Nuevamente Ortega

José Jiménez J.

Daniel-Ortega-560 El pasado sábado 26 de febrero, la convención nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, celebrada en Managua, proclamó al actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, candidato a ser reelecto como primer mandatario de su país en las elecciones generales fijadas para el 6 de noviembre de este año. Por supuesto que, como es usual en este tipo de reuniones de partidos regidos por una “nomenklatura” comunista, esta postulación fue aprobada por unanimidad. No hubo otro postulante.

Y como también es usual entre sus actuales aliados populistas –Chávez, Correa y Morales– los sandinistas están dispuestos a violar el ordenamiento jurídico, es decir la constitución política de Nicaragua que prohíbe la reelección continua. Claro que el oficialismo, en el más conspicuo estilo chavista, ya tendió la trampa legal: la corte suprema nicaragüense, dominada políticamente por los sandinistas y cuyos miembros hace más de un año han cumplido el término de sus funciones, “declaró inaplicable para Ortega esa prohibición constitucional”.



No es probable que Ortega, duro de entendederas, vaya a escuchar las objeciones de la mayoría de los nicaragüenses ya que la candidatura de Ortega que controla su partido, el órgano electoral y la Corte Suprema, es ilegal; el artículo 147 de la Constitución, se reitera, prohíbe la reelección continua. "Si finalmente el Consejo Supremo Electoral la inscribe –afirma Dora María Téllez, histórica comandante de la revolución y disidente del FSLN– van a ser ilegales los votos que caigan ahí y van a ser refutables como nulos. Esa candidatura es inaceptable nacional e internacionalmente, porque es el fraude más grande que se está cometiendo en estas elecciones"

Daniel Ortega es conocido por su torpeza, su inmoralidad y su falta de sindéresis. No vacilará en cometer abusos y proclamar disparates. La última muestra de su estupidez fue apoyar al desquiciado y tambaleante dictador de Libia, quedando como parte de un solitario trío en el mundo, es decir en la compañía nada honrosa del sátrapa de Caracas y de los Castro. Insistir precisamente ahora que el mundo cambia y que hay acciones populares para rechazar a los autócratas que gozan del poder por décadas, no solo es un disparate, es una burda provocación a los demócratas del mundo.

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Ortega, ahora ya endiosado, contando con que el apoyo de Chávez le garantizará su permanencia en el poder, carece de sentido de la realidad. Lo que se aprende de la experiencia es que estos “longevos” autócratas, siempre caen ignominiosamente. Infortunadamente, el que sufre es el pueblo, en este caso el nicaragüense, ya sumido en la pobreza y sojuzgado por una dictadura oprobiosa.