, pero al día siguiente despertó en el pasto junto a una víbora. Ella es hija de él”.
SUCESO. Carmen y Victoria tienen la certeza de que la maldición de Sirena es real, pues a uno de sus vecinos le apareció una víbora, “debe ser su hijo, como dijo ella”, enfatizó Carmen.
Don Teo confirmó la aparición de una víbora: “Era de metro y medio. Estaba en mi casa, cerca a mi gata con sus crías, ahora no aparecen, supongo que se los comió a mis gatos”.
Él cree que la historia es cierta, pues hace años ocurrió lo mismo en la población de Chima, cuando todo el pueblo se cayó.
Creencias que hay en la zona
Vecinos de la zona de Callapa, una de las más afectadas por el megadeslizamiento, aseguraron que la quema de colchones y el llanto de los animales son algunas de las creencias más comunes entre ellos.
Juan Tapia recordó que dos días antes del pasado domingo, día en que se deslizaron las viviendas, las vacas, los perros y los gatos de la zona se desesperaron, aullaron y maullaron. “Eso fue un aviso de ellos y nadie les hizo caso. Los animales escuchan el ruido de las aguas”.
María, una de las vecinas que quemaba su colchón, contó que lo hacía para espantar a las lluvias.
Hay más fisuras en Pampahasi y piden “alarma” para evacuar
Riesgo: En Pampahasi Bajo Central aún viven 50 familias. El suelo se mueve y la gente no duerme.
Calle 8: Armando Alave muestra una fisura en la pared de su vivienda
El riesgo de derrumbe aún amenaza a 50 familias. Ayer amaneció con cinco fisuras nuevas, tres en paredes de viviendas y dos en el piso y la tierra, en el sector que comprende la calle 8 y la avenida Circunvalación, de Pampahasi Bajo Central, en el macrodistrito de San Antonio. Ellas aún viven a unos 100 metros del sector derrumbado y a casi 20 de las nuevas grietas.
Atemorizados, los vecinos Juan Felipe Siñani, Antonia Mamani y Armando Alave solicitaron, por separado, que las autoridades instalen una alarma o sirena de evacuación en caso de que ocurra un deslizamiento similar al del pasado sábado.
“Debe haber una alarma que suene cuando se inicie un nuevo derrumbe. Además, debe existir un plan de evacuación de emergencia, similar al que hay cuando ocurre un sismo, para salvar a las personas”, demandó el dirigente vecinal Juan Felipe Siñani. En esta zona vivían 70 familias, pero se fueron 20 por temor a otro derrumbe y se quedaron 50.
Las primeras familias en marcharse fueron las que tenían sus casas entre la calle 11 y la avenida Circunvalación, pero aún hay medio centenar en viviendas de las calles 7, 8 y 13.
VIGILIA. Por las noches, los vecinos realizan recorridos con linternas para identificar deslizamientos y huir a tiempo. El último movimiento de tierra se registró el lunes. La vivienda de Antonia Mamani (67) amaneció ayer con grietas en las paredes y en el piso. Otra rajadura se presentó en la casa de Armando Alave (65).
Los tres vecinos no pueden dormir, están preocupados y pidieron la visita de médicos.
Temor en la calle 23 de Marzo
La familia Arce-Mujica tiene miedo de que su vivienda se derrumbe debido a un nuevo deslizamiento. La tarde del martes apareció, en la puerta de su hogar, una grieta de unos 20 metros de largo. La arteria de tierra está ubicada cerca de la calle 23 de Marzo, en la zona Cruz Pata, a un costado de Pampahasi Bajo Central.
El carpintero Eduardo Arce (66) dio a conocer esta preocupación al grupo de técnicos de la Dirección de Gestión Especial de Riesgos que, junto con geólogos, visitó ayer esta zona y sectores contiguos para verificar los daños y sus consecuencias.
No debe haber dependencia
La psicóloga experta en riesgos Susana Vicente recomendó no crear dependencia en los damnificados. En su criterio, se tiene que romper el asistencialismo que acostumbran aplicar las personas que trabajan en la atención de emergencias.
“Estamos acostumbrados a dar lo que creemos que necesitan los afectados, cuando en realidad habría que preguntarles sus verdaderas necesidades”.
Para Vicente, lo importante es que ellos mismos puedan hacerse partícipes de la ayuda que se les brinda. Por ejemplo, se les debe incentivar a organizar los albergues, recibiendo paralelamente el apoyo emocional. También sería interesante hacerlos participar en labores de cocina, limpieza, e incluso en la construcción o seguridad de los campamentos.
La psicóloga explica que los primeros días después del desastre los afectados salen de un estado de choque, porque aún no han aceptado la pérdida de sus bienes materiales, de sus animales, de sus vehículos, y sus reacciones son instintivas.
Lo peligroso es que, de no ser atendidos, posteriormente, desarrollarán actitudes más violentas, por lo que, primero, deben recibir atención a sus necesidades básicas, como alimentación, agua y alojamiento. También tienen que sentirse seguros y en familia, es decir, deben estar con sus seres queridos.
Las personas afectadas, asegura Vicente, también suelen mostrar un cambio de valores. Por ejemplo, su fe en Dios puede ponerse en duda. “Ellos pueden tomar estos hechos como un castigo de Dios o sentir que Él los ha abandonado; en otros casos, en cambio, sentirán más bien que ésta es una nueva oportunidad de vida”.
En el caso de los niños, niñas y adolescentes, la psicóloga recomienda el retorno a sus rutinas lo más antes posible: las clases, el estudio y los horarios de alimentación.
También sugirió que siempre se les diga la verdad. “No son tontos y se dan cuenta de que no tienen casa y que su vida ha cambiado”, agregó la experta.
Necesidades de la gente
Sin agua. Los vecinos de la zona Pampahasi Bajo Central no reciben líquido de las cisternas.
Sin ayuda de víveres, comida, ropa y frazadas. Es la realidad que viven 50 familias de esa zona.
Fuente: La Prensa