Creció adorando películas como Arma letal, Acorralado o El fugitivo, no precisamente el cine más social que se recuerda, pero es muy consciente de que las calles de las capitales del mundo están bullendo con protestas contra el sistema capitalista.
«Soy consciente; estas noticias ocupan las primeras páginas de los periódicos ahora mismo, pero creo que el declive de la economía ha sido ya parte de la conversación de la ciudadanía durante muchos años. De todos modos, yo soy de los que odia decirle a la gente lo que tiene que pensar.Eso de la política no lo voy a tocar ni de lejos. Yo soy actor».
En su última película In Time –de Andrew Nichols, que también dirigió el filme de ciencia ficción con corte social Gattaca– interpreta a Will Salas, un Robin Hood moderno, que roba tiempo a los ricos para dárselo a los pobres.
«Al público le encanta ver cómo se derriba la injusticia. En In Time –que se estrena en España el próximo 2 de diciembre– el tiempo se compra con dinero y eso le da una gran importancia al tema de las divisas, una trascendencia, de hecho, de vida o muerte. Es una película provocadora, que abre muchos interrogantes sobre el sistema actual».
Los habitantes de ese mundo imaginario llevan un sofisticado indicador verde, de la muñeca al codo, que mide los días que les quedan antes de morir. «Durante un par de semanas, después de rodar, seguía mirándome el antebrazo», reconoce Timberlake.
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Ya mucho más tranquilo, durante su encuentro en Madrid con S Moda, Justin hace gala de una curiosa timidez.
El actor, que recientemente sorprendió a la crítica internacional con su papel de Sean Parker en La red social (la cinta de David Fincher), no alza la voz, le cuesta mirar a los ojos y casi procura confundirse con el tapizado de la silla en la que está sentado.
Es fácil: viste un sencillo jersey, unos vaqueros y unas gafas de ver muy discretas. Podría pasar perfectamente desapercibido, si no fuera porque cuenta con millones de fans que corean su nombre en los conciertos y que llevan su foto en las carpetas.
Las adolescentes lo siguen adorando a pesar de haber cumplido ya los 30 años. Pero es que ahora, además, se ha ganado a pulso el corazón de un público más adulto, el que ha descubierto al Timberlake showman con sus hilarantes intervenciones en el programa cómico Saturday Night Live, donde no ha tenido ningún empacho en reírse de sí mismo.
Lejos, muy lejos, queda aquella imagen de chico de banda callejera, made in Disney, que lucía en los inicios de su carrera musical con los ‘N Sync (moldeado imposible, bisutería hiphopera, camisetas y pantalones XXL, chándal). Una imagen con la que rompió drásticamente cuando comenzó su carrera en solitario: cazadoras de cuero, pelo corto, traje de chaqueta y chalecos como elemento de distinción.
Admirador confeso de los cortes de Kris Van Assche de Dior Homme, de los trajes de Jil Sander y de los pantalones de Christopher Bailey para Burberry Prorsum, Timberlake es, además, un fan de las zapatillas; sobre todo, de las Puma. Las colecciona. También atesora sudaderas y es un habitual practicante del golf, el esquí y el snowboard. De hecho, es muy común verlo con deportivas y traje de chaqueta en sus conciertos.
«Me va el estilo casual. Siempre he sido muy consciente de mi aspecto. Pienso que la ropa que te pones es una expresión de quien eres, así que las elecciones que hago no son aleatorias». Justin cuenta que para el vestuario formal ha tomado algunas pautas de su padrastro banquero.
También es imagen de un perfume: Play de Givenchy. Durante la promoción de la fragancia confesaba tener dos mitos: «Frank Sinatra y Elvis Presley». Y no solo por la música. El porte impecable de La Voz y la gran clase de El Rey son dos de sus referencias fundamentales. «Pero el Elvis de Las Vegas, que dio un concierto en un cuadrilátero de boxeo vestido de cuero y luego tuvieron que quitarle el traje a tijeretazos porque se le había pegado al cuerpo. Eso sí que era tener estilo y actitud», asegura. Además, ha creado su propia firma de ropa, William Rast, junto con su amigo de la infancia, Trace Ayala. El nombre es una combinación del apellido del abuelo de Timberlake y la abuela de Ayala.
