Un necesario sinceramiento

Maggy Talavera

maggy-talavera Hace tiempo ya que las aguas en las que navegan las relaciones de los principales líderes cruceños están más turbias que el alma de un gran pecador. Nadie, excepto esos líderes, sabe a ciencia cierta cuáles son las razones para que, de pronto, un turbión haya llegado hasta el cauce de esas relaciones, enturbiándolas al punto de provocar graves daños que se traducen en náufragos y embarcaciones a la deriva.

Porque a la deriva está Santa Cruz y su proyecto autonómico, por mucho que quieran negarlo desde riberas contrarias. Tan a la deriva está, que todas las conquistas acumuladas en años de lucha por la descentralización están amenazadas de ser anuladas por un proyecto centralizador más potente, que se impone a pesar de las flaquezas de sus impulsores.



Habrá quien sostenga lo contrario, que diga que eran harto conocidas las razones para el naufragio de esa embarcación a cargo de los impulsores de la demanda autonómica. Pero lo que digan una o más voces no pasará de ser otra especulación, por muchos aciertos que contengan sus argumentos. Aciertos como los siguientes: a) que nunca hubo un proyecto claramente definido sobre principios, valores y compromisos a ser honrados por todos los involucrados y por sobre cualquier interés personal o sectorial; b) que no hubo visión política capaz de ultrapasar la barrera de lo regional y de ganar terreno en el ámbito nacional; y, c) que sobró soberbia, improvisación y "amiguismo" al momento de tomar decisiones, definir rutas y estrategias, y resolver las designaciones de mandos y comandos.

Todo eso, apreciaciones que resultan de una lectura obligada de los hechos que se han sucedido en los últimos seis años, pero que se realiza desde afuera, sobre supuestos no corroborados de manera clara y directa por las partes involucradas en la conducción de las demandas cruceñas. Hasta ahora no ha sido posible escuchar una sola voz que emerja de los liderazgos cruceños en función de poder, y que diga con toda honestidad y claridad qué sucedió en el seno de esa institucionalidad formal que se había dado la tarea de conducir el proceso autonómico demandado por las mayorías de Santa Cruz.

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No basta señalar al caso Ròzsa como motivo de la discordia, o apuntar a una que otra disputa secundaria entre jefes y seguidores de las diferentes agrupaciones o instituciones cruceñas comprometidas en el proceso, para tratar de justificar el desastroso desenlace de este proceso y la ausencia de un futuro prometedor.

Ya no se trata solo de lo que sucedió en 2008, del acobardamiento en la lucha frente a las arremetidas y atropellos del Gobierno central, del silencio cómplice frente a la persecución política y encarcelamientos al margen de la ley, de la debilidad para enfrentar y rechazar la confiscación de recursos y bienes departamentales. Se trata de lo que sigue sucediendo hoy, desencuentros entre pares que sólo afectan a los intereses cruceños, como son los que se siguen registrando en los espacios de representación pública, como el de la Brigada Parlamentaria Cruceña, el de la bancada regional en la Asamblea nacional, el de la Asamblea Departamental… en todos ellos, la disputa central ya no es contra el que se supone es la amenaza real a un auténtico avance autonómico -el Gobierno central, al mando del MAS- sino más bien entre quienes se disputan hasta hoy la bandera autonómica y la lucha regional.

Es hora, pues, de exigirles a estos abanderados de las luchas cruceñas que se sinceren con quienes dicen representar. Que digan de una buena vez qué es lo que enturbia tanto las relaciones entre las elites cruceñas, caiga quien caiga. Si no lo hacen de "motu proprio", lo tendrán que hacer obligados por las fuerzas de las circunstancias… o de la de muchos indignados.

Semanario Uno – Santa Cruz