“Borracho estaba, pero me acuerdo”. Fue lo único que le faltó decir a Evo Morales en la Cumbre de Seguridad Ciudadana celebrada en Santa Cruz, convertida en verdadero fiasco por las ya irritantes bromas pesadas del mandatario.
En el marco de sus argumentaciones sobre las supuestas “causas profundas” de la criminalidad, el presidente se despachó unas confesiones alcohólicas sobre sus excesos “en 1994”, aunque fotografías como la que ilustra esta nota -tomada durante el Mundial de Fútbol de Sudáfrica- indiquen que tal vez esas costumbres no hayan cambiado demasiado.
Recordó Evo que en el año citado “un 1 de agosto decidí tomar todo lo que se me presente, el 2 de agosto, Día del Indio, fiesta total, otra vez hasta las dos de la mañana, tres, cuatro, cinco, el seis de agosto ya no sentía sabor a la cerveza y la chicha, el cuerpo te pide más, la cerveza era como agua”.
Comentó luego que en esa oportunidad junto a su compañero, el actual viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres, “compramos soldaditos, alcohol puro, compramos y tomamos eso, sobre eso el cuerpo feliz, ya andaba en mi bolsillo con el soldadito”.
“Para cuando terminaron las fiestas creo que estaba morado; dije que no tomaría nada. La primera semana después del 8 de agosto no podía aguantar el cuerpo, quería bebida. He sufrido, pero me he dominado”, concluyó el (des)gobernante.
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Lo cierto es que, con sus evadas (término con el que tempranamente designamos desde esta columna en el 2010 a los desplantes verbales del “jefe de Estado”), Evo convirtió la Cumbre en una grotesca parodia de Alcohólicos Anónimos, donde brillaron por su ausencia las propuestas de soluciones estructurales a la inseguridad ciudadana.
No se cuestionó el hecho de que la Fiscalía y la Policía sean distraídas de sus funciones naturales, para utilizarlas en la persecución de opositores.
Tampoco se flexibilizó en lo más mínimo el bloqueo centralista a cualquier iniciativa de conformar cuerpos de seguridad auxiliares a nivel departamental o municipal.
Al final, la reunión de autoridades en Santa Cruz acabó siendo lo mismo que todo evento, nacional o internacional, donde hable el presidente: una Cumbre del Disparate.