La historia no contada sobre la detención de los militares bolivianos

evo condecora La semana en que el Presidente de Bolivia, Evo Morales, condecoró -inexplicablemente para Chile y motivando el rechazo transversal de los políticos nacionales- a los 14 militares detenidos en territorio chileno, "El Mercurio" revivió la cruda detención en la que los mismos homenajeados encañonaron y quitaron los autos de 4 de sus compatriotas en territorio chileno.

El día anterior a ser detenidos por carabineros, 14 militares bolivianos les habían quitado dos vehículos a compatriotas suyos dentro de territorio chileno, a 18 kilómetros de la frontera. A pesar de los insistentes reclamos, los uniformados fueron implacables y se llevaron detenidos a los ocupantes de los autos hasta el puesto militar de Pisiga Bolívar. Tras dejarlos dos horas en el cuartel, los liberaron, pero sin sus pertenencias.

Se trata de los mismos 14 soldados que el pasado viernes fueron ascendidos y condecorados -inexplicablemente para Chile- por el Presidente Evo Morales y que la noche del domingo pasado habían sido recibidos entre aplausos por sus compatriotas, en las calles del pueblo fronterizo, tras ser expulsados de Chile.



Lo cierto es que lo ocurrido el 16 de junio ha dado origen a una notoria diferencia en las versiones que al respecto han sostenido las autoridades chilenas y bolivianas.

Mientras la versión de Santiago es absolutamente clara en cuanto a que se trató de un robo de vehículos por parte de los uniformados del vecino país y por lo mismo envió una nota de protesta a La Paz, en Bolivia se ha acusado de un trato vejatorio contra sus soldados.

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"El Mercurio" viajó hasta el lugar donde los uniformados les quitaron el vehículo a sus compatriotas junto a 3 de los 4 bolivianos detenidos, quienes relatan lo que ocurrió aquel día. Son los mismos ciudadanos que reconocieron a al menos dos de los catorce militares detenidos por carabineros cuando vieron sus rostros en el diario La Estrella de Iquique.

También se trasladó hasta ese lugar el director de la fundación Casa de Justicia, Felipe Arenas, institución que brinda asesoría legal a víctimas de delito y a quien recurrieron para que los ayudaran a recuperar sus autos.

La otra faceta de los militares

Alrededor de las 10:30 horas del jueves 16, una patrulla con 5 militares bolivianos se acercó a dos autos que rondaban la zona de Ancovinto en territorio chileno. Los uniformados bajaron de su vehículo con sus fusiles. Al frente tenían a 4 bolivianos: Nelson Daniel Baptista, Antonia Oliva, Faustino Chambi y su chofer. Les apuntaron y les ordenaron tirarse al suelo boca abajo. Todos lo hicieron, salvo Antonia, que permaneció hincada y con las manos apoyadas en el suelo.

"¡Ustedes se están llevando autos robados a Bolivia!", los recriminaron los militares.

"No. Los autos tienen los papeles al día. No hemos hecho nada, los papeles del auto están en orden. Mírelos…por favor. Además estamos en territorio chileno", les contestó Antonia.

"¡Cállese usted! ¡Qué sabe de lo que es territorio! ¡Esto es territorio boliviano!", le replicó uno de los militares.

Amenazados con armas de grueso calibre, les pidieron las llaves y los obligaron a entrar en sus propios vehículos. Se los llevaron al cuartel militar ubicado en Pisiga Bolívar. Estuvieron dos horas detenidos. No les dieron explicaciones, ni comida, ni nada, a pesar de que ellos argumentaron insistentemente que los papeles del auto estaban en orden y que la detención había sido en territorio chileno.

El dinero que se llevaron los militares

Al pie de una pequeña puntilla en medio de la nada, Faustino, Antonia y Nelson Daniel reproducen el diálogo que se produjo y el difícil momento que vivieron. La respuesta recurrente de sus compatriotas militares a las preguntas que hacían era una: "cállese".

Antes de ser detenidos, Faustino y su chofer se habían encontrado con un pariente -proveniente de Bolivia- que les entregó ocho mil dólares para pagar el vehículo. Según agrega Chambi, el dinero estaba en la guantera y no alcanzó a sacarlo cuando fue interceptado por los uniformados. Tampoco pudo rescatar los documentos del auto.

