Fidel Castro, el condottiero del siglo XXI

Juan Claudio Lechín

JuanClaudioLechinWeiseFoto_thumb_thumb1 El condottiero fue un capitán de tropas mercenarias, durante el Renacimiento italiano, que alquilaba sus habilidades políticas, militares, de intriga y espionaje, a un Señor, generalmente, para protegerlo de su propio entorno.

Apenas presidente, en 1999, el presidente Hugo Chávez promovió el ingreso de miles de cubanos, médicos y alfabetizadores, argumentando que realizarían tareas “benéficas” para el pueblo: operaciones gratuitas de cataratas y alfabetización. Como solidaria retribución, Venezuela entregó, al gobierno cubano, durante años, ciento cincuenta mil barriles de petróleo diarios; una parte gratuita y el saldo a veinte años, sin intereses.



Pronto aparecieron denuncias de que estos benefactores “solidarios” cumplían labores de adoctrinamiento político. Luego ingresaron quinientos guardaespaldas para el presidente, especialistas en inteligencia, represión, espionaje y propaganda. Un día se supo que el ministerio de salud tenía un ministro cubano “en la sombra”, encima del ministro venezolano. Luego resultaron ser varios los ministerios tomados. Pruebas filmadas y testimonios lo corroboraron y, el 2010, el general Antonio Rivero declaró que militares cubanos participaban en el Alto Mando de las FAN venezolanas. Pero nada detuvo esta invasión de baja intensidad.

La Wikipedia dice: “los condottieri eran célebres por su falta de escrúpulos (…) y, en ocasiones, imponían condiciones a sus patronos”. Impuestos o solicitados, se estima que actualmente hay ochenta mil cubanos rentados al gobierno venezolano. Si en 1959, el entonces presidente Betancourt se negó a regalarle petróleo a Fidel Castro, hoy parece haberse destrabado ese impedimento, de manera abundante, aunque se desconocen los nuevos montos de regalos y contratos.

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Todo comenzó cuando, en 1994, el golpista Chávez fue amnistiado y Castro lo invitó, le dispensó honores de jefe de Estado y lo llenó de halagos en la Universidad de La Habana. Luego lo auspició y apoyó. Obviamente, apenas llegó al gobierno, Chávez canceló con petróleo gratuito esas deudas. En adelante, Castro le proveyó protección de condottiero frente a su entorno, cosa que mantuvo una relación de simbiosis y dependencia tan fuerte que cuando el venezolano fue depuesto en el 2002, pidió encarecidamente a sus captores que lo exilaran a La Habana. Hace poco, viajó a Cuba para ser operado, corroborando que allí se siente más seguro que en casa.

El régimen cubano ha correspondido con excelencia, blindando su gobierno y garantizándole un sostenido avance hacia el control absoluto del poder. En más de cincuenta años, la élite cubana no ha caído y esa experiencia le ha posibilitado estructurar un efectivo modelo expansionista “dentro de la democracia burguesa”, en sustitución del anterior esquema del foco guerrillero.

También Evo Morales, apenas subió al gobierno, anunció que un contingente de médicos y alfabetizadores cubanos llegaban a Bolivia para realizar tareas de solidaridad. Lo mismo, Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador, Zelaya en Honduras…

Hoy, Castro, con el viejo sistema renacentista de condottieri de alquiler (actualizado a estos tiempos), es una transnacional que controla varios países y obtiene pingües ganancias. El problema de tan complejo negocio, además ejecutado con efectividad y brillantez, es que oscurece las patrias, conculca las libertades colectivas y empobrece a los pueblos.

El Comercio – Lima