El Tratado de Viena y una denuncia innecesaria


Juan Luis Gantier*

GANTIER Muy pocos -o nadie- están en contra del acullico. El problema es el uso excedentario de la coca y la política poco realista de relaciones internacionales del país.

Llevar a cabo una denuncia del Tratado de Viena de 1961 implica retirarse de este acuerdo, por lo menos durante un tiempo. Un ejemplo de este tipo de denuncias es la que llevó a Venezuela a abandonar el Pacto Andino. Convengamos que denunciar un tratado es quedarse prácticamente en el “limbo”, en la estratósfera por algún tiempo.



Denunciar el tratado significa dejar pendiente la participación del país cuando más necesitamos de estos acuerdos multilaterales para avanzar en la sustitución de los cultivos de coca, la apertura de mercados y otras ventajas derivadas de este tipo de convenios.

¿Será que desde el punto de vista del gobierno este tipo de acuerdos no han aportado nada? ¿Esta será la razón que motivó al Ministerio de Relaciones Exteriores a tomar esta decisión? ¿Habrá otros argumentos de trasfondo? No lo sabemos; sin embargo, nos parece una decisión muy controvertida cuando tenemos síntomas precisos de que el flagelo del narcotráfico se ha agravado.

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El informe de monitoreo de Naciones Unidas del año pasado señala que tenemos 31.000 hectáreas de coca. En términos económicos, la influencia del narcotráfico es notoria: inyecta 700 millones de dólares y se calcula que representa cerca del 3% del PIB (datos extraídos de una entrevista a Álvaro García Linera en Radio Patria Nueva).

Capos y cárteles se han trasladado a Bolivia. Entonces: ¿Qué es lo más importante? ¿Proteger un hábito tradicional o evitar caer en manos del narcotráfico, una actividad subterránea que corroe las bases de la sociedad, destruye la unidad de la familia y establece una anti-ética basada en la corrupción y la riqueza fácil?

El argumento de defensa del acullico para denunciar la Convención de 1961 es débil. En realidad, la denuncia es innecesaria, pues a partir de la ratificación de la Convención de 1988 Bolivia logró la inaplicabilidad de vetar la hoja en usos tradicionales.

La acción de desgarrarse las vestiduras por el acullico tiene otro trasfondo. Lo que preocupa es la actuación controvertida del gobierno, que muestra una actitud permisiva que alienta una economía basada en actividades ilegales que estigmatizan y disminuyen aún más las debilitadas posibilidades del país para jugar un rol más adecuado en el concierto internacional.

*Diputado nacional