Gonzalo Villegas Vacaflor
En teoría, todo lo que obstaculice el conocimiento de la verdad, la altere o impulse premeditadamente hacia lo falso, resulta amoral y, por ende, no ético. En esos momentos muchas veces aparece la “valentía”, en oposición al engaño, a la falsedad, al prejuicio, que debería estar ausente en la conducta y actividad cotidiana. En este sentido, el comportamiento y conducta hacia sí mismo y hacia los demás, deviene en cualidad moral imprescindible para la eficacia, honestidad intelectual y a la vez científica.
De una gran cantidad de personas de las cuales no soy el único en pensarlo, el capitalismo es un sistema mundial. Su análisis no se puede reducir únicamente al modo de producción capitalista como modo de producción abstracto, del cual se puede suponer simplemente la extensión geográfica a todo el mundo. El concepto de modo de producción sigue siendo fundamental, pero el concepto de capitalismo como sistema mundial es distinto. Este es un punto de partida metodológico muy importante porque en el análisis o en las pretensiones analíticas de la economía vigente, y también desgraciadamente en muchos análisis del capitalismo que se reivindican del marxismo, está presente una confusión entre estos dos niveles, o por lo menos la separación de ambos conceptos no está hecha en términos suficientemente claros. En segundo lugar, si analizamos el capitalismo como sistema mundial, creo que podemos estar de acuerdo en la existencia de un modo de producción capitalista y que, a este nivel de abstracción, el análisis de Marx en “El Capital” es, no solamente primordial, sino que el mismo no ha sido superado. Por otro lado, un análisis del capitalismo como sistema mundial nos mostrará que la tendencia a la integración es creciente. Como mercado de los productos, comenzó con las materias primas y después se extendió a los productos terminados, mientras que hoy es evidente una tendencia a la integración de los mercados de capitales.
En este contexto de praxis socio económico, donde nos aproximamos o nos alejamos de cambios propuestos, ¿La ciencia debe ser instrumento del poder o debe mantenerse, éticamente, neutral frente a lo cotidiano político? Esa es una discusión muy antigua, pero con la prueba de que existen relaciones verificadas entre el poder y la ciencia.
Ejemplo de lo anterior es el espejo ustorio de Arquímedes utilizado en la defensa de Siracusa y la bomba lanzada sobre Hiroshima que había sido pensada por Einstein, Oppenheimer y Fermi, entre otros. Controlar la actividad científica es uno de los supuestos del poder. En el análisis histórico de la tecnología moderna, o sea, de la ciencia aplicada a la industria, se exigía de los investigadores pragmatismo: las experiencias debían tener como objetivo el desarrollo técnico y el crecimiento de la industria. No hay lugar a dudas que la orientación tuvo éxito; la industria moderna, por ejemplo, tuvo un desarrollo muy grande dando un salto cualitativo que la aleja de la superchería, esoterismo o cosmovisión, esto nos muestra la pequeña gran diferencia de procesos sociales o de cambio en lo que un proyecto nacional se distancia infinitamente de interesantes y en algunos casos inentendibles interpretaciones epistemológicas de ensayos políticos, económicos y sociales, pues al ciudadano del día al día lejos de cafés o tardes de mata tiempo tiene un indicador social, económico y político que es su bolsillo; razón sencilla y elemental para que la ciencia a través de la tecnología incluyendo carga ideológica le conduzca a “vivir bien”.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
En la actualidad, la autoridad moral de las ideologías, del poder instituido no puede seguir dirigiendo nuestras conciencias, ignorando que han pasado más de trescientos años desde que la revolución francesa les dotó de caracteres para facilitar su identidad y ubicación. Y en la Bolivia del siglo XXI, donde el conocimiento y el carácter de verdad se hace dependiente en una forma o, en otra, de la constitución del sujeto que conoce, limitando la validez de la verdad a criterio, sin utilidad alguna para el fortalecimiento del poder no puede llegar a su objetivo, pese al esfuerzo de algunos “académicos” en establecer que la teoría del conocimiento es una doctrina filosófica y es necesario que antes aparezca una definición esencial de ésta en su extensión tecnológica, a la consolidación del poder.
