Raúl Prada: “El gobierno está en contra del proceso”

CHATO Prefiere no elevar nombres de los supuestos culpables de la crisis política del MAS. Sin embargo, identifica las tendencias que busca este grupo dentro del Ejecutivo. Dice que los movimientos sociales son la única alternativa para reconducir el denominado proceso de cambio.

Fue parte del entorno cercano de Evo Morales cuando fungía como viceministro de Planificación y Coordinación. Raúl Prada también fue constituyente del MAS y ahora critica que el Gobierno no esté respetando la Constitución Política del Estado, que la denominó como una “papa caliente” porque nadie la quiere respetar. Dice que las leyes orgánicas son inconstitucionales y hace una dura crítica a la Ley Marco de Autonomías, que, según dice, margina a los pueblos indígenas.

Raúl Prada, más conocido como el “Chato Prada”, dice que las reivindicaciones de los movimientos sociales no son reconocidas en la gestión del presidente Evo Morales. Identifica a un bloque del Órgano Ejecutivo que construyó un proyecto alternativo al denominado “proceso de cambio”. En su criterio, este grupo planteó una idea nacionalista que derivó en la crisis del Gobierno, demostrada por el “gasolinazo”, el conflicto con los indígenas de tierras bajas y la disputa con la Central Obrera Boliviana (COB).



Considera que los movimientos sociales depositaron desde un inicio una excesiva confianza en Morales y que ahora se sienten defraudados por el “modelo liberal” que impulsa el Ejecutivo.

Alejado del Gobierno, cuenta los logros y fracasos de la Asamblea Constituyente y de la aprobación de las leyes orgánicas, que, según expresa, son “inconstitucionales”.

¿El denominado proceso de cambio está en crisis?

Sí, es un proceso que entró a una etapa de crisis por muchas razones. Habría que detenerse en las más importantes para entender el carácter de la crisis y la discusión que se da en la coyuntura, una discusión dentro del proceso.

¿Cuáles son?

Una de las primeras condicionantes de la crisis tiene que ver básicamente con que hay muchos temas que se han dado en pleno ciclo de los movimientos sociales, entre el 2000 y 2005, cuyas fuerzas mostraron un conjunto de tendencias y la crisis múltiple del Estado. En ese entonces, es donde se manifestó las grandes diferencias y perspectivas del proceso. Pero ahora la discusión se centra en saber cuál es el proyecto. El proyecto era descolonizador, anticapitalista, era autogestionario, se abría a una nueva forma de organización desde la sociedad, el proyecto era antiestatal, era destruir el Estado y construir otra cosa.

Entonces, ¿el MAS qué proyecto está ejecutando?

Un proyecto nacionalista diferente al planteado por los movimientos sociales. Es decir, se mantiene el Estado-Nación, se vuelve a reivindicar la identidad nacionalista cuando los movimientos sociales construyen un proyecto distinto, un proyecto descolonizador. Los dos proyectos chocaron, es que había conciencia en el bloque dominante y se va arrinconando a la gente que pensaba de otra manera. El proyecto nacionalista es un proyecto colonial, porque habla de dominio de los pueblos.

Así, ¿el proyecto de los movimientos es relegado por el MAS?

El Gobierno está en contra del proceso de cambio. Lo que hay que hacer es reencauzar el proceso y fundar el Estado Plurinacional como un Estado autonómico, cumplir la constitución; hay que hacer un gobierno que sea de las multitudes, de la democracia participativa.

¿Cómo?

La única forma de recuperar el cauce del proceso es tomar más en cuenta a los movimientos sociales; son ellos los llamados a salvar el proceso. Además, en alianza con otros movimientos sociales, porque es importante el modelo boliviano. Tenemos la responsabilidad de hacerlo, porque no podemos volver atrás, se puede resolver la crisis en beneficio del pueblo.

¿Existen responsables?

Lo que importa es identificar tendencias y no nombres; no importan los nombres, es darle demasiada importancia cuando son individuos que fueron tragados por el poder y que no se dan cuenta de lo que pasa y de lo que están haciendo.

Este Gobierno dice ser de los movimientos sociales. ¿Es así?

Hablar de gobierno de movimientos sociales es complicado. Sería la gobernabilidad de las multitudes, con ejercicio plural de la democracia, y la Constitución lo plantea, pero lo que ocurre es que en la medida en que te quedas con la vieja maquinaria de Estado, te quedas con la vieja forma de gobierno y, obviamente, te niegas a cambiar.

Entonces, ¿el MAS sigue ejecutando una política neoliberal?

Se está tejiendo otro proyecto, un proyecto de restauración del viejo Estado. Llegó el momento de la contradicción y esa contradicción es patética. Lo patético se ve cuando el Gobierno se enfrentó a la Cidob (Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente), y eso que la Cidob estaba pidiendo algo constitucional. Cómo un gobierno que dice ser indígena se puede enfrentar a los indígenas. Entonces, para ser un gobierno de los movimientos se debería construir el proceso con los movimientos sociales y no con los funcionarios, que suplantaron a los sectores. Los funcionarios no comprenden la Constitución y terminan condicionando el proceso y lo llevan por otro lado. La crisis es muy dura, es una crisis en la que se están enfrentando los bloques que tienen que conducir el proceso hacia adelante, y eso significa transformaciones estructurales.

¿Los movimientos sociales siguen creyendo en el Gobierno?

