Pugnas entre dirigentes, ¿se merece esto Santa Cruz?

Daniel A. Pasquier Rivero

daniel-pasquier Entendíamos que la lucha de los líderes cruceños, por cientos de años, era por algo grande a favor de la región y del país. Si la lucha se trocó en victoria, siempre favoreció a todos los bolivianos y no sólo a los cruceños. Buscar menor dependencia de un gobierno distante y concentrador del poder ha estado presente en toda la etapa republicana en Bolivia, con mayor o menor énfasis en cada región. Para la conciencia de los pueblos de la periferia estaba claro que allí radicaba en gran parte la causa de su atraso, la pobreza, la falta de desarrollo económico social y cultural.

Los procesos de reivindicación estuvieron presentes con distintos nombres y matices, ajustándose el discurso y las propuestas a la evolución de los conceptos político-jurídicos de cada tiempo. Nunca faltó la voluntad para luchar por mayor control del destino y la suerte de cada región. Con diversas modalidades, desde simples movimientos regionales a otros más definidos, fueron federalistas, igualitarios, desconcentradores, descentralizadores, para finalmente llegar con la propuesta autonomista. Una versión moderna de administración del estado ajustada a las corrientes en boga de autodeterminación de los pueblos, como parte del proceso creciente en occidente de profundizar el ejercicio de la democracia y de la plenitud de los derechos ciudadanos.



Con esa herencia y esa visión Santa Cruz lideró el movimiento autonomista hasta convencer a dos tercios del territorio nacional. Sólo la coincidencia temporal de este proceso con el ascenso del proyecto autocrático y personalista del MAS ha frenado las esperanzas depositadas en un estado con autonomía, un proceso descentralizador del poder y de los recursos nacionales. Tomada la propuesta con habilidad por el gobierno convirtió la bandera autonomista en un simple eslogan demagógico vacío de contenido hasta neutralizarla en la práctica y, lo que debería haber reforzado la unión de los bolivianos la ha puesto en riesgo de hacerla pedazos. En el empeño no han faltado, aún en los pueblos más entusiastas de la autonomía, quienes de manera poco disimulada colaboraron políticamente para el éxito del gobierno obcecado con el control total del poder; tildados de manera suave como “los funcionales”, demostraron que las convicciones se pueden arrugar cuando están en juego intereses personales o de pequeños grupos de poder.

Se cambiaron líderes por dirigentes, porque la convicción se enfrió. A pesar de todo, al pasar la Autonomía al texto constitucional quedan, aunque estrechas, rendijas por donde continuar la lucha para una gradual implementación. En éste tira y afloje, lo más visible ha sido la elección de los gobernadores departamentales, y en el caso cruceño, de Rubén Costas A. Si el Cabildo mayor concentró a los pies del Cristo alrededor de un millón de personas, más del 50% se reflejó en la votación a su favor, porque la mayoría lo identificó con el proceso autonomista; una especie de encarnación del movimiento autonomista. En ese sentido, los resultados de la elección y del revocatorio demuestran que un porcentaje alto de afines al oficialismo, al masismo, también votaron por él, porque votaron por ¡Autonomía!

La Asamblea Legislativa Departamental (ALD) es, sin duda, otro logro mayor del proceso. Es el primer poder en democracia, fiscalizador del Ejecutivo departamental y debe ser el propulsor de las principales líneas políticas para el desarrollo económico e institucional de Santa Cruz. Bien entendido la Asamblea debería establecer con el Ejecutivo una sinergia de poderes a favor del desarrollo cruceño. Todos los asambleístas, hasta los que fueron primero elegidos por el gobierno y después por los votos cruceños, todos, pónganse la mano al pecho para hacer examen de la gestión realizada. ¿Creen, frente al espejo, haber respondido a la confianza y a las esperanzas del pueblo cruceño?

Cuando faltan liderazgos los recursos departamentales se recortan, los planes mayores para el desarrollo departamental se paralizan, poco o nada se hace ante las nuevas normas “nacionales” que recortan competencias y recursos a instituciones municipales y departamentales; siguen nuestros representantes con la pistola en la nuca y la ciudadanía expectante a ver “cuando se jala el gatillo”. No se debe claudicar en la defensa de los recursos naturales de Santa Cruz, ni retroceder ante el poder de los sembradores de coca, el avance del narcotráfico y del consumo de droga. Ya resuenan las amenazas contra las cooperativas, estructura fundamental del desarrollo cruceño. Es la hora de reaccionar.

Un liderazgo en retroceso a causa de la desunión. Un liderazgo degradado que parece no darse cuenta de lo que pasa, ocupado en proyectos personales, dejando de lado los objetivos comunes para lo que fueron elegidos. Se ha llegado a configurar una Directiva en la ALD, ¿por qué no funciona, para manipularla? El ridículo ha sido alcanzado con las discrepancias entre Costas Gobernador y el Senador Antelo; ojalá fuera por discrepancias en visiones a largo plazo sobre el futuro de Santa Cruz y no por un pedacito de la “tortita”, a lo que se está reduciendo el gran proyecto cruceño, esperanza del proyecto nacional. Nada de reuniones en cuartos oscuros. Acuerdos y consensos públicos sobre programas a favor de la institucionalidad y el desarrollo de todos los pueblos cruceños. De nada valen ya las arengas en cabildos multitudinarios, hay que practicar los contenidos con honestidad, lealtad, e hidalguía para reconocer errores y enmendarlos.

Cuando el país atraviesa una crisis institucional sin precedentes, Santa Cruz debe ser capaz de poner en marcha el proceso autonómico facilitando el ejercicio de la ALD, con un presidente indígena, comprometido sólo con la democracia, la autonomía, símbolo de la unidad del pueblo cruceño y boliviano.