El «fuego amigo» que amenaza a Cristina Kirchner

Carlos Pagni

Carlos_Pagni Cristina Kirchner y sus cráneos electorales celebraron la asociación de Ricardo Alfonsín con Francisco de Narváez y Javier González Fraga. Gracias a ese movimiento, ven facilitada su principal estrategia: presentarse como la única encarnación competitiva de todo lo que existe del centro hacia la izquierda. Pero la dicha nunca es absoluta. En el instante en que el sueño comenzaba a realizarse, el espacio que la Presidenta pretende monopolizar se cubrió de amenazas. La negligencia de transferir caudalosas partidas presupuestarias a Hebe de Bonafini, para que ella las entregara a una empresa de Sergio Schoklender, estremeció una viga maestra del kirchnerismo: su vínculo con los organismos de derechos humanos.

Sin embargo, el "fuego amigo" contra la señora de Kirchner no se limitó a los desaguisados de Schoklender. Al recibir con honores a Ahmad Vahidi, ministro de Defensa iraní y presunto autor intelectual del atentado contra la AMIA, Evo Morales alteró la gira presidencial por México e Italia, y dejó al descubierto una fisura principal de la política exterior argentina.



Lo de Morales fue más que un malentendido. Forma parte del inquietante enredo con el que la diplomacia bolivariana está envolviendo a la región. La Presidenta respondió a estos sinsabores con el silencio. Es natural: prefiere atragantarse con palabras antes que, como a Alfonsín, sus amigos le reprochen un giro a la derecha.

La entrada y, sobre todo, la salida de Vahidi de Bolivia, el martes pasado, fue una burla de Morales al empeño argentino para castigar a los presuntos culpables del atentado de 1994. Héctor Timerman recibió en Roma una nota de su colega boliviano, David Choquehuanca, en la que decía que en su país desconocían los antecedentes del ministro de Defensa de Irán, entre los cuales figura un pedido de captura en Interpol originado en la justicia porteña. Timerman, quien para precaverse de un ataque terrorista supo incautar, alicate en mano, la carga de un avión militar norteamericano, se dio por satisfecho con las excusas de Choquehuanca. Aclaró, además, que la visita de Morales a Buenos Aires, prevista para el próximo 30, no será suspendida. Ese día, el presidente boliviano y su anfitriona inaugurarán un gasoducto. Pero no hay derecho a pensar que la dependencia del gas de Bolivia determina la magnanimidad argentina.

Admitir que Choquehuanca desconocía quién es Vahidi y que Timerman le creyó implica ignorar varias novedades del tablero regional. El ministro de Defensa de Irán fue invitado a Bolivia por su colega María Chacón, obediente alfil de la activa diplomacia militar de Hugo Chávez. El motivo de la convocatoria fue la inauguración del edificio donde funcionará una escuela de defensa de los países del ALBA, que lidera Venezuela.

Chacón reclamó hace doce días en Buenos Aires, donde participó de una reunión con sus pares de la Unasur, asegurar la soberanía de América latina frente a Estados Unidos. No explicó cómo convive su espíritu regionalista con la invitación a Vahidi, que vive a 13.500 kilómetros de Bolivia. Sencillo: el ministro argentino, Arturo Puricelli, no se lo preguntó, porque tampoco estaba informado sobre ese movimiento.

Reunión clave

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, tuvo más reflejos. Dos días después de la visita de Vahidi a Bolivia, visitó a Cristina Kirchner en el hotel Edén, de Roma. Fue la reunión más importante que ella mantuvo en esa ciudad, ya que con Silvio Berlusconi había intercambiado trivialidades (salvo cuando el italiano mencionó a los bonistas de su país: ahí la Presidenta dijo que esos ahorristas debían culpar a los bancos y que la Argentina había cerrado su última oferta).