Nelson Daniel Baptista y Antonia Oliva, al percatarse de la situación, intentaron arrancar, pero la camioneta de los militares se les cruzó y se vieron obligados a parar.

La pareja relata que estaba buscando leña para llevarla a una casa ubicada en Cariquima, ciudad utilizada por los "chuteros" como centro de logística. Ahí almacenan los autos que después llevan a Bolivia y se abastecen de gasolina o petróleo. Es una casa normal, cuyo patio trasero es similar al de los locales de una compra y venta de autos. Principalmente llegan hasta ahí modelos Subaru, Toyota y Nissan. Casi todos 4X4. ¿Su destino?: Bolivia.

Finalmente, la pareja también fue detenida. Pero el destino de los militares bolivianos que los apresaron daría un giro radical el día siguiente, cuando volvieron a Chile y fueron sorprendidos por carabineros, quienes esta vez los detuvieron a ellos.

Focos a la cara

Ya era de noche cuando el capitán Roberto Saravia de la subcomisaría de Colchane salió a realizar una ronda junto a seis carabineros.

Iban en dos camionetas, en cada una, un fusil Sig. Entre 10 y 15 grados bajo cero había en el sector al momento de realizar el patrullaje.

Mientras bordeaban la frontera vieron una camioneta Toyota Twon Ace con patente chilena y con 10 militares bolivianos a bordo. Estaban 2 kilómetros dentro de territorio nacional.

Al percatarse de la cercanía de la patrulla, los bolivianos abandonaron el lugar. Rápido.

Los carabineros chilenos decidieron apagar las luces y seguir trabajando con visores nocturnos. Sospechaban que los bolivianos seguirían desplazándose en la misma zona.

Junto al capitán Roberto Saravia Velásquez iban los sargentos Joaquín Riquelme Paillapán y Manuel Núñez Saavedra, el cabo Francisco Gallardo Garcés y los carabineros Francisco Correa Aguirre, David Fica Pallaleve y Gabriel Carlos Galleguillos. Tres de los siete uniformados que realizaban el patrullaje habían egresado hace apenas dos semanas.

Los que conocían bien el sector, decidieron instalarse en un lugar estratégico: una puntilla de tierra desde donde se podían seguir los movimientos de la camioneta.

Se quedaron esperando durante aproximadamente una hora y media en que no pasó nada.

El frío se metía como agujas en los dedos. "De pronto, los vimos y nos dimos cuenta que estaban enterrados (pegados en el fango). Estaban todos abajo del vehículo", cuenta el capitán Saravia.

Fue el momento ideal para ejecutar el plan. El capitán le dijo a su patrulla que él iría al frente.

"Si alguien tenía que morir, ese era yo. Hicimos señales tácticas", afirma. El capitán se dejaría caer sobre los militares bolivianos a pie y los otros seis lo harían en los vehículos con los focos buscacaminos para encandilarlos. Les pidió que enfocaran rápido y al rostro. Así tendría tiempo de acercarse, atrapar a uno y así tener el dominio sobre el resto.

Sin disparar al aire, les habló de manera severa y los juntó en un círculo. Estaban desconcertados, los habían sorprendido en un momento de debilidad absoluta dado que la camioneta se les había quedado enterrada.

Llegan refuerzos bolivianos

Aparentemente la situación estaba controlada para los carabineros. Sin embargo, a los pocos minutos se vivió uno de los momentos más inquietantes: apareció un tercer vehículo, un Daihatsu Terios.

Desde su interior se bajaron cuatro militares bolivianos con dos fusiles. Uno gritó"¡a ver qué pasó acá!".

Sin perder el tiempo y para mantener el control de la situación, el capitán Saravia le pidió a uno de sus carabineros que alumbrase a las caras de los nuevos protagonistas de la escena. Saravia se acercó a ellos y los encañonó. Ahí se entregaron. Les quitaron las armas: dos fusiles Galil y tres pistolas 9 mm Norinco.

