Cineastas encarcelados, actrices detenidas y condenadas a ser azotadas… Parece el guión de una (mala) película de terror, pero es verdad, se trata de la triste realidad del cine iraní.
El miedo a la libertad y el afán de control de los dirigentes de la República Islámica están enterrando una expresión artística que se había convertido en la mejor tarjeta de presentación de Irán en el mundo.
La condena a 90 latigazos a la actriz Marzieh Vafamehr (finalmente anulada tras su recurso) y la confirmación de la sentencia a seis años de prisión para el director Jafar Panahi son apenas la punta del iceberg de un panorama desolador.
El poder político ha optado por silenciar la menor disidencia aun a riesgo de cercenar la creatividad.
"Están creándonos muchos problemas", admite una documentalista que reside en Teherán, aunque realiza la mayor parte de su trabajo fuera del país para sortear la censura.
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Le preocupa la detención de cinco de sus colegas a finales del mes de septiembre, aunque tres de ellos ya han quedado en libertad.
La distribuidora Katayun Sahabi y los realizadores Naser Saffarian, Mojtaba Mir Tahmaseb, Hadi Afarideh y Mohsen Shahrnazdar tal vez no sean tan conocidos fuera de su país como Panahi o los Makhmalbaf. Sin embargo, se trata de pilares de la industria cinematográfica local, cuya privación de la libertad ha tenido un eco inmediato en la profesión.
Les han acusado de trabajar para la BBC, algo que puede sonar a chiste, pero cuya gravedad se comprende cuando se sabe que el régimen iraní equipara ese medio al espionaje británico. "Les detuvieron al día siguiente de que BBC Persa emitiera un programa sobre el líder supremo que no gustó a las autoridades y a pesar de que el documental se produjo en Londres", explica la directora citada en esta oportunidad.
Desde el lanzamiento de esa cadena, en enero de 2009, han sido numerosos los cineastas independientes interrogados y amenazados por las fuerzas de seguridad. El pliego de cargos hecho público dos días después incluye "estar a las órdenes de los servicios secretos de Inglaterra, facilitar propaganda para la guerra psicológica a los enemigos de Irán y lavado de dinero". La BBC ha desmentido cualquier relación profesional con los detenidos, y las organizaciones de derechos humanos consideran que se trata de una forma de presión al gremio.
Unión
Alarmados por esa situación, 21 realizadores y actores iraníes en el exilio firmaron a mediados de octubre una declaración pidiendo a la comunidad internacional que boicotee a la televisión y la organización de cine oficiales de la República Islámica, y que imponga sanciones a los altos funcionarios de sus medios. Entre los firmantes se encuentran Mohsen Makhmalbaf y sus hijas Samira y Hana, el documentalista Maziar Bahari (que estuvo detenido en la ominosa prisión Evín durante cuatro meses a raíz de las protestas contra la reelección del presidente Mahmud Ahmadinejad en 2009) o Shirin Neshat, directora de Mujeres sin hombres, León de Plata en el festival de Venecia.
"El gobierno iraní está empeñado en imponer una censura total y controlar el flujo informativo en todos los frentes. Se centra particularmente en los profesionales del cine porque están consiguiendo atención internacional y su trabajo refleja las condiciones reales dentro de Irán en contradicción con el retrato oficial", interpreta el director ejecutivo de la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán, Hadi Ghaemi. En su opinión, el objetivo es "controlar todas las imágenes y representaciones de la sociedad iraní incluso en asuntos culturales y no políticos". Por ello, "hostigar a cineastas independientes es una extensión de sus ataques a la libertad de expresión", señala.
Resonados
El caso de Marzieh Vafamehr, la actriz condenada a un año de cárcel y 90 latigazos en octubre, parece confirmar sus palabras. El juez la acusó de "actuar en una película vulgar" por su participación en Tehran-e-man haray (Mi Teherán a subasta), a pesar de que el filme contaba con los permisos necesarios. También de "conducta contraria a la sharía" por hacer como que bebía alcohol y afeitarse la cabeza en su papel. Tal vez la movilización internacional haya contribuido a que el Tribunal de Apelación aceptara el recurso de la actriz y la dejara en libertad tres semanas después.
Sin embargo, un juez de Teherán confirmó el mes pasado la sentencia a Panahi de 6 años de cárcel y 20 de inhabilitación para rodar películas, viajar al extranjero o conceder entrevistas. El director de El círculo y El espejo fue detenido en marzo de 2010, junto a su esposa, su hija y varios compañeros que trabajaban en una película sobre las protestas que siguieron a la reelección del presidente Ahmadinejad. Todos fueron liberados a los pocos días, menos él y el también director Mohammad Rasulof, igualmente condenado a seis años, pero cuya sentencia ha sido rebajada a uno.
El último informe del relator especial de la ONU para los derechos humanos en Irán menciona los casos de Panahi, Rasulof y el compositor Mohsen Namjoo, condenado en rebeldía y que se encuentra fuera del país. Pero son muchos más. El actor Ramin Parchami, detenido en las protestas del pasado febrero, ha sido recientemente sentenciado a un año de cárcel. El pasado 10 de julio fue detenida la popular actriz Pegah Ahangarani, a quien pocos días antes se le impidió viajar a Alemania para cubrir la copa del mundo de fútbol femenino para la Deutsche Welle. Quedó en libertad diecisiete días después tras permanecer en una celda de aislamiento, según informó la web reformista Kalameh. El mismo día fue liberada la documentalista y activista de los derechos de la mujer Mahnaz Mohammadi, tras depositar una fianza de mil millones de riales (unos 90.000 dólares). Mohammadi había sido encarcelada un mes antes.
En un vergonzante ejemplo de sus objetivos, el régimen ha estado promocionando Outcast 3, la última película de la trilogía del apologista Masud Dehnamaki. La controvertida comedia se burla de los candidatos que se enfrentaron a Ahmadinejad en las elecciones.
El País – Montevideo