El Tipnis y la sonajera


Urupesa urbana – Maggy Talavera

Lo que comenzó a mediados de agosto como una marcha pacífica convocada por la Cidob (la octava en once años) en defensa del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis), y a la que la mayoría de las autoridades de Gobierno y de la población no daban mayor importancia, ha virado en una verdadera cuestión de Estado. Más aún desde el domingo retrasado, cuando la Policía intervino con violencia y reprimió sin miramientos a hombres, mujeres y niños indígenas. Fue lo que faltaba para que la sonajera del Tipnis estallara en los oídos de quienes hasta ese día ignoraban a los marchistas. El Gobierno, intencionalmente; el resto de los bolivianos, por comodidad o falta de información.

Digo “sonajera del Tipnis” a propósito de una de las tantas expresiones del Vicepresidente, usadas con el afán de distraer la atención del tema central y de pretender salvar la evidente e ineludible responsabilidad del Presidente Evo Morales y del mismo Álvaro García Linera en la represión policial a la marcha indígena, marcada por un “excesivo, criticable, repudiable, imperdonable uso de esa fuerza contra los hermanos”, como se encargó de calificar el propio portavoz oficial del Gobierno, Iván Canelas. De “hermanos”, nada, ha dicho por su parte el líder de la Cidob, Adolfo Chávez, y con toda razón. A no ser que el Gobierno se asuma como Caín… aunque a la luz de los hechos, Caín es un piojo tuerto al lado de los “hermanos” del MAS: Morales, García Linera, Carlos Romero, Sacha Llorenti y un largo etcétera.



Pero volvamos a la sonajera del Vicepresidente, que así calificó a las evidencias que registran los medios de comunicación sobre el abuso policial contra los indígenas. Sonajera es la que activa el Gobierno en su desesperación por ocultar evidencias y omitir responsabilidades en un hecho que pone al descubierto de la manera más brutal ya no apenas las contradicciones del discurso del MAS, sino las imposturas de sus principales portavoces. Resultó ser mentira el “proceso de cambio”; una falacia la “defensa de los derechos de los pueblos indígenas y los de la madre tierra”; una burla la lucha contra el racismo y toda forma de discriminación; un golpe mediático el anunciado “relevo” del capitalismo por el socialismo y el publicitado combate a la corrupción. Sonajeras oficialistas que contaron con el beneplácito de no pocos adherentes, algunos de buena fe, otros ni tanto.

Si no fuera la existencia de los medios de comunicación y el trabajo de los periodistas, aún con sus limitaciones y defectos, esa “sonajera oficialista” hubiera logrado imponer su verdad única sobre los hechos ocurridos el domingo retrasado. Ni Bolivia ni el mundo se hubieran enterado de la intervención y represión policial, de la violencia contra hombres, mujeres y niños indígenas, del acoso y detención de otras personas que llevaban medicamentos y vituallas para los marchistas, de la provocación de los colonos enviados por el Gobierno para bloquear la marcha, de las denuncias sobre irregularidades detectadas en el contrato firmado por el Ejecutivo con Brasil para construir la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. Voces que incomodan al Poder y a las que el Gobierno ha hecho de todo por acallar, ya sea acusándolas de ser sus “principales opositoras” o inventando leyes mordazas.

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Habrá que recordarle al Gobierno, y de manera especial al Presidente y al Vicepresidente, que no hay sonajera oficialista que, por muchos recursos que maneje, sea capaz de silenciar por mucho tiempo o para siempre las voces y hechos que irrumpen en otras sonajeras, como la del Tipnis. Erraron Morales y García Linera al creer que podrían reeditar la estrategia que usaron en Porvenir, o la que reinventaron a propósito del caso Ròzsa, o la que intentan usar para diluir el escándalo que estalló tras la detención en Panamá y condena en Estados Unidos del general René Sanabria, jefe de Inteligencia del Gobierno del MAS, por tráfico de drogas. ¡Ya quisieran Morales y García Linera que sólo se oyera la sonajera de TVB, Cambio y Radio Patria Nueva!

Lo que el Gobierno no admite es que hayan otras sonajeras recorriendo Bolivia, despertando conciencias. No puede aceptar que unos “hermanos” a los que usó para ganar votos y nada más sean capaces de poner en evidencia sus contradicciones e imposturas. Al Gobierno le duele reconocer una derrota, sufrida desde adentro y provocada por sus excesos en el poder que creía hasta hoy omnipotente. Y lo que resulta ser más difícil para este Gobierno soberbio y envanecido es reconocer en los indígenas que marchan en defensa del Tipnis una dignidad y coherencia en la lucha que ya no tienen los abanderados del “proceso de cambio”. Es esa dignidad, coherencia y coraje de los indígenas marchistas que ha despertado la admiración y la solidaridad de millones de bolivianos, hoy unidos en torno a un ideal que se creía perdido.