Sus señas de identidad: el casual chic. El actor se toma su implicación muy en serio. «Del diseño se encarga un equipo preparado, pero nosotros los supervisamos todo y aportamos nuestra visión». Hasta el punto de que es capaz de dar una interesante charla sobre los diferentes tipos de denim que se fabrican en Estados Unidos. Como empresario, Timberlake parece tener un futuro brillante y no solo en el mundo de la moda: tiene un restaurante en Manhattan, en el Upper East Side, que se llama Southern Hospitality, cuya especialidad es la comida sureña.
La ropa ha tenido un papel protagonista en su última película. «Durante buena parte del filme corro de un lado para otro vestido con un traje de etiqueta, porque es con lo que voy a la fiesta en la que toda la trama se desencadena. Es lo único que llevo puesto durante la siguiente media hora», reconoce divertido. El traje con el que corre no es uno cualquiera. «Ha sido genial tener a Colleen Atwood –colaboradora habitual de Tim Burton y ganadora de tres Oscar– como diseñadora de vestuario. Lo confeccionó con tejido elástico que se da de sí cuando corres. Y eso para un fugitivo es esencial», comenta mientras estira una tela imaginaria entre sus dedos. Aún así, el actor asegura que ir trajeado durante un buen número de escenas lo hacía sentir algo disfrazado.
«En la escena del póquer fue muy divertido interpretar a mi personaje, porque hace unos movimientos muy sutiles con los hombros, como si no se sintiera del todo cómodo con el traje».
Timberlake asegura que, esos pequeños detalles, muy cuidados, ayudaron a aportar glamour a su película. «Desde la música a la fotografía, todos han trabajado unidos para lograr un filme estiloso. La cinta tiene estilo, y no quería ser yo quien rompiese con eso», dice con una sonrisa. Y añade:
«Fue excitante calzarse unos zapatos para correr. ¡Creo que no he corrido tanto en una película! Pero fue bastante peor «para Amanda (Seyfried, su partenaire), que tenía que hacerlo con tacones de aguja… y lo hacía muy bien, por cierto», sonríe.
Enamorado de la velocidad, posee media docena de Harley-Davidson, un Mercedes Clase M y dos Mercedes-Benz. En In Time se pone las botas.
«Es divertido conducir coches impresionantes a gran velocidad y disparar armas… ¡y que no te arresten por ello! Soy de Tennessee y no es un secreto. Nos gusta disparar armas».
A pesar de ese tren de vida, que casi no deja un resquicio para la intimidad en su vida diaria de Los Ángeles, a Timberlake le entusiasma meterse en la piel de gente anónima.
«Me gusta la idea de interpretar a un hombre corriente que simplemente está al límite, que se ve arrastrado fuera de su terreno. Ser vulnerable y mostrarlo, porque eso identifica más a la audiencia con el personaje. Además, este es mi primer papel protagonista; en Con derecho a roce había un protagonismo compartido con Mila Kunis».
Tras su entrevista con S Moda, el treintañero que en 2002 fue nombrado el Mejor Soltero de América (y eso que se le han conocido parejas estables como Britney Spears, Cameron Diaz ¡ y Jessica Biel), sale pitando del céntrico hotel de Madrid en el que nos encontramos para tomar un avión. En su apretón de manos, la misma sencillez que ha derrochado en el resto de la entrevista. Y en su boca, una palabra: «Perdón». Quizá se refiera a que, en esto del cine de Hollywood, los publicistas son más estrictos con el tiempo que los malos de su película.
Fuente: www.elpais.com