Jaime Aparicio*
La OEA se ha convertido en un aliado de aquellos gobiernos latinoamericanos interesados en desmontar las democracias en sus países. Luego de la desastrosa experiencia de la guerra fría, la OEA logró trabajosamente levantar vuelo, primero con Joao Baena Soares y luego con el ex presidente de Colombia, César Gaviria, para ser un importante referente en la defensa de la democracia en las crisis de Haití, Perú, Paraguay y Guatemala. Hoy, la Secretaría de la OEA cayó en manos de un político chileno capaz de sacrificar los valores de la democracia por intereses políticos personales.
La amenaza en la región viene de líderes electos que desde el poder acaban con la democracia, pero, como señala The Economist: “La OEA está dispuesta a condenar ataques antidemocráticos contra líderes en el gobierno, pero cierra los ojos cuando los abusos son cometidos desde el poder”. No es un secreto que Insulza ha politizado y utilizado la OEA en beneficio, primero de su campaña política para ser presidente de Chile y luego de fracasada ésta, para velar por su propio futuro.
Lo penoso de todo esto es el daño a la región y especialmente a Bolivia. A nuestro país no sólo vino recientemente a alabar la “revolución boliviana”, cuando su deber, por el que él y sus amigos consultores son pagados, no es defender revoluciones sino el Estado de Derecho. No contento con eso, ahora, junto a su amigo y exjefe de su campañas política en Chile, viene a certificar la defunción de todo vestigio de independencia en el sistema judicial boliviano que ahora será directamente controlado para el Gobierno para perseguir judicialmente a sus adversarios políticos. Apoya también Insulza un surrealista proyecto de modernización del Estado en Bolivia, con muy pocos recursos financieros pero con mucha demagogia hace el juego de que ayudan a modernizar el Estado, cuando en realidad marchamos hacia una autocracia primitiva. Pero Insulza no dice nada respecto a las violaciones a los derechos humanos o del encarcelamiento sin juicio de un Gobernador electo que hoy languidece en los calabozos del régimen.
Para coronar su obra de desmantelamiento de la democracia, en estos días Insulza se dio a atacar a la Comisión de Derechos Humanos, a través de la propuesta de una reforma en la cual el Secretario de la misma sería designado por Insulza, de una terna que propongan los miembros de la Comisión. Con esta, aparentemente inofensiva modificación del estatuto, Insulza se asegura el control de la agenda de la Comisión, el único órgano que puede efectivamente proteger a las víctimas de violaciones de los derechos humanos, garantizar el respeto al Estado de Derecho y controlar los abusos de los Estados.
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Este misil dirigido a la Comisión se origina en la desesperación de Insulza de no poder manipular o utilizar al actual Secretario, Santiago Cantón, de impecable trayectoria en defensa de los derechos humanos en la región.
Esta última maniobra, de ser aprobada, constituiría el primer paso hacia la paralización de la Comisión, con la ayuda de miembros que han dejado de ser independientes violando los principios y el espíritu de la Comisión. Un ejemplo es el de las denuncias bolivianas, que se han multiplicado los últimos años, referidas a la existencia de presos políticos sin juicio, refugiados, exilados y abusos estatales. Estos casos han sido relegados por una de las comisionadas.
Hoy, la OEA, es nuevamente, como lo fue en la guerra fría, un instrumento de complicidad con las autocracias, con la única diferencia que ahora ya no está al servicio de los Estados Unidos sino del populismo.
*Abogado y diplomático
Los Tiempos – Cochabamba