Sergio P. Luís

Desde antes de que intervengan las tropas soviéticas y aún en los cuatro días de combate desigual en que los tanques, cañones y aviones de guerra atacaban a los alzados prácticamente inermes, no cesaron las incitativas occidentales a resistir, dejando entrever su próxima ayuda para lograr su liberación. Los mensajes de aliento de Radio Free Europe (Europa Libre) fueron constantes. La ayuda nunca llegó. El resultado fue un cuarto de siglo adicional de dominación comunista, impuesta por las armas.
Queda aún la amargura de haber alentado a un pueblo a la rebelión, a pelear por su libertad, sabiendo por anticipado que no se haría nada en su favor, que se lo dejaría a merced de las bien equipadas divisiones soviéticas invasoras. Nada sucedió en las Naciones Unidas. Sólo retóricas protestas desoídas por el régimen títere y por los interventores.
Ahora se presenta la posibilidad de que se repita la historia. La rebelión popular de los libios contra la tiranía del desquiciado Muammar Gaddafi, fue muy pronto alentada por la comunidad internacional, y ahora está siendo ahogada en sangre. Las fuerzas militares, los tanques, los aviones y los mercenarios, avanzan, mientras la polémica de qué hacer y cómo reaccionar, inmoviliza a las N acciones Unidas, a la OTAN, y en general al mundo democrático, para emprender una necesaria acción internacional que evite una mayor tragedia.
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Es un hecho usual: siempre habrá quienes se refugien cobardemente en el argumento de que hay que trabajar por la paz, mediante el acercamiento de las partes cuando tienen intereses subalternos escondidos, a sabiendas de que los alzados ya no tienen oportunidades. Acusarán a quien pida una acción internacional de incendiario, guerrista y partidario de la violencia. Entre ellos, se advierten antiguos resentimientos y afanes de “curarse en salud” por si sus pueblos también escogen la rebelión para alcanzar la libertad y la democracia. Estos son los casos de Putin, cuyos antecedentes no son muy democráticos y de los chinos de la masacre de Tiananmen, que sienten los signos de inquietud de un pueblo sometido.
Han salido también otros pretendidos sensatos –lamentablemente Brasil es uno de ellos– reclamando una solución política, sabiendo que no hay posibilidad de ello ante la brutalidad de una satrapía acostumbrada a matar, encarcelar, torturar y causar víctimas inocentes con el terrorismo de Estado.
¿Qué se pretende? ¿Es que se cree en la charada repugnante de Hugo Chávez que, con sus acólitos del ALBA, sale en defensa de un régimen de oprobio con una propuesta tramposa de paz negociada burdamente presentada? En estos tiempos, la hipocresía, ya es traición a la libertad y a la democracia.
El tiempo se está agotando. Luego sólo se lamentará si llega un nuevo infierno para los libios.