Manfredo Kempff Suárez
El MAS, con el asunto del “cambio” y con la aprobación de la Constitución, destruyó la República (por lo menos en teoría) y ahora está destruyendo el Estado (en la práctica). Los masistas suponían que la República había cumplido su ciclo y que debía morir, pero resulta que su carta de triunfo, aquella que les daría un poder absoluto, el Estado Plurinacional, apesta a cadáver prematuramente.
No se trata de criticar todo y de censurar, por vicio, cada vez que uno escribe, sino que habría que esforzarse mucho, ser ciego, para atreverse a darle credibilidad a esta situación caótica que nos muestra claramente que nos estamos yendo al cuerno. S.E. saca de la manga, cada vez que puede, su as que el populacho no lo entiende: la macroeconomía, el superávit fiscal, los 12 mil millones de dólares de reserva que guarda el Banco Central. Lo que no se dice es que Bolivia no produce más que hace un sexenio y que la macroeconomía no llega a los bolsillos de la gente. La macroeconomía está funcionando por los altos precios de nuestras materias primas, pero si caen los precios se hunde con ellos.
Ante ese punto que puede estar a favor del Gobierno, el desbarajuste, por donde se lo mire, es total. Así como el MAS ha parcelado el país en regiones, etnias, ayllus y tribus, así también ha parcelado el poder. El Vicepresidente, más allá de sus funciones legislativas que son como caminar sobre un pantano, hace y deshace en el Gabinete. Al parecer, con excepción del Canciller, nadie se atreve a disentir con él. Así hay ministros y personajes que se han hecho cargo de feudos dentro del Estado, y que manejan fronteras, coca, contrabando, propaganda, y terror.
¿Y S.E. qué hace? S.E. viaja y habla por todo el país y el extranjero. Peor con el avión nuevo. Dice S.E. que empieza su jornada de trabajo a partir de las 4 de la mañana, lo que puede ser cierto pero debe laburar solo a esa hora. Y claro, a las 8 ya está montado en el avioncito o en un helicóptero para irse a cualquier lado con tal de no quedarse en el Palacio. Es sin duda el mandatario que menos horas ha permanecido sentado en el sillón en toda la historia. Ha estado sentado en su despacho, menos que el general Barrientos, lo que ya es mucho decir. Sus antiguos antecesores republicanos no estaban en el palacio paceño, es cierto, porque gobernaban sofocando revueltas “a lomo de mula”. Pero gobernaban desde su montura, apoyados en sus estribos.
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Para colmo alguien le ha soplado a S.E. que es ingenioso y elocuente. ¡Por Dios! ¡Qué mal le han hecho! Se ha dedicado a lanzar unas peroratas incomprensibles ni para sus propios cocaleros, además de improvisadas como para crear desbarajuste interno y preocupación en el exterior. Es que S.E. no sabe nada y no tiene por qué saber. Si no ha estudiado. ¿No hay alguien en su entorno que le diga que está cavando su tumba con su lengua? Ofende a opositores, a presidentes amigos, a regiones enteras como el Oriente, y ahora le ha entrado el gusanito de ofender a las mujeres. Con expresión burlesca S.E. provoca un show diario, donde vaya. Juega fútbol, baila, habla, challa, echa bromas, se engalana con flores, pero no gobierna, manda. Es lo que le gusta.
Eso de mandar sin gobernar deja en franca descomposición al Estado, sin norte. Marchas indígenas que reciben palos y engaño; elecciones judiciales repudiadas por el voto pero a las que se santifica; narcotráfico que nos ha llenado de cárteles extranjeros aunque se niegue ; invasiones a territorios que por ley deberían preservarse; deplorable y miope política exterior donde queremos jugar a gran imperio aymara; enfrentamientos entre departamentos disputándose riquezas o simplemente límites; alarmante delincuencia en las ciudades con muertos diarios; una seguridad social que naufraga de veras; sañudas persecuciones políticas con encarcelados y exiliados; destitución de autoridades elegidas legalmente si no pertenecen al MAS; temblor entre los militares que no obedezcan al Capitán General ni oigan con atención sus lecciones de historia de Bolivia.
En fin, lo pútrido se huele desde lejos. Y S.E. está dejando la cama bien tendida para quien venga a sustituirlo, que no será justamente su Vice. Todo ha quedado en promesas huecas durante este gobierno. Desde el gas y nuestro presunto poderío energético que quedó en nada después de la nacionalización, pasando por el litio del que ya nos olvidamos, y siguiendo por Mutún que apenas produce cuatro piedras cuando ya nos veíamos como un emporio del acero. Gas, acero y litio, potencia segura, se soñaba. Y de paso, satélite propio. Sin embargo, ahora nos está faltando hasta la luz.
¿Por qué seremos tan infelices y desdichados los bolivianos? ¿Acaso cambiando de nombre a las cosas vamos a transformarnos nosotros mismos? “Sangre, sudor y lágrimas” nos costará avanzar. Y corremos el riesgo de volver al estado anterior al 2006. ¡Pero qué pérdida de tiempo! ¡Justo lo que no podemos desperdiciar!