Traición intelectual


Francisco Faig

francisco faig ort En 1927 el francés Julien Benda publicó La Trahison des Clercs. Se trató de una crítica implacable a los intelectuales de su tiempo que tuvo una enorme repercusión. Benda les reprochaba que traicionaran la misión propia de los cleros (los sabios) al verse envueltos en las pasiones propias del mundo (laico) de la política y de la acción. Para Benda, esa actitud era nefasta para su país.

En efecto, en vez de defender los valores de verdad, justicia, razón y libertad intelectual y social, Benda veía que los intelectuales de izquierda y de derecha se perdían en las pasiones públicas de esos años, enceguecidos por los debates de la raza, la nación, la clase, el partido, el militarismo, la xenofobia o el antisemitismo. En vez de marcar el rumbo y oficiar de guía para la sociedad, promoviendo ideales desinteresados y atemporales, Benda constataba que los intelectuales despreciaban el valor de la argumentación y cedían a intereses particulares y partidistas.



En el Uruguay de hoy no estamos lejos del diagnóstico de Benda. La mayoría de los intelectuales traicionan su mandato republicano en pos de un posicionamiento político que les asegure contar con las prebendas y reconocimientos propios de los compañeros de ruta de la izquierda. Algunos cercanos ejemplos ilustran esta felonía intelectual.

En la construcción del relato de la Historia Reciente no hay un compromiso que asegure narrar siquiera con verdad fáctica lo ocurrido en el país a partir de los años sesenta. La inmensa mayoría de los que escriben y reproducen la historia nacional, en aulas y cátedras, no respetan los valores universales que reclamaba Benda. Las consecuencias son contundentes: las nuevas generaciones reciben una historia mitológica, con fotos del Che y de Vázquez en sus manuales, en la que creen con espíritu maniqueo y acrítico.

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En este sentido, el monumento a Raúl Sendic es la culminación de esa traición republicana cotidiana, porque no hace más que legitimar el ataque y el desprecio a la democracia, sin que hubieran voces intelectuales, numerosas y firmes, que se hayan alzado contra este desatino político y simbólico.

El reciente episodio de Facultad de Derecho en torno a los profesores Brito y Martins es otra ilustración de la traición de los intelectuales a la República. El rencor partidista se entrelaza aquí con el odio leninista que repta, con total libertad y desde hace tantos lustros, en la Universidad de la República. El resultado es el fascismo instalado en la casa que debiera predicar el Estado de Derecho.

Hay intelectuales y políticos que se descansan en el crecimiento económico para aventurar un futuro colectivo promisorio. Descreen de la exigencia de mayor calidad democrática y de la vigilancia que precisa, siempre, la Libertad.

Relativizan así lo que actitudes universitarias y monumentos muestran a quien quiera ver: que el país, sin escozor, pierde textura republicana. La traición de los intelectuales es una de las mayores responsables de este acallado crimen de lesa nación.

El País – Montevideo