Pablo Javier Deheza
El hecho de que la bancada cruceña haya sido derrotada por el MAS en su propio territorio indica, más allá de cualquier duda, que evidentemente se trata de una clase política en franca decadencia. Pero, ¿el problema se circunscribe tan solo a los políticos?
El MAS no tiene un proyecto para Santa Cruz, tiene un peso minoritario en el departamento; en el escenario local es una fuerza marginal. Las fuerzas políticas de oposición agrupadas como Convergencia Nacional, al contrario, son la expresión de la clase dominante cruceña. La élite local controla los espacios políticos y hasta a sus actores; ejerce además un dominio cultural claro sobre la ciudadanía a través de diversos medios y tiene aún la capacidad discursiva como para forzar a la renuncia de Tonín Franco bajo la sindicación -absurda a todas luces, en todo caso la observada tendría que ser Kindy Pinckert porque fue ella quien lo nominó- de ser un traidor. ¿Cómo es posible comprender entonces que se hayan dejado arrebatar la bancada tan torpemente por el MAS? ¿Pudo el MAS ser más hábil o fue la oposición decididamente incompetente?
La conducta de la bancada parlamentaria no es sino el reflejo de algo mayor; es la punta del iceberg, la sintomatología de una enfermedad más grande. El mal de fondo es que la élite cruceña no está apenas en crisis, sino que ha entrado en un insoslayable ocaso y se encuentra en estado comatoso. Los levanta manos de la bancada oficialista cruceña no mueven un dedo sin los debidos consentimientos, muchos de ellos vía celular. Es la élite como un todo –políticos, empresarios, logias y cívicos-, la que no está en pleno dominio de sí misma y ha entrado en contradicciones que la han desarmado. Queda, sin duda, la inercia.
Sí, la élite cruceña de hoy ya no es la que era hace tan solo cinco años atrás, cuando todavía podían salir a imponer su voluntad a patadas y con listas negras de forma totalmente impune y hasta aplaudida; actualmente está absolutamente vacía y terminal, solo que no queremos darnos cuenta. A los muertos hay que enterrarlos bien y a tiempo, no vaya a ser que pringuen con sus emanaciones a los vivos.
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¿Es esta la élite en la que Santa Cruz puede confiar para llevar a Santa Cruz a través de un Siglo XXI que trae enormes retos? ¿Está en capacidad de contemporizar el modelo productivo con mejores empleos, sostenibilidad medioambiental y mayor productividad? ¿Puede esta élite estar a la altura de la necesidad de construir una sociedad más justa, democrática, multicultural e inclusiva? ¿Le es siquiera posible reinventarse de cara a nuevos tiempos incorporando en su visión al departamento en el que se ha convertido Santa Cruz con toda su diversidad? ¿Logran acaso los taitas de antes salir de la nostalgia y comprender que el resto ya son sus mozos de cuadra? Nica.
Como dijo el Guasón, ese inolvidable archienemigo de Batman: this town needs an enema!