Elecciones fantasmas

Manfredo Kempff Suárez

Hoy algunos bolivianos irán a votar para elegir a las nuevas autoridades judiciales, en la máxima oscuridad. Esta es una elección a ciegas, donde, los que sufraguen, tendrán que hacerlo sin saber por quién ni para qué votan. Lo harán por miedo o vencidos por una propaganda millonaria que no ha cesado de meterse atrabiliariamente en nuestros hogares para legalizar esa acción. Todo es crepuscular en esta elección porque su origen es oscuro y porque muy negros van a ser los resultados de este nuevo montaje que, al dejarnos con una justicia que tendrá dueño, puede llevarnos, un paso más, hacia el abismo de la anarquía, pero, tal vez, al paso más peligroso.

¿Por qué tan grave? Porque de esta estrategia gubernamental, incluida en la Constitución más deplorable que se tenga memoria, depende que nuestros derechos fundamentales sean respetados por el Estado. ¿Es poca cosa que dejemos en manos de una legión de presuntos magistrados desconocidos y afines al oficialismo nuestro destino? Si ya la justicia nos estaba atropellando sin miramientos en el último lustro, habría que ver qué sucederá cuando parte del pueblo ingenuo vaya, equivocadamente, a elegir entre quienes a priori ya han sido designados a dedo desde las altas esferas del poder. Nuestros derechos como ciudadanos libres se juegan hoy, porque ahora se rifa la democracia irresponsablemente.



Estamos empezando a convencernos de que somos un país que ha ido más allá de lo tolerable con el gobierno de turno. Ya estamos comenzando a sentirnos verdaderos eunucos. Porque muchas ofensas, sinsabores y hasta crueldades, hemos soportado los bolivianos mucho antes, pero estas burlas aparentemente inocentes, estas humillaciones producto de una mayoría circunstancial, dudosamente ilustrada, no puede rompernos la voluntad de vivir libres, sin temor. Un discurso revolucionario, de cambio, no puede llegar a imponernos una justicia ajena, repetimos, con un dueño que dirimirá a quiénes se castiga con la cárcel y a quiénes no. Hemos llegado al episodio final y hay que darle la cara a todo esto.

¿Por qué deploramos las elecciones de hoy? Porque en el mundo – hablamos del mundo culto – son contadas las naciones que eligen mediante el voto popular a sus magistrados. Porque se debe tener mucho conocimiento y mucha tradición de respeto a las leyes para que sea el pueblo quien decida sobre sus jueces. En el caso nuestro, eternos manipuladores y venales, la situación es crítica desde el momento en que la inmensa mayoría no conoce a los candidatos para los altos cargos judiciales que se juegan y va a acudir a las urnas por una imposición política. La mayoría de los que voten lo harán obedeciendo a las consignas del Gobierno. ¿Qué podemos esperar entonces?

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Ha sido muy lamentable que el partido oficialista haya hecho gala de su ilimitado poder alentando abiertamente a que la ciudadanía acuda a las urnas a votar por los candidatos que le conviene. No ha podido convencer a la gente que el MAS no tiene una enorme mayoría de candidatos propios a la nueva judicatura. Desde S.E. hasta el más modesto masista se han alienado con la elección de hoy. Pero, lamentablemente, hasta el Comandante de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) ha comprometido el voto de los militares en estos comicios. Eso tiene un tufillo a acobardamiento. Imaginamos que aquello caerá muy mal. Es demasiada entrega. Inaudita “subordinación y constancia” con S.E.

Ahora, que encima de todo, el Presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE) resulte un confeso masista, que ha participado de campañas políticas del MAS, que haya sido fotografiado en campañas electorales del oficialismo, y que manifieste que “como autoridad puede sacarse fotos con cualquiera”, ya se pasa de una broma pesada y cínica. Esta es una elección amañada por donde se la vea. Cientos de denuncias probando irregularidades como la de dos vocales de Oruro sancionados no son sino una muestra de la ambición que tiene el gobierno de alzarse con una victoria que se le pone muy difícil, pese a todo. Lo que sucede es que, día a día, la gente primero se sorprende y luego se indigna cuando se entera de los chanchullos en boga.

¿Qué hacer en circunstancias tan angustiosas? Pues ir a votar para que luego S.E. no siga contabilizando demoledores triunfos contra los que no piensan como él. ¿Y vamos a ganar algo con ir a votar? Por lo menos demostrarles al gobierno y a la comunidad internacional que la mayoría de los bolivianos no somos borregos, que nos damos cuenta de las trampas, que no estamos entregados como ese General de la FAB, y que seremos cientos de miles los compatriotas que no votaremos por ilustres desconocidos que van a tener nuestra libertad en sus manos.

Dicen que el voto es secreto, por supuesto. Esa es una prerrogativa de cada ciudadano. Yo no tengo por qué guardar ningún secreto, porque no me da la gana: entonces aviso que votaré nulo.

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