Con Piñera habló de la jugada que se inició ayer en El Salvador. Allí se celebra la 41» Asamblea Ordinaria de la OEA, en la que el canciller de Morales, Choquehuanca, pedirá apoyo para que Chile desconozca los acuerdos que pusieron fin a la Guerra del Pacífico (1884) y negocie con Bolivia una salida al mar. Evo Morales está cada vez más agresivo con Chile: ya que no cuenta con embajador, designó cónsul al último jefe de las fuerzas armadas.

La aspiración marítima de Bolivia fue siempre una excusa para el activismo sudamericano de Chávez. En noviembre de 2003, enojó a Ricardo Lagos al decir: "Lo lamento por Chile, pero sueño con bañarme en una playa boliviana". Estas consignas pueden reaparecer. Ahora que las relaciones de Venezuela con Colombia se distendieron, Chávez podría aspirar a que una contradicción con Piñera, reluciente icono de la derecha, sustituya su clásica discordia con Álvaro Uribe. Ollanta Humala, que anoche ganó las elecciones en Perú, se diferenció de su antiguo padrino venezolano también en este aspecto: anteayer anunció que invitará a Piñera a mejorar las relaciones bilaterales.

Cristina Kirchner quedó descolocada en esta nueva geometría. Su "modelo nacional y popular", principal bandera de campaña, la debería ubicar en el eje bolivariano. También la instala allí su sistemática contradicción con Washington, que volvió a manifestarse la semana pasada, en México. Timerman, que sintoniza como nadie con su jefa, sostuvo que las armas del narcotráfico mexicano provienen de Estados Unidos, que alienta ese delito por su alto consumo de drogas. Los anfitriones de la Presidenta habrán agradecido -si no estimulado- las palabras de Timerman. El gobierno de México está molesto por la identidad del próximo embajador de Barack Obama, Anthony Wayne. Antecesor de Vilma Martínez en Buenos Aires, Wayne regresa a América latina después de haber representado a su país en Afganistán. El presidente Felipe Calderón quiere desmentir que Wayne fue destacado en México por ser un experto en Estados fallidos.

Al denunciar la relación entre Estados Unidos y los narcotraficantes mexicanos, Timerman tocó un nervio sensible de Washington. El problema de las drogas se ha transformado en el principal criterio de la diplomacia norteamericana para la región. Esa prioridad podría quedar más clara si, como sospechan varios diplomáticos, Christy Kenney, actual embajadora en Tailandia, se convierte en la sucesora de Arturo Valenzuela como subsecretaria para las Américas. Kenney, que vivió hace más de 20 años en la Argentina, está casada con William Brownfield, el encargado de lucha contra el narcotráfico de Hillary Clinton.

La política internacional del kirchnerismo se desplazaría en línea recta si no fuera porque se le cruza el conflicto con Irán. A la asamblea de la OEA, por ejemplo, viajaron delegaciones de la DAIA y la AMIA indignadas con Morales. Además de abrir una brecha con Bolivia, ese entredicho fuerza un alineamiento de Cristina Kirchner con Estados Unidos e Israel. Se advirtió en Venecia, donde ella se reunió con Shimon Peres, quien la elogió por su lucha antiterrorista y la invitó a visitar Tel Aviv el próximo 23.

La señora de Kirchner, que teme otra encrucijada, no respondió. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) pretende que en la próxima asamblea general de la ONU, en septiembre, se vote un reconocimiento del Estado palestino. Brasil acompañará a la ANP, con la aclaración de que Israel debe replegar sus fronteras a las de 1967, cuando no había ocupado Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental. Chile y Costa Rica, en cambio, apoyarán, pero sin hablar de límites. La Argentina sigue en esta materia a Brasil. Cristina Kirchner podría levantar así una bandera izquierdizante en pleno proselitismo. Sin embargo, la rebelión del mundo árabe y la necesidad de sostener, en ese tembladeral, al nuevo gobierno de Egipto han producido una novedad: también Estados Unidos pretende el regreso de Israel a las fronteras de 1967. Curioso final: acaso a pesar de ella, la Presidenta volverá a coincidir con Obama.

La Nación – Buenos Aires