Por Ramón Rocha Monroy, Escritor
En una esquina próxima a mi casa hay una lujosa tienda de vestidos de novia que tiene maniquíes inquietantes. Muy bien vestidos, eso sí, pero ninguno tiene cabeza. ¿Una preciosa indirecta para decir que las novias no tienen cabeza?Son trajes costosos y bellos, pero en este rubro hay propuestas más populares y baratas. Sin embargo, todas tienen un elemento en común: son de lo más kitsch. Te vistes de blanco, tu traje está bordado de azahares, que son símbolos de la pureza, y así vas a entregar tu flor por primera vez a tu consorte. Si el rito se cumple, a poco de desnudarte e inaugurarte, él exhibirá la sábana blanca con la correspondiente mancha de sangre.
Las novias fueron el plato fuerte de los años 50, pero, a estas alturas, ¿será que está demás tanto símbolo de pureza y de virginidad? Pero no quiero ponerme amargo en homenaje al eterno femenino, que adora la idea de entrar al templo de blanco y que el sacerdote dé licencia para el beso, y que la admiren cientos de rostros amistosos y la lluvia de arroz, que es un pronóstico de fecundidad y el vals (que nadie sabe bailar porque repiten un pasito rafiñoso de vals peruano y no vienés) y la torta (¡la torta!) con novios pequeñitos en pastillaje y que el novio le quite los portaligas con los dientes y el bouquet lanzado a las muchachas solteras y aspirantes a tanta felicidad junta.
Usted búsquese la novia, nosotros se la vestimos. Los novios seleccionan los regalos en una tienda de lujo y uno va y contribuye a que los sueños matrimoniales se hagan realidad. En los matrimonios populares hay una costumbre digna de imitar en los matrimonios high: las t’ipadas: al novio le prenden billetitos en las solapas. En la zona del Gran Poder, en La Paz, se hace mucha vida social. Si la hija se casa, los padres de ella costean la fiesta y hay un secretario en la puerta de la casa o del salón, que registra la calidad y procedencia de los regalos. Tal compadre o tal vecino o tal pariente regaló un refrigerador o un juego de living o una vajilla completa o una pinche lamparita. Ese registro es oro y los anfitriones lo guardan por si son invitados a otra boda. Entonces lo revisan, comprueban la calidad y el costo del regalo que recibieron y deben corresponder con la misma calidad y costo. Si una pinche lamparita, pues una pinche lamparita. Si un juego de living, un juego de living. Lo que se llama complementariedad, reciprocidad.
En un matrimonio, la novia es un pastel de cremas de leche, olanes, tules, rasos, sedas, terciopelos, plumas, colitas, pañuelitos bordados, flores, marcha nupcial y valses. Blanca y radiante va la novia, le sigue atrás el novio amante, van a unir sus corazones, van a morir mis ilusiones.Uno se pregunta: ¿a la novia la visten o la envuelven como regalo? Es corriente que el novio reflexione y le diga a su consorte que mejor sería una ceremonia sencillita, y con los ahorros podrían viajar de luna de miel. ¿Qué tal? ¿Pero qué mujer quiere eso, si el gusto de casarse está en subirse a esa burbuja ilusoria y ser una princesa y montarse en una carroza y tomarse fotos con glamour y que las amigas te envidien?
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Fuente: La Prensa