"Los juntamos a todos en el centro y les expliqué la situación. Les dije: ‘ustedes no son prisioneros de guerra, no estamos en guerra, estamos en tiempos de paz, pero ustedes cometieron el error de haberse pasado para acá y eso es un delito. Lamentablemente ustedes están vistiendo uniforme y están con armas. Me los tengo que llevar al cuartel. Les voy a dar todo el trato y respeto que se merecen si ustedes acatan mis órdenes’".

Sopa y televisión

Los 14 militares bolivianos permanecían en silencio y fueron trasladados hasta la comisaría sin mayores sobresaltos.

Cuando los ánimos se calmaron, los bolivianos pasaron al casino del lugar, donde se sentaron a ver televisión.

Les dieron sopa a las 5 de la mañana y dos horas más tarde les sirvieron té y pan. "Se comieron todo el pan que teníamos", relata Saravia.

La operación resultó ser un éxito. No hubo violencia. Los carabineros chilenos afirman que fueron cautelosos en su proceder. Bastaba con que uno se asustara y disparara o demostrara alguna señal de miedo para que esta historia hubiese tenido un final totalmente distinto. Sobre la reacción del gobierno y la situación que generó la expulsión de los soldados bolivianos a su país Saravia aclara que "como carabinero hice mi trabajo y con eso me siento tranquilo. Uno de nosotros podría haber muerto, haber sido herido. Se podría haber dado vuelta la situación y nosotros haber sido rehenes de ellos".

Hoy la gente de Colchane los saluda en las calles y les tocan la bocina cuando pasan frente al cuartel.

"El sábado pasado bajamos a Iquique para comprar la mercadería -combustible, gas, etcétera-, y nos pararon el furgón, que decía "Comisaría Colchane", para felicitarnos. Eso fue muy gratificante", concluye el capitán.

Pero los gestos hacia los carabineros no se quedaron ahí. El jueves, el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, viajó a la zona y en nombre del Presidente Sebastián Piñera felicitó a los carabineros por su actuar. "Para el Gobierno de Chile fue exactamente lo que correspondía hacer", afirmó.

Mientras eso acontecía a este lado de la cordillera, al otro el Presidente Evo Morales preparaba la condecoración que haría a sus soldados al día siguiente en el regimiento Camacho primero de Artillería de Oruro. Ahí los ascendió de grado y estrechó sus manos.

El inesperado reconocimiento motivó el amplio rechazo de los distintos sectores políticos chilenos. Mientras el ministro de Defensa, Andrés Allamand, afirmó que evidentemente el gobierno boliviano "está intentando desviar la atención respecto de lo ocurrido", el diputado Patricio Hales dijo que el homenaje "constituye un camino peligroso basado en la mentira".

Las cifras y la desconocida trama de la mafia que roba automóviles en Chile y los vende en el mercado negro de Bolivia

Según fuentes del Ministerio Público, el robo de autos chilenos para ser comercializados en Bolivia es un fenómeno en aumento. Estudios del Ministerio del Interior estimarían que en 2007 los vehículos sustraídos en Chile y llevados a suelo boliviano fueron 1.152, mientras que en 2009 la cifra superó los 2.100.

Para las policías el nivel de violencia también se ha incrementado. Es recurrente en los antecedentes la noche del 20 de marzo de 2007, cuando un ejecutivo de 28 años llegaba a su casa de Vitacura en su Audi A3. De súbito, tres peatones se le cruzaron. Al bajar el vidrio del auto, un cuarto sujeto le puso una pistola en la cabeza y le ordenó bajarse. Acto seguido, los cuatro delincuentes huyeron en su Audi.

La investigación judicial estableció que el Audi llegó a la frontera con Bolivia 48 horas más tarde. Uno de los asaltantes le envió el siguiente email a un presunto comprador en Santa Cruz: "Tengo un Audi bakán. Cuánto dan por ése, respóndeme o llámame. Sólo queremos efectivo, responde urgente a este celular".

En el correo de respuesta, que interceptó la Dipolcar, el contacto en Santa Cruz le contestó: "Cuál modelo, qué año, color, etc".

