Gonzalo Villegas Vacaflor
Los partidos políticos se pueden conceptualizar como asociaciones voluntarias de individuos que comparten un conjunto de principios o valores plasmados en un proyecto común; canalizan y dan expresión política a intereses de la sociedad; permiten unificar criterios ante las discrepancias respecto a los fines de la sociedad y a los medios para alcanzarlos. Hacen a la esencia de la política porque forman parte de su naturaleza. Su fin inmediato, propio y exclusivo es acceder a los cargos públicos o al menos influir en los procesos de toma de decisiones. Su medio de acción es la competencia electoral. Deben tener cierta perdurabilidad en el tiempo lo que supone la existencia de una organización estable y jerárquica (distribución de tareas y responsabilidades).
Desde una perspectiva amplia y racionalista, Max Weber afirma que son: “formas de socialización que, descansando en un reclutamiento formalmente libre, tienen por fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de su asociación y otorgar por este medio a sus miembros activos determinadas probabilidades ideales o materiales”. En contraste con este enfoque, David Easton considera que los partidos políticos son canales de transmisión hacia los poderes públicos de las demandas de la población, mediante los cuales se decide que políticas públicas deben efectuarse para garantizar la convivencia pacífica y de progreso social. En cambio, desde un enfoque sociológico o genético adquieren relevancia ciertas divisiones sociales estructurales acaecidas durante el proceso de formación de los estados nacionales y de la economía moderna.
Las acciones de la vida cotidiana nos llevan a reflexionar sobre los últimos acontecimientos y es ineludible apuntar la necesidad del Partido Político, pues estamos frente una inusitada movilidad social llamada “revolución cultural y democrática” mediante un llamado “proceso de cambio” ;y resaltan nítidamente en ésta, aquellos personajes que sucumbieron ante la seducción de un poder establecido, no tuvieron la fortaleza de asumirlo como un instrumento de transformación social ,sino como un objetivo en sí mismo, arrastrando con sus actitudes de confrontación y divisionismo a la frustración a todo un proceso, que había despertado grandes expectativas en el pueblo boliviano.
Y todo este fracaso tanto de los que coyunturales gobernantes como de los opositores ha sumido a todo el colectivo social boliviano en la decepción política, falta de confianza, temor ante la realidad y ausencia de no poder avizorar un futuro de mejores días.
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Las principales causas para estos infortunados accidentes sociales, se pueden encontrar entre otras, en la manifiesta ausencia de estructuras sociales con instrumentos políticos, serios y coherentes dotados de ideología, ética y contenido programático.
Y estamos constatando el acento de este desfase político desde la contiendas electorales de 2005 y 2009 radica en que los participantes no fueron son precisamente partidos políticos; sino agrupaciones creadas por diferentes circunstancias; si la que la que al presente, tiene la mayor fortaleza y número de adherentes, es el MAS, éste, no se puede considerar partido político, sino, una híbrida asociación de cocaleros, organizaciones sociales , agrupaciones gremiales y una variedad de personajes, con diferentes demandas, visiones e intereses. Las otras, surgieron motivadas, principalmente, con la intención de frenar el impetuoso avance social, político y económico de este grupo marcando énfasis en el cuidado de sus intereses particulares, reivindicaciones regionales u otras que tampoco responden a la categoría de partido.
Pues en un partido político no es prioridad la identificación étnica, social gremial o pertenencia regional, el lazo de unión es compartir una misma ideología, y que quiere en cierto modo, por medio de sus postulados básicos, convencer a los ciudadanos de que sus ideales son los que podrían proveer un mejor sistema de vida, una mejor conducción del estado realizando los cambios adecuados y oportunos.
En un sistema democrático la existencia de diferentes partidos garantiza que todos los ciudadanos tengan la posibilidad de expresar sus ideas, aún cuando a veces sean diametralmente opuestas. La frase latina “tot capita tot sententia” que significa tantas cabezas, tantas manera de pensar, define con exactitud la esencia de un partido político, que si bien agrupa a gente que tiene a la misma forma de pensar, puede también tener discrepancias entre el pensamiento de sus miembros, hecho que no sucede en los partidos de ideologías extremas, tanto de derecha como de izquierda, es decir donde el dogmatismo impera y no hay discusión posible. Un partido de corte democrático es más bien pragmático, es decir tiene la capacidad de adaptar su ideología a las circunstancias del momento sin imponer un modelo único de manera obligatoria.
En la vida política moderna, los partidos pueden estar al mando o estar en la oposición, siempre respetando la opinión y las tendencias de la mayoría de los ciudadanos, sirviendo como elemento balanceador ya que también representan una parte de la población.
Un partido político moderno que propugna nuevos esquemas estatales que respondan a la demanda ciudadana, debe pasar necesariamente por la construcción de un proyecto de sociedad múltiple, variado, heterogéneo, no uniforme, con autonomías, verazmente democrático y participativo teniendo como principal soporte de construcción la mestización de nuestro pasado y de nuestro futuro.