Iván Arias Durán
Este fin de semana asistí, como cientos de ciudadanos, a un café concert que se presentó en un cine de la ciudad de La Paz. La ilusión que nos mueve para asistir a estos programas son básicamente buscar esparcimiento mediante la risa sobre aspectos de la vida cotidiana, pero, ante todo, por la sátira a los poderosos de turno. El publico occidental, y en especial los paceños, respiran, comen, trabajan, aman y odian en torno a la política. No es tanto así en el oriente donde la política recién ha entrado a la vida cotidiana y los mismos cambas se asumen “aun chambones” en esas lides: “por eso el actual gobierno nos ha metido la yuca por todos lados y estamos pagando el precio de haber despreciado la política y a los políticos”, me decía mi colega de medios cruceño.
En occidente, para los “lebudos con corbata” como les llama Paulovich, el humor político siempre fue importante y se desarrolló como un medio de crítica a los poderosos. El humor político siempre fue arte de compromiso político y social. Los humoristas a través de este medio siempre ponen en evidencia los actos de corrupción e hipocresía de los gobernantes, pero siempre con un toque de chispa. El humorista hiere, pero al mismo tiempo consuela. La risa alivia el mensaje. El artista actúa como la voz crítica de la sociedad hacia las acciones de los políticos de turno poniéndose en el lugar de la gente y reflejando esto en su creación. Buscan llegar a la verdad a través del absurdo.
Desde el nacimiento de los pasquines y los diarios estuvo presente el humor con un contenido político. La caricaturización de los personajes políticos era frecuente y estaba acompañada por alguna crítica relacionada a un personaje vinculado con el poder. El humor político está vinculado con el poder político de una época determinada. Pero no es una vinculación directa con ese poder, sino como recurso de crítica, sátira y burla. Bien lo señala Matallana (1999), “el humor político para ejercer un efecto cómico, no puede ser oficialista, siempre trata de ser crítico, en algunos casos, claramente opositor, inconformista con la situación a la que se enfrenta”. Así, los bolivianos, siempre inconformes, producimos decenas de estos artistas que jamás le temieron al poder y que siempre osaron, entre risa y risa, dejar sentados los problemas de la sociedad y la forma en que los poderosos de turno los olvidan.
Conociendo esta realidad, salí del mencionado café concert con sabor a poco. Una débil escenificación que se limitó a arrancarnos risas con personajes no poderosos ya conocidos: el joven despistado, la mujer cuarentona, la enfermera pinchadora, la monja hipicha y otros que hacen a la vida de la sociedad civil. Pero nada, casi nada (hubo una pequeña referencia a los congresistas), se dijo sobre los poderosos y sus personajes; brillaron por su ausencia en el teatro. En un intento de confirmar si ese sabor a escaso era compartido por otros buscadores de risa y sátira, pregunté a varios amig@s que encontré a la salida:
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“Es obvio, el miedo ha cundido no solo entre los políticos sino que se ha tragado a los humoristas poniéndoles caretas inofensivas y digeribles para los poderosos”. “Censura previa, mi hermano, no necesitas que el Gobierno esté en los escenarios, los humoristas han decidido cuadrarse ante el poder antes que denunciarlo”. “Ahí están las consecuencias de la judicialización de todas las actividades, pues hoy los errores ya son tales sino delitos”. “Hay que entenderlos, podrían ir a la cárcel si les aplican la ley contra el racismo, los humoristas que hacían cagar de risa, hoy se cagan de miedo, por eso son tan lights”. “Hay que hacer como en Cuba: si quieres vivir bien, debes ir a los teatros a vivar a los poderosos, y volver a tu casa a sacarles la mugre con rabia y con humor entre tus cuatro paredes sin dejar que te escuchen los soplones del control social”. “Gracias a dios que los paceños tenemos Confidencias que no pierde la esencia y que no ha sido tragada por el miedo a los poderosos de turno”.
Mi homenaje a los humoristas que como Confidencias, el programa de humor político más antiguo, que fin de semana tras fin de semana aun se atreven reírse y hacernos reír de lo que otros optaron por ignorar, de lo que algunos humoristas ya no quieren hablar porque el miedo los ha ganado. Parafraseando este grafiti: las inundaciones no se producen porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde; podríamos decir: “el miedo inunda nuestras vidas no porque nos lo impongan, sino porque los bolivian@s ya nos hemos hundido en nuestra propia cobardía”.