Treinta y tantas nacionalidades y etnias del Estado Plurinacional nos conducen a aseverar, sin margen de mucho error, que la ciencia es considerada, una inutilidad muy costosa. ¿Para qué mantener centros de investigaciones si no se llegará jamás a inventar una rueda más redonda? Al fin y al cabo, hoy día, hasta las ecuaciones ya se encuentran a la venta…aunque los griegos no puedan reivindicar la patente del teorema de Pitágoras o la de los cinco principios de la geometría euclidiana. La importación de la tecnología conlleva una perpetuación de la dependencia de los países en vías de desarrollo en ese campo. Gracias a la falta de recursos, a la insuficiente estructura científica, a las políticas sectoriales inestables y al desequilibrio fiscal, la investigación científica y tecnológica desde la fundación de Bolivia se encuentran estancadas. Esta política (o carencia de política) para el sector de ciencia y tecnología ha conllevado una falta de presupuesto de los institutos de investigaciones superiores que no pueden traer de regreso a los jóvenes científicos que están estudiando en el exterior principalmente en Estados Unidos y Europa, quienes terminan trabajando en el extranjero, pues reciben invitaciones irresistibles para quedarse: estructura, recursos materiales y buenos salarios. Así, toda la inversión hecha por el país en la preparación de científicos termina quedando en el primer Mundo.
Para cerrar la ecuación se despeja a la revolución tecnológica anunciada como el retorno de lo reprimido y sobre todo como regreso de la mas traicionada de la revoluciones, la política, que hoy en medio de las guerras asimétricas y de las agresiones imperialistas preventivas se descose a pasos agigantados. Las revoluciones que se querían totales han quedado acotadas por su subordinación a la técnica. Por otra parte los teóricos de la revolución técnica desde Goody hasta Einsenstein, desde Simondon hasta Gras, insiste en el carácter sistemático de la revolución técnica con lo cual la anclan permanentemente a la figura del progreso.
¿Contradicción, inestabilidad, ambigüedad? Sucede que esta revolución tecnológica se vive como presencia de la humanidad en su conjunto, mientras que en el pasado su desarrollo y sus progresos estaban ligados a una región, régimen o civilización hoy se trata de un destino planetario.
Pero si dicho y hecho la revolución técnica más que un acontecimiento a explicar se convierte en un totalitarismo de las divisorias que siempre adscribe lo primitivo al antes y lo progresivo al después (pre-industrial, industrial y post-industrial) en una narración monocorde, iluminista e ilusoria que incluye a todos los extremos en la misma bolsa -entonces no entendemos nada.
Porque así como no debemos tomarnos demasiado en serio al ciberparaíso de los Gates y los Negropontes tampoco debemos hacer lo propio con las amenazas de bombas informáticas de los Virilios o los Baudrillards.
Sería necio negar la consistencia de la Tecnología. Pero no lo sería menos suponer que esa técnica pasaría alguna test del consumidor o la atención de la prensa si no estuviera acompañada de infinitos voceros, propagandistas, publicitarios y defensores a ultranza. Tesis central de Sfez que compartimos sin ambages.
Es la ficción de la tecnología la que hace posible su realidad. No hay ningún proyecto de sociedad, ni realidad social que no esté sostenido por relatos, cuentos y mitologías.
La tecno política es tan poco ficcional como el cuerpo político. La tecno política no es solo una grilla interpretativa, sino que es la realidad misma que necesita de esos discursos para ser criticada pero más aun para ser exhibida en su corporeidad.
Es necesario comenzar a fomentar un cambio en el accionar de la sociedad boliviana, fomentar la creatividad, enfrentarse a los riesgos y buscar nuevos desafíos para superar.
En pleno “proceso de cambio” nuestro país se volvió conservador, con habitantes con escasa predisposición al riesgo, temerosos de equivocarse, temor que paralizó las mejores iniciativas de nuestra gente. Es hora de dar una batalla cultural que fomente un cambio de actitud; no sólo en el mundo empresarial, sino también en todas las manifestaciones de la vida. En el mundo de hoy hay oportunidades y así lo están demostrando aquellos que arriesgan desde el cine, desde el software y desde otros y variados campos de la actividad.
Ser proactivo, emprendedor, motivarse con las cosas nuevas, ser creador, no es sólo una cuestión empresarial, le da un sentido diferente a cada cosa que hacemos, tanto al iniciar un emprendimiento empresarial como a la hora de encarar una tarea, diseñar algo nuevo, en el enfoque que uno le da a las relaciones, tanto laborales como humanas, etc. Es una verdadera actitud de vida.
Bolivia necesita: políticos, investigadores, empresarios, técnicos, obreros, administrativos, creadores, etc., emprendedores, creativos, que disfruten el desafío de de adaptarse y transformar un mundo que cambia velozmente. Que aprendan de los aciertos y, por supuesto también de los errores y no se torturen con ellos, ni que su entorno los condene por equivocarse.
Como todo cambia, también la Retórica ha sufrido una revolución como nadie puede imaginarse. Antiguamente era el arte de persuadir con argumentos y recursos lingüísticos, mientras que ahora se ha convertido en el arte de largar lo primero que pase por la cabeza y dejar al público encantado. En este aspecto, no solamente los que escriben y los que hablan tienen más ventajas, ya que están más acostumbrados a prescindir del cerebro y del público.