“Yo siempre fui un niño enfermizo, y sufrí la parte de las enfermedades infantiles que en justicia me correspondía: asma, infecciones respiratorias y gripe. Los otros niños me llamaban ‘débil’ porque me veían flaco y sin posibilidad alguna de triunfar en el deporte. Odiaba la actividad frenética de los juegos de niños y prefería hacer punto, pero no tenía ni idea de que mis inclinaciones femeninas estaban a la genética”.
Así comienza la confesión de Pedro Juan Pérez, un joven inglés de origen español y ascendencia segoviana. Y así termina: “Ahora no sé si me gustaría cambiar cómo soy. Soy sensible, creativo y artístico, y tal vez eso viene de mi cromosoma X adicional. Trato de verlo como un plus, como algo negativo. Creo que se puede decir que estoy realmente muy en contacto con mi lado femenino”.
Entre medias, entre este principio y este final, un testimonio en primera persona que este joven ha escrito en el diario británico The Guardian, y que se ha convertido en la noticia más leída del periódico. Pérez padece el síndrome de Klinefelter, una anomalía cromosomática que supone que tiene tres cromosomas sexuales, XXY, en lugar de los habituales para los varones, XY, o los que tienen las mujeres, XX. Físicamente es un hombre, pero genéticamente tiene condición tanto masculina como femenina.
A lo largo de su carta abierta a los lectores, una especie de confesión liberadora sin tapujos, Pérez afirma que le diagnosticaron el síndrome a los 13 años con una sentencia que el médico le soltó de sopetón (“usted no podrá tener hijos porque su semen prácticamente no tiene esperma”) y que le sumió en una depresión. Pese a tener sólo 13 años, ya era consciente de que su mayor ilusión era ser padre.
Inyecciones de testosterona
“Nunca había besado a una chica, pero yo siempre había querido tener hijos. Me pusieron inyecciones de testosterona para inducir la pubertad y para ayudar a convertirme en un hombre”, recuerda este joven, que asegura que ni sus padres ni un sacerdote que intentó ayudarle lograron darle el consuelo que necesitaba.
Su vida dio otro giro cuando, en apenas dos años, murieron de cáncer su hermana de 30 años y su madre, cuando él apenas tenía 21 años. “El cáncer me privó de las dos mujeres que más me gustaban. Mi propia condición parecía insignificante en comparación”, explica Pérez, que se marchó a vivir con su padre a Segovia.
Buscar el “yo masculino”
Vinieron después unos años marcados por una obsesión: buscar su “yo masculino”, ayudado por las relaciones con las mujeres, las inyecciones de testosterona y algún que otro “subidón”, cuando se afeitó por primera vez. No sirvió de mucho. “Por dentro me seguía sintiendo femenina, y todavía lo hago. No es que quiera un cambio de sexo y no soy gay. Pero me encanta ir de compras, probarme ropa y pasar mucho tiendo preparándome para salir. No me interesan los coches o el fútbol, y prefiero ver ‘Mujeres desesperadas’ con una mascarilla en la cara”.
Su vida le ha demostrado que este tipo de enfermos no sólo pueden sentirse a la vez hombre y mujer sino que, por culpa de condicionantes externos, esta bipolaridad puede ser en algunos momentos desquiciante. Hoy eres hombre. Dentro de tres días, mujer. Y vuelta a empezar.
Sentirse un hombre durante dos días
“Yo soy sensible y emocional –explica Pérez en su artículo en The Guardian-, pero cada tres meses tengo mis inyecciones de testosterona, que tienen efecto durante 48 horas. De repente me siento como un ‘hombre’, un estado que se inicia con una sensación de picazón en las piernas seguida por ansiedad y una inquietud horrible. Después, necesito tener una relación sexual con una mujer y si tengo suerte tengo una aventura de una noche. Afortunadamente, el efecto desaparece después de un día o dos”.
Pese a todo, son pocas las relaciones que se le presentan en su vida, bien porque este síndrome reduce el apetito sexual, o bien porque muchas mujeres piensan que es gay. Su relación más larga con una chica ha durado tres meses, pero le ha dado más que ninguna otra persona en el mundo: comprensión. “Me he sentido muy afortunado de haber conocido a alguien que me acepta como soy”, concluye Pedro Juan Pérez.
Fuente: www.larazon.es