Daniel A. Pasquier Rivero
Si hay algo que el ciudadano exige es coherencia en sus gobernantes. Por una elemental cultura democrática el país aceptó el 2005 la elección de Evo Morales como presidente de la República de Bolivia y se aguantó el proceso de la Constituyente. A la hora de la verdad afloraron las divergencias entre gran parte de ésta ciudadanía y la propuesta del partido de gobierno (MAS). No eran diferencias superficiales pues se había planificado hasta la desaparición de la República, a la que habían jurado defender. Hasta ese momento, quizás, solo el círculo más cercano de allegados al gobierno, vía partido o vía intereses circunstanciales, tenían idea de las intenciones del llamado “proyecto de cambio”. La mayoría, incluyendo gente del MAS, no imaginaban lo que se venía. De todas formas, la inclusión social, acabar con la marginalidad histórica de altos porcentajes de la población (sobre todo campesina e indígena), el gobernar sirviendo al pueblo, luchar contra la corrupción, imponer honestidad y transparencia a la gestión pública, eran parte de un discurso atractivo y hasta éticamente comprometedor.
Se han arriado prácticamente todas las banderas. Incluso el núcleo más noble y presentable de Evo y su gobierno, dentro y fuera del país, como era la defensa de los recursos naturales y la inclusión de los indígenas y la revalorización de sus culturas ancestrales. La masacre perpetrada en Yucumo contra los indígenas de tierras bajas y altas rebalsó el vaso, pero no sorprendió. La distancia con los indígenas, y con lo indígena, se venía marcando desde hacía varios años. O sea, nunca fue parte de la concepción profunda ni de las intenciones del MAS el incorporar ideológicamente la temática indígena. Se utilizó lo simbólico, y hasta folclórico, ahora está claro, con un cinismo extremo. Pero los indígenas no estaban en los planes de Evo, al punto que durante una entrevista en abril 2011 llegó a negar el ser un indígena (lo cual, además, es cierto). Los inciensos y panegiristas, eran falsos y, posiblemente, tampoco gratis; han hecho el ridículo, especialmente las comparsas de ex colonizadores conversos a la causa pachamamista y del retorno de Tupac Katari “convertido en millones”.
A regañadientes Evo firmó la Ley Corta para salvar al TIPNIS de su destrucción y a los pueblos chimán, yuracaré y mojeño de su exterminio. Una vez desmovilizados viene la arremetida en contra, conducida personalmente por el propio presidente. Están dispuestos a todo, para lo cual mueven ingentes recursos (campaña feroz e intensiva por todos los medios de comunicación, los propios, por supuesto, y los privados), sin esconder las intenciones: se niega lo firmado. Se construirá la carretera, por donde estaba diseñada o decidida; no se hará eco a ninguna denuncia técnica, ambientalista, ni social, incluyendo los sobreprecios mencionados por varios análisis técnico económico financieros. Al frente de la campaña está casi todo el gobierno, como si no hubiera otro tema que atender: autorizar las exportaciones agropecuarias, resolver con argumentos el conflicto de límites entre Oruro y Potosí (y otros cientos similares), atender antes de que se encienda la chispa el tema de la distribución de regalías entre Tarija y Chuquisaca en base a derecho, etc.
Ponen a Leonilda Zurita como punta de lanza contra los indígenas. Señal de que dan absoluta prioridad al compromiso de Evo y su gobierno con el Contrato OAS/ABC por el Tramo II de la carretera dentro del TIPNIS. La dirigente campesina pertenece al círculo de hierro del presidente, hace vehementes reivindicaciones contra la hegemonía machista, tiene el temple y la experiencia de los que han estado en la línea de fuego desde hace años. En un santiamén ya se conformó una comisión técnica que abortó un informe dictaminando “que es la única alternativa que existe para el camino carretero y que efectivamente no hubo sobreprecio y se sacaron afirmaciones antojadizas". Punto. Los que se opongan, según el gobernador E. Novillo, son “anti cochabambinos, enemigos de Cochabamba”, que sin equivoco, “están apuntando al corazón mismo del camino, que es el contrato”. ¡El Contrato!
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El día negro para Evo: los indígenas del TIPNIS se adueñaron de la Plaza Murillo y sincrónicamente una enorme fábrica de cocaína en manos de colombianos fue intervenida en el corazón del TIPNIS. El ex ministro JR Quintana había descrito en detalle todo lo que había en el parque, para argumentar que “no era virgen”. ¿Cómo se le pasó la factoría industrializadora de la coca, o él dio la señal off de record? Estaban armados con AK 47 y cayeron policías en el encuentro. La presencia de Zurita complica el panorama, pues el Ministerio Público la imputó junto a 27 cocaleros por terrorismo, alzamiento armado y organización criminal después de un operativo el 11/12/2003 realizado con helicópteros, avionetas y efectivos de UMOPAR, precisamente contra narcotráfico colombiano. Ahora se “militariza” el acceso al TIPNIS y, sorprende, ¿para no entrar, para no salir, para no investigar, para qué? Los indígenas no están armados.
¿En quién confiar? En el TIPNIS no se están defendiendo pajaritos ni yuyos: son derechos humanos de pueblos enteros, aunque sean pocos y no signifiquen mucho en las estadísticas ni para elecciones; además, son recursos naturales de riqueza incalculable en un plan de desarrollo técnicamente sostenible y respetuoso del medioambiente. Está en juego, una vez más, la fe del Estado. Si se arremete contra la naturaleza y contra pueblos indígenas qué puede esperar el ciudadano corriente del respeto a sus derechos constitucionales, a su vida, a su libertad, a sus bienes. Lo que está en la picota con el respeto a la Ley Corta, a los derechos de los pueblos indígenas, es la misma pervivencia del Estado. ¿Y si un día se concentra todo el poder en una o dos personas? Reconducir el proceso de cambio se convierte en el gran desafío para todos. Retornar al Estado de Derecho, para garantizar la convivencia pacífica y el progreso con justicia a todos los bolivianos.