Maggy Talavera – Urupesa urbana
Tanto hablar de la “madre tierra”, para que su defensa quede apenas en un discurso que se usa para ganar adeptos y una buena imagen, aunque falsa, de defensor de uno de los recursos naturales más expoliados. Lo digo por el Gobierno central y el libreto que repiten hasta el hartazgo sus principales autoridades, logrando no pocos réditos a su favor, como un par de declaratorias que los señalan como los abanderados de la defensa de la naturaleza y de la vida en el planeta. Puro discurso, cargado de medias verdades y mentiras enteras, como se puede comprobar revisando las acciones gubernamentales, más allá de las palabras.
Una de esas acciones es la aprobación del proyecto de construcción de la carretera que unirá Villa Tunari (Cochabamba) y San Ignacio de Moxos (Beni), que se ejecutará “quieran o no quieran”, como lo reafirmó hace poco el Presidente Morales, desoyendo el rechazo de los pueblos indígenas asentados en el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Los indígenas yuracarés, mojeños y chimanes que habitan el TIPNIS no se oponen a la vinculación entre ambas poblaciones y sí el trazado que contempla el proyecto vial, ya que pasa por áreas protegidas, lo que afectará sin lugar a dudas el ecosistema del lugar, con impactos medio ambientales en el país y la región.
Pero al Gobierno central no parece importarle el impacto negativo que tendrá ese trazado en una parte vital de la “madre tierra” que tanto dice amar. Lo único que le importa es acelerar su ejecución, para aprovechar los 332 millones de dólares comprometidos como “crédito blando” por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil, que equivalen al 80 por ciento del costo real previsto para la carretera, que alcanza a 415 millones de dólares. Atender el reclamo del TIPNIS –es decir, modificar el trazado de la ruta para que no afecte las áreas protegidas- significaría un mayor costo de la obra y, aparentemente, esto es lo que lleva al Gobierno central a desoír las protestas.
Digo aparentemente, porque la posición oficial deja mucho que desear si consideramos no solo las contradicciones que plantea ésa con el discurso de “defensa de la madre tierra”, sino con otros dos no menos significativos para el Poder Ejecutivo: el de “gobernar escuchando al pueblo”, en especial a los pueblos indígenas, sostén de la imagen trabajada de Evo Morales como el “primer indígena presidente”; y el que alude a un compromiso decidido de combatir el narcotráfico en todas sus formas. La posición defendida por el propio Presidente respecto a la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos echa por tierra esos discursos oficiales, no sólo porque ignora la voz de los indígenas de Moxos, sino porque alienta la expansión de cultivos ilegales de coca por una ruta considerada “expedita” para el tráfico de drogas.
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Este último punto, el de ser un aliento para el narcotráfico, incluso considerado como peligroso en algunos círculos políticos de Brasil, que cuestionan la decisión de su gobierno de facilitar su construcción, a través del crédito ya mencionado. Un ex aliado del Gobierno de Morales sostiene también este argumento. “Creo que un riesgo evidente muy claro de esa carretera es el beneficio de la coca ilegal y del narcotráfico”, ha dicho Sergio Almaraz, ex viceministro de Tierras de Evo Morales. Y Almaraz debe saber muy bien de qué habla (aunque una tenga que lamentar que hable solo ahora y haya guardado silencio tanto tiempo, alentando incluso esas prácticas contradictorias que se repiten desde 2006).
Pero la actitud del Gobierno central respecto al proyecto vial Villa Tunari-San Ignacio de Moxos abre además otras interrogantes, soslayadas incluso por quienes hoy le critican el ser inconsecuente con los pueblos indígenas del oriente y con su supuesta defensa a la “madre tierra”. Una de ellas, que da pie para seguir luego con el tema, tiene que ver con el proyecto político defendido dentro y fuera del país por el Vicepresidente Álvaro García Linera, de toma y ocupación territorial del oriente, a través de traslados masivos de indígenas del occidente. Según él, “los tres millones de originarios de las tierras altas tienen derecho a las tierras bajas donde hay sólo trescientos mil”. Como lo anticipa un amigo de tertulias: “Con el pretexto igualitario, el MAS extiende su proyecto político de poder que pasa por romper el espinazo del oriente de por vida”.