Los movimientos sociales han dado excesiva confianza, hemos confiado, pero el problema era que estaban ocurriendo otras cosas, estaban construyendo la crisis del proceso desde el 2006, creo que se estaba conformado el contraproceso. Se estaba aceptando lo que se dice “el poder los tome” y no que “ellos tomen el poder”. Entonces, no se cambia nada del aparato estatal, del Ejecutivo; no se cambia nada de las prácticas y de la gestión pública, no se cambian los técnicos con trayectoria neoliberal, es decir, no se cambia. Terminamos atrapados en la vieja arquitectura estatal, que nos envuelve poco a poco y decide mantener la maquinaria que sirve para la dominación, que sólo sirve para distribuir nuestros recursos naturales. Ahora, las consecuencias las vivimos.

¿Cómo influyó el “gasolinazo” en la política del Gobierno?

El “gasolinazo” no es más que una muestra patética de que no hemos nacionalizado los hidrocarburos. El control técnico del proceso lo tienen las transnacionales, no sabemos lo que hacen las transnacionales, no sabemos de qué manera explotan los pozos, no sabemos cuánto se llevan, no nos pagan sobre el valor de los líquidos.

No tenemos el control, sólo tenemos contratos que dan una mayor participación estatal, pero no hay un control técnico efectivo. Las transnacionales boicotearon desde un principio el proceso.

¿Se puede decir que no existe una verdadera nacionalización de los hidrocarburos?

Muchos sabíamos que no era una nacionalización, sino un proceso de nacionalización. Una nacionalización se hace con una expropiación que implicaba una recuperación real del control técnico, desde la exploración, explotación, industrialización. Nada de eso se ha hecho; lo único que se hizo es cambiar las condiciones de la distribución, las condiciones de los contratos; sabíamos, yo lo sabía y la gente que estaba en el Gobierno al más alto nivel sabía que no era nacionalización, pero había que apoyar, no teníamos que arruinar la fiesta.

Usted fue miembro de la Asamblea Constituyente. ¿Ese trabajo se ve plasmado en la actual realidad?

En la Asamblea Constituyente nos enfrentamos a la derecha y se dan cosas peligrosas. La convocatoria a la Asamblea Constituyente se la hizo en un cabildo en la Guerra del Agua y en la Guerra del Gas, pero lo más extraño es que se hace la convocatoria a partir del Congreso. ¿Cómo vas a hacer una convocatoria a una Asamblea Constituyente desde el poder constituido, cuando se trataba de realizar el poder constituyente? ¿Por qué se hace eso? Porque había un pacto con las oligarquías regionales para llevar adelante una Asamblea Constituyente desconstituida. Los que fuimos a la Asamblea Constituyente nacimos con una Asamblea Constituyente ilimitada.

A partir de la aprobación de la Constitución Política del Estado, ¿cambiaron las cosas?

En muchas cosas se retrocede, hemos incorporado el Estado autonómico, pero nadie quería tocar sus cantones y se retrocede, y se entiende, pero la salida es por la vía de las autonomías indígenas, por eso se plantea un pluralismo autonómico, pero más tarde los acuerdos en la Vicepresidencia fueron lamentables, se retrocede en que hay autonomía regional e indígena pero no pueden cruzar los límites departamentales. ¿Cómo garantizas la continuidad territorial indígena? Son contrasentidos, se retrocede también en el poder social; en principio no se pensó en esta división de poderes, incluso no se pensó cambiar a órganos porque no cambia la cosa. La idea era construir un nuevo Estado desde el poder social, pero hay órdenes desde el Ejecutivo de “que no se debe hacer eso, porque no se puede confundir lo que son los funcionarios y los movimientos”. Ese tipo de argumentos demuestra los prejuicios liberales que se tenían, es la concepción del Estado liberal, un gobierno y otros gobernantes.

Queríamos romper eso, pero no nos dejaron, y se fue por algo que quedó en la Constitución, que es la participación y el control social, es decir, una construcción colectiva del Estado, de la ley y de la gestión pública en todos los terrenos. Estas contradicciones son las consecuencias que ahora vemos.

¿La aprobación de las leyes orgánicas en la Asamblea?

Ninguna ley que se aprobó es constitucional. La Ley Marco de Autonomías es una ley antiindígena, que no reconoce el territorio indígena; pone muchos candados a la autonomía indígena y mantenemos el viejo régimen centralista.

¿Cómo se estructura el proceso?

Diría que, por una parte, el proceso logra articular tres ciclos y tres memorias: El ciclo largo, de las estructuras indígenas y que tiene que ver con la memoria indígena. Un ciclo mediano, que tiene que ver con el proyecto obrero, del sujeto proletario y que está articulado con una memoria popular. Y, finalmente, un ciclo corto que trata de sintetizar los dos anteriores, pero este ciclo tiene que ver con la lucha de los movimientos sociales que desatan del 2000 al 2005 y ahí se crea una memoria como la Guerra del Agua, el bloqueo campesino del 2000, la Guerra del Gas en octubre del 2003, los movimientos sociales que van a plantearse una solución a la crisis después de la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada.

¿Este último ciclo tiene algo que ver con el actual proceso?

No. Este ciclo se distingue a las otras memorias en los movimientos sociales, que se conforman con la presencia del sujeto indígena que reaparece en la década del 90, con las marchas indígenas de tierras bajas. Ahí se planteaba ya una Asamblea Constituyente.

La Razón – La Paz