Según fuentes judiciales, el primer correo lo envió Maha Oyarzo, un comerciante boliviano que operaría en el norte de Chile. El segundo, lo hizo Martín Céspedes, un ex fiscal boliviano, que según la policía se dedicaba al comercio de automóviles y que "hasta noviembre de 2010 mantenía una orden de detención vigente en Chile, por su nexo con la compra de vehículos 4×4 robados".

Según fuentes del Ministerio Público, cuando un automóvil llega a Bolivia, la policía puede hacer "poco o nada", ya que en Bolivia las intervenciones telefónicas y de emails están prohibidas por la legislación local, por lo que cuando se solicita una extradición y se usa como prueba la intercepción entre un email o un celular chileno y otro boliviano, los tribunales del país vecino rechazan el recurso. En otros casos, indican los investigadores, desde La Paz se responde a los requerimientos telefónicamente y no por escrito, señalando que un determinado número de motor y chasis de un auto robado en Chile "corresponde a un vehículo debidamente nacionalizado" en Bolivia.

Las cifras del tráfico

En octubre de 2010, la División de Seguridad Pública del Ministerio del Interior sorprendió a representantes del Ministerio Público, Aduanas, Impuestos Internos, Carabineros, la PDI y cinco empresas privadas dedicadas a la seguridad.

En una cita en La Moneda, un abogado expuso las conclusiones de una extensa investigación titulada "Estrategia Nacional contra el Robo de Autos y Delitos Asociados".

En uno de sus capítulos, el estudio analizó la industria del robo de autos en Chile cuyo destino es el mercado boliviano.

Según el informe, el 7,8 % de los automóviles sustraídos en Chile son vendidos en Bolivia. Es decir, entre 2007 y 2010, de los 20 mil autos que anualmente fueron robados en promedio en Chile, cada año unos 1.600 llegaron a Bolivia para ser vendidos de forma irregular.

El informe señala que las condiciones geográficas facilitan esta industria y el traslado a Bolivia. Tras un robo es posible cruzar la frontera, dentro de las 3 horas siguientes, por uno de los pasos clandestinos ubicados en el sector de Colchane.

Los ladrones saben cómo conducir de noche y sin luces a través del desierto, por rutas que no figuran en los mapas. Según la policía, los choferes a menudo usan escoltas y los traficantes no tienen problemas con el oxígeno, aun cuando operan a 4,500 metros de altura.

De acuerdo con fuentes del Ministerio Público, en Chile en 2009, por cada 100 mil autos se robaron 904, una cifra 90% superior a las de EE.UU (477) y México (446). En tanto, el citado análisis afirma que estos delitos causan un daño económico al país avaluado en 100 mil millones de pesos si se considera el precio de venta en 3,5 millones de pesos por auto.

El peak de vehículos robados se produjo en 2009, coincidentemente, cuando hubo otro proceso de indulto vehicular en Bolivia, y se "perdonó" a 45 mil automóviles que carecían de documentación al día. En 2009 se robaron 27.738 autos y se recuperaron 21.703. En 2010 fueron 17.158 los sustraídos y 13.316 los recuperados.

Conforme al estudio de la Dirección de Seguridad Pública, el motivo por el que los vehículos chilenos son traficados en Bolivia es explicado por seis factores: La economía informal del país vecino, una legislación permisiva, condiciones geográficas favorables, facilidades de la Zona Franca de Iquique, el uso de drogas como medio de pago y la alta demanda de 4×4.

Fuentes de gobierno explican que Bolivia carece de una legislación efectiva para evitar este negocio, a lo que se suma la prohibición de escuchas telefónicas para investigar al crimen organizado.

De acuerdo con el referido estudio, una víctima de robo en Chile debe viajar a Bolivia y comparecer ante el Tribunal o la fiscalía, contratar un abogado local, esperar semanas e invertir dinero para recuperar su auto. Una ecuación difícil para las víctimas chilenas. Según las estimaciones, del 100% de los robos de autos en Chile, sólo el 2,2% de los casos conduce a una condena o suspensión condicional de procedimiento. Es decir, por 20.000 robos, sólo 440 personas reciben una sanción legal.

De los 17.158 autos robados en Chile durante 2010, unos 1600 cruzaron la frontera boliviana. Se cree que 800 de ellos fueron sustraídos desde Iquique.

El Mercurio – Santiago de Chile