Indiscutible victoria del voto nulo

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Con ese poder extraordinario que suele caracterizar a los bolivianos para asombrar a propios y extraños con nuestras excentricidades, se nos ha informado, antes del verificativo de las elecciones judiciales, que el padrón electoral ha crecido en un 43%, en estos últimos cinco años, lo que significa que habríamos incrementado la demografía, casi al doble de la que existía en el año 2005.

Sin embargo, esa repentina explosión demográfica atribuida por el gobierno al factor biométrico y no biológico como normalmente se estila, comprende únicamente a la población electoral, lo que sugiere el crecimiento desmesurado de los votantes y no así de los infantes.



¡He ahí la madre del cordero! como diría un pastor alemán, al escudriñar entre los detalles de este fenómeno. Como no hay inventor que no se joda en su descubrimiento, los norteamericanos nos encajaron el voto, como el mecanismo más idóneo para mantener el sistema democrático en nuestros países, sin darse cuenta de que a través de éste, se consiguió la instauración de verdaderas oclocracias en la región. Los dictadores militares de turno no supieron aprovechar esa coyuntura, ya que de saberlo, nos seguirían gobernando “democráticamente” hasta el día de hoy, como lo vienen haciendo los autócratas de este grupo de países que integran el Foro de Sao Paulo, entelequia creada por el ingenio de los hermanos Castro, tras la caída del muro de Berlín y ante la perentoria necesidad de seguir viviendo de la manga.

Volviendo a nuestra realidad nacional, en esta enésima convocatoria electoral a la que nos concita el gobierno del cambio, si bien los resultados están cantados al igual que en los comicios anteriores, existe una fuerte corriente dentro del electorado que patrocina el voto nulo, como voto castigo a la impostura y el engaño. No sabemos todavía la incidencia que esta corriente tenga dentro los resultados finales empero, pondrá en evidencia el deseo enfermizo de copar la totalidad del poder, tratando de legitimar la relación incestuosa que en los hechos ya existe, entre el ejecutivo y ese órgano de poder.

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Por otra parte, no es ningún secreto el afán de constituir un Tribunal Constitucional funcional que facilite y garantice, sin necesidad de ruborizarse, la tercera reelección de S.E. Para tal fin, los voceros oficialistas han creado la versión de que estas elecciones, a diferencia de los anteriores métodos neoliberales que elegían entre 157 parlamentarios a los jueces, tienen la virtud de someter a la decisión popular esa potestad. ¡Nada más falso! Si bien antes los jueces eran elegidos por esos 157 parlamentarios, que se supone representaban al pueblo, esta vez fueron 114 masistas los que los eligieron, con la diferencia de que ahora nos convocan para cohonestarlos mediante nuestro voto.

Puede ser que el voto nulo sea abrumador en las ciudades, así como el voto digitado en el campo sea avasallante, gracias a esa inflación del padrón electoral que lo ha convertido, como dicen los mexicanos, en un verdadero padrote electoral, empero, es indiscutible la victoria del voto nulo.

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